‘No sé, pero… creo que moriré’, de Lorenzo Montatore

Editorial: Astiberri.

Guion: Lorenzo Montatore.

Dibujo: Lorenzo Montatore.

Páginas: 112.

Precio: 15 euros.

Presentación: Cartoné.

Publicación: Noviembre 2025.

Guste más o menos, case su sensibilidad artística con la nuestra como lectores, lo que nadie podrá negar es que Lorenzo Montatore es un autor como hay pocos en el panorama comiquero actual. Y eso se dice como el mayor de los elogios, insisto, aunque de partida podamos pensar que su cómic no es el nuestro. Insistamos, en todo caso, en ese matiz: de partida. Porque leer a Montatore acaba despertando muchas cosas y No sé, pero… creo que moriré encaja a la perfección en esa idea. Podemos pensar en un primer vistazo que es un librito más pendiente de lo estético que de lo argumental, incluso que en ese segundo terreno hay un planteamiento de cierta ingenuidad, Si pensamos eso, siento deciros, nos estanos autoengañando. Quizá pensemos en el Montatore más divertido, aquel que quiere reírse del mundo y de la vida, pero es que aquí, lo dice claramente ya en el título de la obra, nos está hablando de la muerte. Y eso, se mire como se mire, incluso desde la comedia, es algo serio. No renuncia el libro a ese componente estético del que hablábamos, con muchas técnicas combinadas para acabar creando un todo bastante intrigante, pero lo que llama la atención cuando cerramos el libro es lo que nos ha contado, por encima incluso de la forma en la que nos ha llegado ese mensaje.

Podríamos hablar del sentido de No sé, pero… creo que moriré, pero uno de los enormes aciertos de Montatore está en que nos deja esa conclusión a los lectores. Lo hace de una manera clara y contundente, a pesar de que hay mensajes que quiere transmitir. Habrá quien entienda la comedia cínica que encierra, otros verán con más claridad los momentos más realistas que tiene, puede que incluso haya quien conecte directamente con alguna escena en concreto, porque los diálogos de Montatore tienen la cualidad de despertar los umbrales de nuestra memoria y recordarnos a algún momento que nosotros mismos hayamos vivido. Y precisamente por todo esto, lo que impulsa la obra es la enorme libertad con la que está creada. Es curioso que esa idea sea la que presida un tebo sobre la muerte, algo que no le es en absoluto ajeno al autor, pero que quizá aquí se manifiesta con la mayor rotundidad de toda su trayectoria. Que no nos engañe la teórica sencillez de su planteamiento, hay en estas páginas muchas razones para meditar sobre el tema de fondo. El hecho de que apueste por un niño como protagonista hace que la experiencia sea todavía más intensa, que nos involucre un poco más, que nos invite a pensar en la duda que se establece desde el mismo título de la obra y que hace que le demos vueltas a la causa de esa idea inicial.

Lo visual es, probablemente, lo que más claramente nos puede llevar a pensar en que estamos ante una obra sencilla. Ojo, eso no le resta méritos, al contrario, porque el collage por el que apuesta Montatore, junto con la sencillez de su trazo, hacen que estemos ante una obra más compleja de lo que puede parecer en ese primer vistazo. El autor destaca esa forma de realizar la historia como algo novedoso, algo que por supuesto valoramos en función de su trayectoria y nos permite trazar referencias con títulos anteriores, pero en el aquí y el ahora, en el análisis de No sé, pero… creo que moriré acaba siendo todo un acierto. No solo no nos desvía de los temas de fondo, sino que los apuntala. Su blanco y negro funciona, sus recortes también, la forma en la que va construyendo episodios que conforman una historia es muy interesante, e incluso hay momentos que nos hacen retrotraernos a otros momentos históricos del cómic español, cuando el humor era tan abiertamente sencillo que podía entenderse con solo posar la vista en una viñeta. No sé, pero… creo que moriré tiene muchos más elementos destacados, muchos más instantes que hacen de este un tebeo bastante único y distinto a lo que solemos ver, algo que sublima el estilo de Montatore y que nos abre la puerta hacia su mundo, el que ya ha enseñado, pero también el que tiene que mostrarnos en el futuro.

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