Guion: Gol.
Dibujo: Aurelio Medina.
Páginas: 64.
Precio: 17 euros.
Presentación: Cartoné.
Publicación: Febrero 2025.
Los tiempos cambian. Ya no estamos en un momento en el que haya que contraponer el rigor con las artes para crear un buen tebeo, y en buena medida eso se lo tenemos que agradecer a la evolución del cómic histórico, que ha sabido entender que las dos cosas son compatibles. Hablamos de nuestro país, claro, porque eso es algo que en el cómic francobelga, el claro modelo a seguir, ya llevaba décadas aplicándose. Nos sirve Los comuneros para defender esa idea precisamente porque en la introducción del libro se habla de objetividad a la hora de componer la historia, un valor que casi siempre puede estar sujeto a debate (y de hecho incluso lo está sobre este tema concreto, como se apunta en esas mismas líneas) pero cuando se leen las páginas escritas por Gol y dibujadas por Aurelio Medina se descubren personajes con esencia y presencia, que sirven para complementar los hechos históricos comprobados con una humanidad que es, precisamente, lo que acaba engrandeciendo relatos de esta guisa. Gol es, en ese sentido, un escritor hábil, y da un trasfondo mucho más personal a una obra que apunta a ser complemento directo y esencial de cualquier ensayo o libro de texto que aborde estas circunstancias que rodearon el mandato de un rey criado en Flandes y la forman en la que se afrontó en los reinos hispánicos su proclamación.
Gol, siempre lo hemos dicho, es un escritor inteligente y versátil. Empezando por lo segundo, es capaz de abrazar tonos muy distintos para profundizar y llevarnos con él a terrenos históricos que poco tienen que ver con el anterior. Eso le convierte en un argumento de autoridad evidente a la hora de abordar Los comuneros, porque de él siempre podemos esperar que dé con el tono correcto. De ahí lo primero, su inteligencia, porque sabe que no puede escribir este álbum como lo hizo con Cruz Negra (aquí, su reseña) o con Cervantes. La ensoñación del genio (aquí, su reseña), por citar un par de trabajos que, con escenario histórico, no tienen nada que ver con lo que podemos ver en Los comuneros. Así, combina cuadros de texto muy informativos, en los que está el contexto histórico de lo que está sucediendo con diálogos que sabemos inventados, pero que encajan muy bien en el relato y en los personajes, a los que hace brillar de manera humana, cercana y realista sin salirse por ello del marco autoimpuesto en la obra. Pocas fisuras hay en ese sentido en una lectura de la que salimos reforzados en nuestro conocimiento de Historia y en la que nos vemos empujados a tomar partido o, al menos, entender a sus protagonistas en las acciones que toman y en las relaciones que sostienen con quienes aparecen con ellos.
En el dibujo de Medina se ven intenciones parecidas, hay un deseo claro de que la enorme documentación que se ha debido de manejar para que todo resulte creíble y nos traslade al siglo XVI se combine con la expresividad de los personajes. El estilo del ilustrador es muy realista, incluso aunque aplique una cierta sencillez esquemática a algunos de los planos generales, y eso hace que conectemos con facilidad con la intención documental que tiene Los comuneros. Pero si alguien cree que ahí acaba todo, que se pase por ejemplo por la narrativa que aplica a la batalla final, sumamente espectacular en su sencillez y complemento perfecto de lo que tiene que ser este álbum histórico, entendiendo momentos mucho más humanos, épicos y patéticos, que los hay. Es verdad que en alguna viñeta se puede atisbar cierta frialdad, fruto del deseo de ese tono documental y preciso que hay en Los comuneros, pero es un detalle menor bien compensado con el ritmo que tiene la lectura. Gol y Medina comparten objetivos y se nota. Hay más experiencia en el escritor que en el ilustrador, pero los dos ponen lo mejor de sí mismos para encontrarse por el camino en los muchos aciertos que tiene este álbum histórico. Hay Historia, con mayúsculas, desde luego, pero también una historia apetecible y bien narrada.
El único contenido extra es una introducción de Carlos Belloso.