Guion: Tanishi Kawano.
Dibujo: Tanishi Kawano.
Páginas: 160.
Precio: 8 euros.
Presentación: Rústica con sobrecubierta.
Publicación: Septiembre 2024.
Desde el primer volumen de El bombero de los dedos de fuego (aquí, su reseña), se detecta con facilidad un escenario complejo. El de Tanishi Kawano es, obviamente, un manga erótico, que hace del sexo un motor importante, que multiplica las escenas carnales casi con obsesión y con mucha pasión. Pero es, a la vez, un manga que quiere entrar en cuestiones mucho más complicadas. A través del sexo seguimos el desarrollo de una pareja con mucho de arquetipo, pero nos asomamos a muchas cuestiones peliagudas. La más contundente, la que cada vez se siente con más fuerza, es la del dominio del hombre, y más en los tiempos que corren. Pocas escenas de sexo de El bombero de los dedos de fuego empiezan sin la resistencia de la protagonista femenina y con el dominio del masculino. Esas secuencias tienen por tanto mucho de fantasía sexual, porque el disfrute es mutuo, pero también un componente peligroso que al principio era latente y ahora, con algunas secuencias de este sexto volumen, ya es bastante concreto. No deja de ser una pausada evolución en la vida de una pareja, que va dando pasos cada vez más claros, pero lo que mantiene viva la llamada, sexo al margen, es saber hasta dónde va a llevar la historia Kawano desde el interesante punto que cada vez afianza con más solidez.
Todo esto invita a pensar en las distintas capas que puede tener la obra. Es obviamente un manga erótico explícito. Prácticamente en cada uno de los capítulos hay una escena de sexo, eso no cambia con respecto a lo que hemos dicho de anteriores volúmenes (aquí, reseña del quinto). Es verdad que hay un cierto inmovilismo, porque los avances en lo social son muy lentos, pero las sensaciones que va dejando ente el sudor de los cuerpos en contacto es cada vez más interesante, incluso algo turbia, no precisamente por el hecho de que al bombero del título le gusten los lugares públicos sino por los límites personales que se marcan desde el lado de la mujer, que es necesariamente el punto central de las relaciones sexuales que vemos. Es difícil llegar a conclusiones certeras, precisamente porque hay juego y pasión, pero se están marcando fronteras que pueden hacer de El bombero de los dedos de fuego un manga muy distinto del que imaginábamos al comienzo. Y sí, han pasado ya muchos capítulos y media docena de volúmenes como para que eso sea todavía algo que planee en el ambiente, sin certezas claras y definitivas, pero ese es el relato que está proponiendo Kawano mientras eleva constantemente la temperatura, algo que por cierto hace con una facilidad que va más allá de desnudar cuerpos, sobre todo, insistimos, el de la mujer.
Es inevitable, con todo lo dicho, mirar hacia dos ejes que por fuerza tienen que ser simultáneos. El primero es obvio, es el sexo, es la pasión, el sudor, el movimiento, todo lo que conforma un manual sexual y erótico de primer nivel. Pero a la vez están las expresiones, las caras, todo lo que se mueve por detrás de los órganos erógenos, todo lo que nos invita a pensar en sí la protagonista, sobre todo ella, está en el punto de deseo y placer que se sobreentiende que deberían de tener estos momentos retratados. En ambos sobresale Kawano, y de hecho, habiendo visto ya tanto de El bombero de los dedos de fuego ya no es posible entender uno de los dos ejes sin tener en cuenta el otro, nos podemos abandonar al placer visual que propone, es bastante sencillo, pero consigue de alguna manera que al mismo tiempo estemos pensando en el otro lado de la relación, y eso es algo muy interesante de ver. Prima el sexo, decir lo contrario sería mentir, porque aplica una intensidad enorme, porque juega con el espacio público y prohibido para generar excitación, pero también por el desequilibrio sexual que hay en la relación. Lo que está claro es que, a pesar de que todo está sobre la mesa, la cosa puede cambiar mucho en las próximas páginas, siempre y cuando Kawano cambie el ritmo… y no precisamente el sexual, del que va más que servido.