Guion: Quentin Zuttion.
Dibujo: Quentin Zuttion.
Páginas: 160.
Precio: 22 euros.
Presentación: Rústica.
Publicación: Enero 2024.
En alguna medida, lo afectivo sigue siendo algo que dejamos muy a menudo en la esfera más privada, y eso es lo que seguramente provoca que obras como Todas las princesas mueren después de medianoche se beneficien de una sensación más abstracta de lo que debería ser. Los mensajes de Quentin Zuttion sobre los afectos que hay en su pequeño microcosmos están claros, y por eso elude una conclusión distinta a la que tiene su relato. De lo que se duda es de que habla con sinceridad y bastante melancolía sobre los afectos, y más concretamente sobre los afectos que no se pueden conseguir. Habla de un matrimonio lastrado por la pérdida del amor, del difícil encaje que tiene en la adolescencia la soledad o de lo complicado que puede resultar encontrar los límites de la amistad cuando se está empezando a producir un despertar sexual para el que no hay un manual de instrucciones que seguir. Todo es muy personal, pero de alguna manera también muy aséptico. Las dosis de drama son evidentes, y seguramente lo más logrado en la historia de Zuttion, pero la conclusión nos conduce a caminos diametralmente opuestos. Por eso, la duda que deja Todas las princesas mueren después de medianoche, y seguramente de manera intencional, es si la obra tiene más mensaje que la esperanza de que todo salga bien, de que la vida se recomponga prácticamente sola.
Esa idea tiene peligro, y el autor parece ser consciente de ello. Por ello, más que ofrecer conclusiones, plantea dilemas; más que juzgar a sus personajes, expone lo que les sucede; y más que contarnos el cuento de hadas que puede sugerir el título, quiere asomarse a las vidas de solo seis personajes, los cuatro centrales integrantes de una familia, con un claro sentido del voyuerismo. Zuttion quiere ver, quiere que los lectores veamos con él. Se puede entender cómo algo muy casual que haya una coincidencia temporal en los momentos emocionales decisivos que se plantean para cada uno de ellos, pero hay un retrato de personajes coherente, y por eso es fácil establecer conexiones de empatía con ellos. El autor universaliza momentos que, en teoría, podrían ser intransferibles, y eso hace que sus emociones logren traspasar la página con más facilidad que cualquier mensaje de fondo en el que estuviera pensando Zuttion. Si lo pensamos fríamente, no hay un protagonista destacado, por mucho que el espacio que la obra da a cada uno de ellos dé ese papel al hijo menor. Lo que sí se echa en falta es que haya una conexión real, más auténtica que la que quiere satisfacer el final de la obra, entre su momento emocional y el de sus padres y hermana. Las historias, de hecho, pueden verse por separado casi siempre, y eso resta algo de efectividad al conjunto.
La apuesta del autor en lo visual es bastante clara. Con los colores pálidos y las formas casi desdibujadas nos está invitando a ver la historia desde el punto de vista más sencillo posible, podríamos atrevernos incluso a usar el término infantil si lo entendemos de la manera adecuada, desde la mirada del muchacho que todavía tiene todo por aprender en la vida. Para el tipo de historia que completa, casi parece una sorpresa que haya más significado en la puesta en escena, en los escenarios y en los complementos que en las miradas, pero Zuttion no desdeña tampoco esa vía para transmitir información al lector. La fantasía, incrustada en los juegos que imagina el chico protagonista, es más un lucimiento visual, en todo caso muy interesante, que algo con verdadero significado narrativo dentro del relato. Incluso con sus puntos más débiles, Todas las princesas mueren después de medianoche consigue abrir debates personales, quiere ponernos en situaciones éticas y morales para saber cómo reaccionaríamos cada uno de nosotros, siempre con un dibujo que sugiera e insinúe más que sentenciar. Y eso, al final, coloca este libro en un punto en el que la experiencia de cada lector es decisiva para saber si el mensaje llega más allá de sus páginas o se queda contenido en el microuniverso que describe Zuttion.
Le Lombard publicó originalmente Toutes les princesses meurent après minuit en septiembre de 2022.
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