Retrospectiva es un viaje al pasado, pero también en algunos casos una mirada al presente y hacia el futuro. Es nuestra forma de reconocer maestros a través de los tebeos de los que ya hemos hablado en Cómic para todos.
Érase una vez un guionista de género que demostró a todo el mundo que era un escritor como la copa de un pino. Muchos conocimos a El Torres como escritor de cómics de terror. Disfrutamos sufriendo con El velo, El bosque de los suicidas, Tambores, Roman Ritual o Las brujas de Westwood. Sí, cómics de terror, pero inteligentes, bien hechos, historias de esas que tratan al lector con respecto a inteligencia, no acumulaciones de sustos para lograr un fin que no se sustenta en la historia. El Torres no solo escribía historias de terror, escribía historias con personajes espléndidos. Y ahí se veía.
Por eso no fue de extrañar que un buen día empezara a contarnos otro tipo de historias con el denominador común de utilizar personajes del arte y la cultura de nuestro país para contar tebeos de esos que se consideran más serios. ¿Lo son? Puede que sí, puede que no. ¿Pero buenos? Un rato. Porque El Torres, insistimos, escribe historias brillantes. De ahí salen joyas como Goya. Lo sublime terrible, El fantasma de Gaudí, La huella de Lorca, Galdós y la miseria o Espada y pluma. El Capitán Contreras y Lope de Vega, retratos formidables de una España distinta, pruebas de que la erudición no está reñida con la literatura popular y ejemplos maravillosos de lo que un escritor puede hacer con figuras de nuestra historia.
Lo gracioso es que este El Torres no está en absoluto reñido con ese otro El Torres del que hablábamos, el que es capaz de escribir gamberradas como Nancy in Hell o Bribones, el que simplemente pasa un rato divertido con historias de menores pretensiones pero idéntica diversión como El mapa del miedo, Hoy me ha pasado algo muy bestia o Whodunnit?, historias que, además de ir saltando de género, reflejan también una de las enormes virtudes que tiene El Torres, la de encontrar el dibujante perfecto para cada una de las historias que escribe.
Y de repente llega Sangre bárbara y es cuando nos damos cuenta de que El Torres no tiene límites. Firmar a día de hoy una de las mejores historias de Conan que jamás se hayan escrito es algo que no todo el mundo puede hacer, más cuando la liberación de sus derechos en Europa ha hecho que tantos quieran mostrar su visión del bárbaro de Robert E. Howard. No es que el género le fuera extraño, a su manera Bribones lo toca y podemos colocar en el mismo saco desde un punto de vista más serio y violento a Ghost Wolf, pero Sangre bárbara es algo más. Es mucho más. Da igual que se lea en color o en blanco y negro.
El hecho de poder volver a los mundos que ha tocado, en forma de secuelas y con nuevas aproximación a los géneros en los que ha brillado, y es inevitable volver al terror y a lo que hizo en Phantasmagoria, obliga a pensar en la versatilidad de El Torres. Otra de sus grandes virtudes, que sirve para un roto y para un descosido… y que en todos los casos saca una obra que merece la pena. No es fácil escribir tanto y tan bien. Honremos ese pensamiento sabiendo que el cómic de El Torres es maravilloso y que algún día se le hará justicia, valorándolo como la obra no de un guionista de tebeos de terror (cosa que ya merecería el máximo de los respetos), sino como la de un escritor.