Título original: Batman Begins.
Director: Christopher Nolan.
Reparto: Christian Bale, Michael Caine, Liam Neeson, Katie Holmes, Gary Oldman, Cilliam Murphy, Tom Wilkinson, Morgan Freeman.
Guión: Christopher Nolan y David S. Goyer.
Música: Hans Zimmer y James Newton Howard.
Duración: 141 minutos.
Distribuidora: Warner.
Estreno: 17 de junio de 2005 (Estados Unidos y España).
Hay un mérito esencial en Batman Begins, comúnmente aceptado con el cierre de su trilogía sobre el personaje, pero ya más que apreciable cuando se estrenó su primera entrega. Christopher Nolan supo devolver a Batman al cine, haciendo olvidar el inmenso fiasco que había supuesto Batman y Robin, la segunda de las películas sobre el protector de Gotham que había dirigido Joel Schumacher y aparente tumba de la franquicia por sus nefastos resultados. Pero más allá de esa sensación, todo un alivio para los aficionados a las historias de superhéroes, sea en papel o en la pantalla, Nolan hizo algo que en realidad nadie había intentado hasta entonces: coger elementos de varios de los más destacados cómics de Batman y darles un envoltorio temático personal y único en una historia original. Así, es innegable que la película coge incontables elementos de Año uno (esencialmente, la preparación de Bruce Wayne para convertirse en Batman y el papel vital en la historia de James Gordon). Pero también es una película sobre el miedo y el simbolismo, cuestiones que se desarrollan con el protagonista como eje central pero que habrían sido válidas para una película en la que no apareciera Batman. Nolan, por tanto, consiguió que una adaptación de cómic fuera enormemente fiel al espíritu de las viñetas, aún saltándose numerosos elementos de su continuidad, encajando además la película en sus inquietudes personales como cineasta.
Pero como cuenta con el personaje, Batman Begins hay que entenderla como una tesis sobre quién es Batman. O, mejor dicho, sobre quién debe ser. Y por eso resulta esencial el comienzo, en el que Bruce aprende lo que es el miedo cuando cae a un pozo en los alrededores de la mansión de su familia, viéndose herido y rodeado de centenares de murciélagos. Ese miedo es el motor de la historia. Es lo que lleva a los Wayne a salir del teatro y acaba provocando su fatal destino, es el epicentro de las enseñanzas de Ra’s Al Ghul, es el motor de las técnicas del Espantapájaros y es la sensación que causa Batman en los criminales. Pero no es el único componente de Batman. Bruce Wayne va cambiando. El chiquillo asustadizo se convierte en el joven perdido, este encuentra una resolución que no tenía después de regresar a Gotham para presenciar la vista para revisar la condena del asesino de sus padres y por impulso de la mujer que ama, y el choque con otra forma de ver la justicia que él creía única, la de Ra’s Al Ghul, termina de definirle como hombre. Y como tal, desarrolla un símbolo invencible para poder impartir la justicia que él desea: Batman, que nace, cerrando el círculo, derrotando el mismo miedo que había provocado el cambio en su vida, con los murciélagos revoloteando a su alrededor.
La solidez de la película encuentra un compañero de viaje esencial en la extraordinaria reimaginación de que Nolan hace de Batman y de su universo. Todo funciona a la perfección y encuentra la explicación adecuada en el guión. Y todo ese proceso pasa por algo fundamental, escoger a un actor capaz de ser Batman y Bruce Wayne. Christian Bale es sin duda ese actor y puede presumir de ser el que mejor ha sabido llevar a la pantalla a las dos caras del personaje, magníficamente construido desde el apartado visual con un traje sensacional, una Batcueva memorable y un Batmóvil tan sorprendente y rompedor como espectacular y adorado. Michael Caine, ya para siempre el mejor del cine, Gary Oldman, que por fin hizo justicia a Gordon, y Morgan Freeman, como Lucius Fox, elevaron el valor del reparto con una presencia que emana de su veteranía tanto como de su enorme categoría. Quizá el punto más débil y discutido de la película estaba en Katie Holmes. Hasta que estrenó Batman Begins, Nolan no era un director que se distinguiera precisamente por escribir papeles femeninos y sus películas eran básicamente historias plagadas de hombres. Con excepciones, sí (el personaje de Hilary Swank en Insomnio), pero como regla es bastante general. Rachel Dawes un añadido al mundo de Batman que nunca estuvo en el cómic y es, probablemente, un peaje necesario en el cine de gran estudio, en el que siempre ha de haber una historia de amor. Es verdad que el personaje no funciona mal, pero también que hay una gran diferencia entre ella y el resto del reparto.
Los villanos de la película no son casuales, como sí lo habían sido en su mezcla los de Schumacher, tanto en Batman Forever como en Batman y Robin. Los temas de la identidad y el miedo obligaban a escoger bien, y Nolan acertó. Ra’s Al Ghul era el mentor y el oponente perfecto para Bruce en ambos sentidos y el Espantapájaros el catalizador adecuado para ambas identidades del héroe. Ninguno de los dos está en pantalla tanto tiempo como era habitual entonces en el cine de superhéroes, pero ambos cumplen formidablemente bien su papel. Ken Watanabe, Liam Neeson y Cillian Murphy dan con el tono adecuada para cada personaje en cada momento y completan un cuadro extraordinario. Tanto Tim Burton como el mencionado Schumacher, incluso la versión camp de Leslie H. Martinson en el filme que siguió a la batmanía desatada por la serie de televisión de los 60, tenían algo de Batman, habían cogido una parte del rico espíritu del personaje para crear algo basado en él y que satisficiera a sus creadores. Pero Batman Begins no tenía parte de Batman, sino que era Batman. Su final, el comienzo que anunciaba el título, es tan formidable como el resto de la película, que el mayor problema que tenía era convencer a parte del público de que era un filme sobre un personaje que no aparecía en realidad en su primera mitad. Por lo demás, el ejemplo perfecto de cómo hacer funcionar una historia de origen para un superhéroe oscuro.