Guion: Héctor Germán Oesteherld.
Dibujo: Alberto Breccia.
Páginas: 64.
Precio: 21,90 euros.
Presentación: Rústica con solapas.
Publicación: Abril 2025.
Benditas sean las adaptaciones al cine y la televisión de los más distintos cómics si sirven para recuperarlos y, sobre todo, para que la historia de su publicación se exponga a ojos de lectores que desconocen sus interioridades. Con el aterrizaje de la serie de El eternauta, es buen momento para volver a la obra original, firmada por Héctor Germán Oesteheld y Francisco Solano López (aquí, su reseña), pero también para recordar que el escritor hizo varias versiones de la misma. La que nos ocupa es la segunda, la que dibujó Alberto Breccia, la que nos llega ahora con el título de El eternauta 1969 precisamente para diferenciarla de la obra original. Y quizá sea eso lo fundamental, que establezcamos los motivos por los que esta versión es interesante con respecto a la primera, que es seguramente la más conocido, extendida y completa. Sobre esta pesa, obviamente, el carácter de Breccia, que con su dibujo, con sus características, marca todo lo que tiene la historia. Y pesa también que se marque todavía más el sentido político que tiene el relato, no lo olvidemos, creado a mediados en la década de los 50 del siglo XX y actualizado con este remake en los 60, años que sin miedo alguno podemos calificar de convulsos en la política argentina. El hecho de que esta sea una versión maldita en muchos sentidos no hace más que acentuar el interés.
La historia es, básicamente, la misma que ya conocen quienes sepan de El eternauta, la de una invasión alienígena que sorprende a cuatro amigos jugando a las cartas en una casa cerrada y eso les salva del toque mortal de la nieve que hay en el exterior. Pero a partir de ahí, hay mucha tela que cortar. En primer lugar, El eternatuta 1969 solo llega a cubrir el primer episodio de la historia original, no se pudo continuar porque no gustó políticamente ni tampoco convenció al lector. Y eso, hoy, podemos decir que era una cuestión coyuntural. Por supuesto que la lectura política es importante, y muy de trinchera, pero eso no invalida el relato ni sus ideas. El impacto sigue siendo notable, los personajes siguen moviéndose en la delgada fina de la desesperación y la racionalidad para entender lo que está sucediendo y buscar la forma de salir adelante. Todo eso está intacto, aunque es cierto que el perfil de los personajes es más bajo porque en estas páginas hay una pretensión mucho más potente de hablar del escenario, de la invasión, de la respuesta, del abandono de América Latina ante una evidente situación de crisis. Es verdad que hay algo más de caos, algo más de prisa por llegar a un final, alguna sensación más marcada de que la propia historia tiene mucho más que dar de lo que recibimos en estas páginas, pero en general funciona todo muy bien.
Todas estas impresiones, es lícito reconocerlo, surgen en buena medida de la narrativa de Breccia. No es Solano López, eso es obvio, su dibujo no apuesta por una claridad clásica, todo lo contrario. De hecho, el mayor problema que podemos tener al afrontar El eternauta desde el punto de vista de Breccia es precisamente ese caos del que hablamos, el hecho de que le importa mucho más el escenario y lo que este puede transmitir que individualizar a los personajes de una manera clara y continuada durante todo el libro. Es verdad que eso resta emoción humana a la historia, pero a la vez genera una atmósfera bestial, en la que los negros devoran a los blancos, cuando en realidad en el blanco es donde se esconde el enemigo mortal de este relato. Esa paradoja, esa contradicción, habla bien de lo que Breccia aporta a El eternauta, con unas marcadísimas sombras, con juegos visuales que aportan una nueva dimensión a este mundo, con una militarización también en el dibujo que añade una nueva capa a una historia, la de Oesterheld, que tiene la enorme virtud de haber sobrevivido durante muchas décadas con una fuerza que el tiempo no ha podido devorar. Sea en su versión original o sea en esta, degustada con mucho gusto por otras razones, El eternauta sigue muy, muy vivo y los miedos que representa siguen siendo muy actuales.
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