Autores: Xabier Alonso, Nermoia, Gabi Fernández, Mikelodigas, Gala y Lili, Irene Calvo, Víctor Espolio, Juanjo Gutiérrez, Óscar Silvestre, Ma, Ekim, Chinchilla y Cokito, Ruanso, Paupablosky, Leo Berrocal, Enrique García y Salvador González, Ene, Moño, Miguel Babiano y Jorge Puche, El Hombre Tucán y H. M. Crespo, Toni Romero y Josh Mora, Joaquín Mula, Jacobo Bonilla, Simónloko, Atomique, Lobón Leal, Ikaro Arde, @aymanuemanue, Enrique Domínguez, Guillermo Saavedra, Joaquín Guirao, Pal Morello, Benny Art.
Páginas: 302.
Precio: 18 euros.
Presentación: Rústica con solapas.
Publicación: Noviembre 2025.
Lo del cómic colectivo es curioso. Casi todos lo dan por muerto, pero resurge de las maneras más insospechadas. A veces es por una causa común, en otras ocasiones por formar parte del casi desaparecido formato de la revista, de vez en cuanto por encontrar una temática común que permite desarrollar relatos cortos que encajen en ese molde. Y luego está Malfario, que es un poco de todo, pero desde un entorno fanzinero y desprovisto de cualquier límite que podamos pensar. En este octavo volumen de la cabecera se junta un poco de todo lo anterior. Su espíritu de fanzine es evidente, a pesar de lucir una encuadernación más lujoso de lo que era habitual cuando esas publicaciones nacieron. Eso mismo hace que pensamos en la forma en la que la revista ha conseguido llegar a nuestros días, abandonando la grapa por el lomo, pero manteniendo la idea de reunir a un variopinto grupo de autores, aquí nada menos que 40, para dar forma a su contenido. Y llegamos al punto culminante, la temática común. Aunque pueda costar verlo en un primer vistazo a su cubierto por sus colores chillones, casi una estrategia más de comunicación de este singular proyecto, pronto se descubre el pastel: pornografía y dinosaurios. Así, tal cual. Son 33 historias plasmadas por esos 40 autores que van exactamente de eso. Sin filtros, sin límites.
Siendo tantas las historias que contiene este volumen, no tiene mucho sentido adentrarse en el análisis individual de cada una de ellas por falta de espacio y por el temor a no hacer justicia al nivel de ida de olla que supone este octavo volumen de Malfario. Que es mucho. Y es que, sí, es una sesión continua de dinoporno, como acertadamente se llama en estas páginas, desglosado en pequeñas dosis, pocas páginas de cado uno de estos escenarios, pero siempre con una intensidad que va de lo subversivo a lo radical, pasando por todos los niveles del jugueteo más insensato que uno pueda imaginar. Hay hasta una parodia de Dinosaurios, aquella serie de televisión en la que veíamos a dinosaurios con ademanes humanos, y otra de… Toy Story, llevada por supuesto a los extremos sexuales y jurásicos, valga el término para entendernos, que podamos imaginar. Es evidente que estamos ante unas páginas que buscan, por encima de todo, provocar y divertir a partes iguales. Sus objetivos no son elevados, pero sus metas como carta de presentación de los autores son dignas de elogio. No hay que olvidar que estamos ante una idea de autoedición, de alcance limitado ya desde su origen, y eso también otorga una libertad que es notable, dentro de lo irregular que por definición es un proyecto de esta envergadura.
Que haya una enorme variedad de historias es algo fascinante si tenemos en cuenta lo aparentemente limitado que puede ser el concepto que da origen a este volumen. Malfario es, en ese sentido, una caja de sorpresas continua. Lo mismo pasa con su dibujo, con estilos tan diferentes entre sí que casi parece mentira que puedan compartir una misma publicación sin que el lector, avisado o no de lo que está a punto de ver, se lleve las manos a la cabeza. Volvemos en este punto a ese toque fanzinero que luce a mucha honra. Malfario hace gala de la imperfección, la luce con orgullo y se vuelca, todos los autores parecen hacerlo, en que la historia se comunique con claridad y con el nivel de excitación que se busca. Eso es algo curioso si tenemos en cuenta que se pretende elevar la temperatura de una forma alejada a priori de lo cotidiano, y es evidente que dependerá de cada lector ante semejante cantidad de variedad como hay en estas páginas. Porque quien espere algo uniforme se va a llevar una gran sorpresa probablemente ya desde la segunda historia que vemos en este volumen. Lo extraordinario de Malfario es que convence la idea incluso sin necesidad de conectar con su propósito. Hablemos claro, no a todo el mundo le va el dinoporno, pero que exista de una manera tan sana e imaginativa es motivo de regocijo.
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