‘Spider-Man’, de Sam Raimi

Título original: Spider-Man.

Director: Sam Raimi.

Reparto: Tobey Maguire, Willem Dafoe, Kirsten Dunst, James Franco, Cliff Robertson, Rosemary Harris, J. K. Simmons, Elizabeth Banks.

Guión: David Koepp.

Música: Danny Elfman.

Duración: 121 minutos.

Distribuidora: Sony.

Estreno: 3 de mayo de 2002 (Estados Unidos) y 21 de junio de 2002 (España).

X-Men, de Bryan Singer, fue la película que abrió la era de los superhéroes en el cine, la que demostró que se podían hacer adaptaciones fieles al original con cambios a veces incluso traumáticos en los personajes y que la técnica de los efectos especiales estaba ya preparada para afrontar los escenarios de fantasía que durante décadas describió el cómic de este género. Pero fue Spider-Man, recaudando más de 800 millones de dólares en todo el mundo, la que demostró que los personajes de Marvel eran un inagotable filón. Sam Raimi consiguió sobreponerse al duro golpe que supusieron para la película los atentados del 11-S (hubo que retirar un primer y espectacular teaser en el que Spiderman colgaba el helicóptero de unos ladrones en una enorme tela tejida entre las Torres Gemelas) e insufló el optimismo que necesitaba el espectador, realizando una magnífica identificación entre el héroe y la ciudad en la que vive, Nueva York. Aunque la película se toma enormes libertades en muchos aspectos, como adaptación se mueve entre los modélicos caminos marcados por sus dos grandes antecesores, el Superman de Richard Donner y el Batman de Tim Burton. El resultado, notable incluso más de una década después de su estreno.

Dado que Raimi plantea una clásica película de origen es obligada esa referencia a Superman. Ese formato hace que Spider-Man tenga un defecto principal: el héroe como tal aparece realmente muy poco. No hay más que echar un vistazo a la última secuencia de la película, con el Trepamuros balanceándose por las calles de Nueva York mientras suena la espléndida fanfarria que compuso Danny Elfman como leit motif para el héroe. Es una secuencia que enamora a cualquier aficionado del personaje porque supone un sueño hecho realidad. Y deja con ganas de más, porque recuerda que son pocos los momentos en los que Raimi le ha mostrado en todo su esplendor acrobático y superheroico. El nivel de los efectos especiales estaba ya en el umbral de lo creíble, y esa secuencia final lo demuestra, aunque durante la película hay algunos planos, sobre todo aquellos en los que Peter prueba sus recién adquiridos poderes, en los que se nota demasiado la animación digital. Pero en general la mezcla de especialistas, trucajes e imágenes por ordenador está plenamente lograda. En el fondo, eso también le permite a Raimi para dar rienda suelta a esa exageración marca de la casa que ya conocían los seguidores del autor de la trilogía de Evil Dead y a la que no renuncia aquí.

El guión de Koepp, culminación de varios proyectos que quisieron llevar a Spiderman a la gran pantalla durante años, reinventa muchos aspectos de Spiderman. En especial, el hecho de que Peter esté enamorado de Mary Jane desde crío. La rubia Gwen Stacy, su primera gran novia en el cómic, sale de esta ecuación y la pelirroja es el amor de su vida. Spider-Man se convierte así, sin esconderlo en ningún momento, en una historia de amor, tierna y bien llevada, motor además de algunos de sus mejores momentos del filme (el beso con Spiderman boca abajo, la conversación final entre Peter y Mary Jane). Aunque la elección de Tobey Maguire y Kirsten Dunst no terminó de convencer a todo el mundo, hay buena sintonía, hay química, y entre ambos llevan la película de forma más que interesante. Willem Dafoe interpreta al Duende Verde con categoría, y con cierto histrionismo derivado del Joker de Jack Nicholson en Batman. También polémico resultó el rediseño del traje del villano: se optó por una armadura y no por una careta de goma o por animatrónica. Lo cierto es que la rigidez de la misma, junto con la máscara de Spiderman que tampoco deja ver el rostro del personaje, hace que las conversaciones entre ambos se resientan y pierdan verismo.

Ver Spider-Man en su momento fue una delicia. Excepción hecha de Superman y teniendo en cuenta las diferencias entre el Batman de las viñetas y el cinematográfico de Tim Burton, era la primera vez que un personaje de cómic lucía en la gran pantalla tal y como lo había imaginado el lector. Con cambios, pero también con cuantiosos guiños, como la presencia de Ben y May (espléndidos Cliff Robertson y Rosemary Harris), un enorme J. J. Jameson que se convirtió en uno de los mejores aspectos del filme (J. K. Simmons, brillante), el cameo de Stan Lee (casi imperceptible, nada que ver con sus presencias en las películas Marvel que siguieron a ésta), frases divertidas como la alusión ¡a Superman! y un espléndido y moderno diseño del traje, lejos de la apariencia de pijama que caracterizó durante décadas a los héroes del cómic que aparecían en seriales o películas. Spider-Man sigue siendo hoy una película muy entretenida de ver y un modelo a seguir para los cómics que quieran llevar a la pantalla este tipo de historias optimistas y aventureras. De hecho, The Amazing Spider-Man, reboot de la franquicia, no duda en seguir sus pasos en algunos elementos, reconociendo que, incluso con sus defectos, es una espléndida película de superhéroes.