Cine – ‘X-Men’, de Bryan Singer

Título original: X-Men.

Director: Bryan Singer.

Reparto: Hugh Jackman, Patrick Stewart, Ian McKellen, Anna Paquin, Hale Berry, Famke Janssen, James Marsden, Rebecca Romijn-Stamos, Bruce Davison, Ray Park, Tyler Mane, Shawn Ashmore.

Guión: David Hayter.

Música: Michael Kamen.

Duración: 100 minutos.

Distribuidora: 20th Century Fox.

Estreno: 14 de julio de 2000 (Estados Unidos), 3 de octubre de 2000 (España).

Todo empezó aquí. Cierto es que Richard Donner en los años 70 y Tim Burton en los 80 habían demostrado que se podían llevar al cine de una forma lujosa y sobresaliente los personajes de DC con Superman y Batman (aquí, su crítica), y que Marvel ya había arañado una porción de éxito con un personaje menor, Blade, pero el boom del cine de superhéroes en general y de los títulos de la Casa de las Ideas en particular nació con X-Men. Bryan Singer, en pleno auge por el éxito de Sospechosos habituales, no parecía la elección más lógica para un filme de este estilo, más después de confesar que no era precisamente fan de los cómics, pero el resultado fue sobresaliente. No sólo encontró el tono adecuado para hacer un cine serio con los personajes de cómic, respetando las alegorías sociales que escondía el tebeo desde sus inicios, sino que manejó francamente bien a un numeroso grupo de actores protagonistas y sin necesidad de extenderse en el metraje como suele suceder en el género. Mucho ha cambiado el cine de superhéroes desde el año 2000, y es verdad que el paso del tiempo se nota en muchas cosas, pero X-Men, con las muchas licencias que se toma con respecto al original de las viñetas, sigue siendo una película más que apreciable vista con estos tres lustros de diferencia y sabiendo hacia dónde se ha encaminado la franquicia mutante.

La clave está en un término ya mencionado con anterioridad, en el tono. La película busca el encaje del concepto fantástico de los mutantes en un entorno realista. Por eso, es un espléndido acierto que las dos primeras escenas sean la manifestación juvenil de los poderes de Magneto en el campo de concentración por el que pasó y un debate sobre la posibilidad de que los mutantes tengan que registrarse públicamente. De golpe, y sin haber mostrado prácticamente una sola escena de efectos especiales, la cuestión mutante y los X-Men ya han mostrado un magnífico anclaje en la realidad. A partir de ahí, lo que mueve la película, además del eterno conflicto entre un bien y un mal que aquí admite matices, está en la consideración de los mutantes como una raza a la que temer o a la que integrar, con la hermandad de Magneto por un lado y los alumnos de Xavier por otro. Un acierto lleva al siguiente, puesto que la creación de dos bandos obliga a que haya muchos personajes, diez mutantes de gran entidad nada menos: Xavier (Patrick Stewart) lidera a Lobezno (Hugh Jackman), Pícara (Anna Paquin), Cíclope (James Marsden), Jean Grey (Famke Janssen) y Tormenta (Hale Berry), mientras que Magneto (Ian McKellen) cuenta entre sus esbirros con Mística (Rebecca Romijn-Stamos), Dientes de Sable (Tyler Mane) y Sapo (Ray Park).

En ese reparto está lo mejor y lo peor de la película. El protagonismo de Lobezno es un gran acierto y Jackman, entonces desconocido, todo un descubrimiento. Al mismo nivel se puede situar la relación entre Magneto y Xavier. El empaque de los dos actores, Stewart y McKellen, y los toques sutiles que se establecen entre ambos, enemigos pero no del todo, hacen de ellos dos personajes formidables, que además sacaron de golpe la película del canon hipermusculado que el género de superhéroes ha difundido durante tanto tiempo. Es fácil comprender las razones por las que Pícara se construye como una joven frágil, pero ahí radica el mayor cambio con respecto al cómic. La película aúna en ella características de Kitty Pride y Júbilo (ambas, curiosamente, se dejan ver brevemente en la Escuela de Xavier), descartando a la heroína fuerte y descarada que tiene una fuerza sobrehumana y puede volar. Cíclope fue la mayor decepción para el aficionado más clásico a la Patrulla X, porque el personaje no está descrito como el recto líder del grupo. Y los villanos a la orden de Magneto pagan el precio de los actores escogidos. Mística aporta sexualidad con un maquillaje que, en realidad, hace que Rebecca Romijn no lleve ropa. Tyler Mane, un luchador, encaja en el físico de Dientes de Sable, pero no es un actor. Y Ray Park, especialista que saltó a la fama con el papel de Darth Maul en Star Wars, está para verle en movimiento.

Dado que el tono que se quiere dar a X-Men es entre lo realista lo reflexivo, se entiende que la película no tenga demasiada acción. Tiene un sobresaliente clímax, acompañado por el único momento en el que sobresale la lamentablemente anodina música de Michael Kamen, pero en general, precisamente por el carácter casi pionero de la cinta, se echa en falta una mayor exposición de los poderes mutantes de sus personajes protagonistas. A pesar de sus defectos, casi todo está pensado para contentar al aficionado, y de ahí cameos como el de Stan Lee o de reconocibles mutantes, chistes como el que cruzan Lobezno y Cíclope sobre los trajes (actualizados al cuero negro desde los uniformes de colores chillones del cómic) o la presencia del Pájaro Negro, el jet de la Patrulla X. Singer supo sacar partido a las limitaciones técnicas y físicas, además de las cinematográficas por la falta de referentes en las adaptaciones de cómic, y ensambló una muy entretenida película, de buen ritmo y notables reflexiones, con algunos personajes espléndidos que se han convertido en el alma de la franquicia y algunas escenas francamente icónicas, como la partida de ajedrez final entre Xavier y Magneto, la ascensión de Tormenta por el hueco del ascensor o la forma de pelear de Mística. El momento en que llegó impide que sea el filme definitivo de un universo tan espectacular como el de los X-Men, pero como inicio de la saga merece un notable.