Guion: Marina Shirakawa.
Dibujo: Marina Shirakawa.
Páginas: 210.
Precio: 19,95 euros.
Presentación: Rústica.
Publicación: Septiembre 2025.
Hay dos consideraciones esenciales a la hora de analizar La invasión de los hongos del espacio. La primera, que esta es la primera obra publicada en España de un autor japonés, Marina Shirakawa, que hizo el grueso de su obra en la década de los 70 y de los 80 del pasado siglo, lo que da una idea de lo que nos queda por descubrir en las viñetas de todo el mundo y que todavía permanece inédito en nuestro país. La segunda, que esta obra bebe de terrores anteriores y de otras culturas, explotados por ejemplo en la ciencia ficción americana y británica de las décadas de los 50 y los 60, pero adaptando clichés a una historia muy japonesa en todos los sentidos, que además presume de serlo en su propia narración. Y podríamos hablar incluso de una tercera consideración previa, la de que el autor se muestra en estas páginas como un convencido creyente de lo que nos cuenta, del fenómeno ovni como uno de los grandes peligros que va a tener que afrontar la humanidad, no en la ficción, sino en nuestra propia realidad. Sus vaticinios, por ahora, no se han hecho realidades, pero entenderlos en esa creencia hace que sean todavía más desgarradores para asimilar la obra y las ideas de su autor. Y eso hace, casi en paralelo, que su ciencia ficción, muy japonesa en cierto sentido, sea bastante inquietante.
La tentación de relacionar La invasión de los hongos del espacio con historias como las de La guerra de los mundos o La invasión de los ladrones de cuerpos es más que razonable, pero Shirakawa se separa de aquellas precisamente en esa intención de estar contando algo realista, que de hecho relaciona con la naturaleza de los hongos terrestres que sí conocemos, creando casi una narración paralela que nos invita a ver el relato casi como parte de una publicación divulgativa y no como la obra de ficción que necesariamente es. En manos del lector queda comprar o no esas intenciones y dar verosimilitud a estas pretensiones del fenómeno ovni. A partir de ahí, la historia tiene su parte de tópico, porque su versión de una invasión extraterrestre arranca como tantas otras, siguiendo un camino tan marcado previamente como eficaz en su desarrollo. Lo que importa, una vez asimilado el punto de partido, es la adaptación a una narrativa nipone, más propia del manga que de otro tipo de historias. Y ahí Shirakawa hace que el viaje fluya de una manera tan ingenua desde nuestra perspectiva contemporánea en algunos momentos como innovadora en las ideas de género que va introduciendo, que es lo que hace que el relato se deslice de una manera bastante natural de la ciencia ficción al terror.
El dibujo se asoma con mucha facilidad a todos los terrenos de los que estamos hablando. Shirakawa tiene un estilo muy japonés, si es que algo así se puede decir, y sobre todo con características muy fácilmente trasladables al anime de los años 70 y 80, pero a la vez, cuando la historia ya lo demanda, sabe adentrarse en terrenos del género de terror bastante apreciables y, sí, de nuevo, muy propios del manga. La misma sencillez con la que concibe el objeto central de su idea, el platillo volante, se convierte en algo mucho más complejo, orgánico y turbio cuando se trata de dar vida a esos hongos del título. Y, además, con dos conceptos casi contrapuestos en cuanto a su forma, la del hongo en superficie y lo que esconde debajo. Esa es la mejor muestra de lo bien que sabe articular el relato Shirakawa, de cómo consigue generar el horror que hay en la historia con conceptos bastante básicos, y de la vida que insufla a los personajes en un escenario que, al final, se convirtiendo en uno de enorme soledad. Ese es otro de los grandes aciertos de La invasión de los hongos del espacio, la atmósfera que se crea, no ya para hacer creíble una invasión alienígena, sino para entender cómo la afrontan los protagonistas. No es nada descabellado que, por temática, por género y por su carácter inédito, podamos considera esta como una apreciable obra de culto.
Shinyaku enban kinoganga se publicó originalmente en 1976. El contenido extra lo forman sendos artículos sobre la obra y el autor escritos por Takeo Udagawa y Ryan Holmberg.
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