Título original: Star Wars: Episode III – Revenge of the Sith.
Director: George Lucas.
Reparto: Ewan McGregor, Natalie Portman, Hayden Christensen, Ian McDiarmid, Samuel L. Jackson, Christopher Lee, Anthony Daniels, Kenny Baker, Frank Oz, Jimmy Smits, Peter Mayhew.
Guión: George Lucas.
Música: John Williams.
Duración: 140 minutos.
Distribuidora: 20th Century Fox.
Estreno: 19 de mayo de 2005 (Estados Unidos y España).
Sabiendo dónde tenía que terminar la nueva trilogía de Star Wars, había pocas dudas sobre que este Episodio III, titulado La venganza de los Sith, estaba obligado a ser el mejor de esta tanda de películas de la mítica saga con las que se inició el siglo XXI. Y el resultado satisface plenamente esas expectativas, e incluso devuelve la serie al extraordinario nivel de los mejores momentos de la trilogía clásica. Aunque muchos han extendido sus críticas a los dos primeros episodios a esta tercera entrega, el salto cualitativo es inmenso entre aquellas y esta. Tanto La amenaza fantasma (aquí, su crítica) como El ataque de los clones (aquí, su crítica) tienen muchas razones para ser apreciadas, muchas más de las que tienen los que las desprecian, a pesar de que han pasado a la historia con el sentir general de que son unas malas películas que no son. Pero La venganza de los Sith, con sus defectos (que también existen en la trilogía clásica, por cierto, a pesar de la dañina comparación que se quiere trazar entre los diferentes episodios), es un punto culminante en la historia de Star Wars por muchos motivos. Geroge Lucas se despidió de su serie con un filme portentoso, épico, espectacular, increíblemente entretenido pero inusualmente poético, mínimamente lastrado por un cierto toque de caricatura y por los diálogos que Lucas nunca ha sabido escribir, pero espléndido.
Espléndido desde su arranque, un formidable seguimiento de los cazas de Anakin y Obi-Wan lanzándose a la batalla de Coruscant (cuyo inicio se pudo ver en el segundo volumen de Clone Wars, aquí su crítica). Pero espléndido también por su desarrollo, que combina formidables escenas de acción con contundentes escenas dramáticas, subrayadas esta vez de una forma más globalmente genial por un John Williams que no había llegado tan alto en sus partituras completas en los dos filmes anteriores y que aquí literalmente se sale. Los problemas a los que hace frente la película son fácilmente localizables. Dos vienen heredados de La amenaza fantasma y El ataque de los clones. Por un lado, los ya mencionados diálogos que escribió Lucas, firmante en solitario del guión de nuevo, que amenazan en alguna ocasión con sacar al espectador de escenas muy bien planificadas. Por otro, algunos momentos de las interpretaciones de Hayden Christensen, algo que se veía venir, y de Ian McDiarmid, lo cual es una sorpresa, porque está cerca de arruinar toda la malvada sutileza que imprime a su Palpatine en la escena en la que lucha con Mace Windu. Y, finalmente, un uso del tiempo algo apresurado que pone en riesgo la credibilidad de la conversión de Anakin al lado oscuro para facilitar el ritmo de la segunda parte de la película.
Hasta ahí los problemas y a partir de ahí todo lo extraordinario de la película. La venganza de los Sith tiene escenas absolutamente memorables y, además, de toda condición. La sensacionalmente entretenida batalla inicial da paso a un guiño a El retorno del Jedi en forma de combate de sables de luz, continúa con formidables cara a cara entre Palpatine y Anakin, un conflicto bien construido entre Anakin y el Consejo Jedi (Samuel L. Jackson firma aquí su mejor trabajo en la serie), una hermosísima escena sin diálogo para anclar las preocupaciones de Anakin en el futuro de Padme (sin llegar a firmar una gran interpretación, al menos aquí sí es reconocible el talento de Natalie Portman) y una salvaje escena múltiple para narrar la aniquilación de los Jedi, que da paso al magnífico clímax final que todos conocíamos desde hace años, el duelo entre Anakin y Obi-Wan en un planeta volcánico que Lucas bautizó como Mustafar, y a los epílogos que sirven para conectar La venganza de los Sith con la trilogía original, siendo la creación de Darth Vader el más imponente a todos los niveles y el plano final el más emocional para cualquier seguidor clásico de la serie. Todo con un indudable sabor a Star Wars que el salto de las tecnologías clásicas a las de 3D no merma en absoluto, porque esta vez la tecnología sí está especialmente puesta al servicio de la historia.
Eso se nota especialmente en el doble enfrentamiento final, por un lado entre Palpatine y Yoda y por otro entre Anakin y Obi-Wan. Sería injusto no decantarse por el segundo de los duelos, no sólo por su trascendencia en la historia, sino también porque es el colofón al espléndido trabajo de Ewan McGregor, con diferencia el actor que más progresivamente cómodo se fue sintiendo en su papel a lo largo de esta trilogía. Lucas, además, fue muy inteligente, dando a los guiños más nostálgicos un papel importante, colocando a los wookies en un lugar trascendente en las Guerras Clon, dando una utilidad a los soldados Imperiales, incluyendo a la guardia personal del Emperador, haciendo que su imaginación con los efectos visuales se desbordara en personajes tan espectaculares como útiles a la historia (el general Grievous puede no ser tan efectivo como Darth Maul, pero funciona francamente bien) y que se sintiera el carácter más dramático y adulto de la historia en momentos tan brutales como cuando Anakin se encuentra con los jóvenes padawans en el Templo Jedi o cuando Yoda asalta con violencia a un soldado clon en su regreso a Coruscant. Star Wars es justo lo que ofrece La venganza de los Sith, un espectáculo de primer orden, con un ritmo salvaje, respuestas ansiadas y mucha, mucha imaginación.