Guión: Julie Maroh.
Dibujo: Julie Maroh.
Páginas: 160.
Precio: 18 euros.
Presentación: Cartoné.
Publicación: Mayo 2011.
Ahora que se estrena su adaptación cinematográfica, La vida de Adèle, conviene recordar que El azul es un color cálido es la sensible y extraordinaria obra con la que la autora francesa Julie Maroh, en su primer gran trabajo publicado, relató el despertar sexual y el descubrimiento de la homosexualidad por parte de una adolescente. Un guión completo, complejo y de gran precisión, sumado a un trazo delicado y hermoso hacen de esta obra un título imprescindible, que capta al espectador por su humanidad muy por encima de condiciones sexuales. En ocasiones, y de forma simplista, se tiende a pensar que una obra artística o cultural centrada en un colectivo sólo puede atraer a ese mismo colectivo. En este caso, sería un grave error pensar que El azul es un color cálido es una novela gráfica pensada sólo para homosexuales y lesbianas, por mucho que la historia trate sobre una joven adolescente que descubre, poco a poco y cuando empieza a despertar sexualmente, que está enamorada de una mujer. Porque, por encima de todo, es una historia trágica. Sí, de dos lesbianas. Pero una historia humana.
Clementine es la protagonista de la obra, a la que seguimos durante cuatro años de su vida, desde el día en que cumple quince años, a través de lo que escribe en su diario. Ese relato íntimo, más delicado aún por la edad de su autora de ficción, es el motor del relato, lo que da una idea de la cercanía que propone Julie Maroh. Que una mirada casual, en una escena preciosa y que remite directamente a la importancia del color del título, sea el desencadenante de la historia y de los sentimientos de Clementine hace que tenga todavía más fuerza. El azul es un color cálido está narrada a modo de flashback, comienza cuando la historia está tocando a su fin. Su título, efectivamente, hace alusión al pelo azul de Emma, la mujer con la que se cruza Clementine y que acabará cambiando su vida por completo. El azul es el color destacado en una obra dibujada y coloreada fundamentalmente en tonos grises. Unos grises que sirven para comunicar tanto como las palabras o las imágenes y que tiene su razón de ser en la complicada historia narrada.
Maroh dibuja con realismo y con cercanía. La imagen establece una conexión directa con el lector, que empatiza sin esfuerzo con las dos protagonistas, en especial con Clementine, aunque las circunstancias personales de quien está al otro lado de la página sosteniendo el libro nada tengan que ver con los de esta chica. Eso parece banal, pero hay que insistir en ello. Hay conexión emocional incluso sin coincidencia sentimental. La autora no rehuye las escenas de sexo entre las dos protagonistas, a pesar de lo delicado que es el tema y los problemas que pueda acarrear un relato de amor entre dos mujeres (perfectamente dibujadas, visual y psicológicamente), siendo además una menor y una adulta. Si la ilustración engancha con suma facilidad, otro tanto ocurre con su guión, una espléndida narración de lo cotidiano y de lo excepcional que supone la manifestación del deseo sexual y del amor en una chica joven. En realidad, que el amor lo sienta por una mujer no tendría que tener la mayor importancia, más allá de la labor pedagógica que encierran estás páginas. Si el amor descrito fuera heterosexual, la historia podría haber funcionado igual desde el lado humano, pero sin duda hubiera perdido buena parte de su carga trágica y de su contundente análisis social.
Le bleu est un couleur chaude, publicada originalmente por Glénat en marzo de 201, llegó a España avalada por el éxito de público en Francia y ya ha recibido varios galardones que acreditan su calidad y su importancia social. El público la seleccionó como mejor obra del Festival de Angoulême en 2011, y un año después logró el premio autor novel en el Salón del Cómic y las Artes Gráficas de Roubaix y el premio del Consejo Regional del Festival de Blois por su contenido ciudadano.