‘El boxeador. La verdadera historia de Hertzko Haft’, de Reinhard Kleist

Editorial: Norma.

Guión: Reinhard Kleist.

Dibujo: Reinhard Kleist.

Páginas: 200.

Precio: 22 euros.

Presentación: Cartoné.

Publicación: Octubre 2013.

Pocas veces una ilustración de portada será más indicativa de lo que ofrece el interior del libro que en el caso de El boxeador. La verdadera historia de Hertzko Gaft. Reinhard Kleist nos cuenta la historia de un hombre que vivió sus momentos más publicitados sobre la lona de un ring. Pero lo que verdaderamente importa es lo que hay en su sombra, el dramático pasado en un campo de concentración. La historia, basada en un libro que pretende ser real pero en el que aparentemente hay situaciones algo fabuladas, es un cuento. Uno triste, duro, tenso. No es un cuento de hadas. No hay un final necesariamente feliz ni grandes lecciones vitales, más allá de la fuerza que es siempre necesaria para sobrevivir en las circunstancias más complicadas. Lo que Kleist ofrece, por fácil que sea utilizar esa expresión con un protagonista que tuvo que boxear para salvaguardar su propia vida primero y para intentar ganársela después, es todo un puñetazo en el estomago que no cesa desde la primera hasta la última página.

El boxeador arranca con un prólogo de dos páginas que ya aventura que hay poco júbilo en la historia que sigue y que, vista además su tercera y última parte, la más breve de las tres, queda convertida en un inmenso flashback. Kleist utiliza una narración en primera persona, acertada y lejos de ser redundante. Su estilo es muy directo y claro, esquivando con facilidad el riesgo de caer en un excesivo dramatismo o en un tono lacrimógeno y facilón. El holocausto judío y los campos de exterminio como escenario de una historia, sea cual sea el medio en que se cuente, tienen ese peligro, el de considerar que el dramatismo real basta para conquistar en una historia de ficción (por real que sea la narración en que se base). Pero Kleist, recurriendo a un repaso cronológico y bien apuntalado desde los cartuchos de texto esquiva los riesgos y va construyendo poco a poco una narración apasionante. Convence porque lo hace su carismático personaje protagonista, desde el rebelde crío de la localidad polaca de Belchatow al obstinado luchador que demuestra ser ante cada uno de los retos que le plantea la vida, desde la supervivencia en los campos a los combates de boxeo, pasando por la búsqueda de su amada ya en tierras norteamericanas.

La agradecida sencillez de Kleist como guionista encuentra un perfecto reflejo es su casi minimalista estilo como dibujante y el espléndido uso que hace del blanco y negro, sobre todo en la etapa del campo de concentración. Es verdad que es ahí donde se concentra lo más crudo de la historia, quizá lo más atractivo para quien vea que la historia de Hertzko Haft no es únicamente la de un boxeador (por eso es tan importante la ilustración de la cubierta; el título podría llevar a pensar, utilizando símiles cinematográficos, que estamos ante un drama más cercano a Cinderella Man que a La Lista de Schindler), pero Kleist se muestra como un narrador inteligente, que sabe conectar con acierto las dos partes esenciales de la historia de su protagonista para que conformen un único retrato humano, el de un superviviente nato. Eso se ve en la pelea con Rocky Marciano, el instante que conectará con los lectores que se hayan acercado a El boxeador esperando ver una historia pugilística de esas que casi siempre suelen convencer, incluso aunque caigan en manos de un público que no disfrute del boxeo como deporte. Porque siempre tienen un marcado componente humano que, aquí, es lo que hace que la novela gráfica emocione.

Carlsen Verlag editó originalmente Der Boxer. Die wahre Geschichte des Hertzko Haft en junio de 2012. El libro ofrece el artículo Boxeo en el campo de concentración, escrito por Martin Krauss, que repasa la historia real de Haft y la de otros boxeadores que protagonizaron la persecución del régimen nazi a los judíos, ilustrado con fotografías de la época y bocetos de Reinhard Kleist. Norma edita la novela gráfica como el número 65 de su serie Nómadas.