Guion: Fidel Martínez.
Dibujo: Fidel Martínez.
Páginas: 160.
Precio: 23,95 euros.
Presentación: Cartoné.
Publicación: Febrero 2025.
Hay en las obras de Fidel Martínez una ambición que se contagia de una forma muy sugerente. No hace falta ni abrir su nuevo libro, Hijos del fuego, para saber que la impronta del autor de Sarajevo Pain (aquí, su reseña) o Arconte (aquí, su reseña) está más que presente. Surge del escenario en el que ambienta esta suerte de thriller, Chernóbil, pero también de lo que nos cuenta, de la estructura que usa, de la hábil mezcla que hace entre una realidad aterradora y una fantasía apabullante, que intimida a la vez que engancha. Sería absurdo negar que esa ambición es lo que se coloca sobre la balanza para que el lector decida su grado de cercanía hacia la historia, porque estamos ante un autor interesante y personal que sabe enseñar y exigir a quien se asoma a sus libros a partes iguales, pero también lo sería no apreciar esa valentía como un rasgo de autoría al que nos agarramos con una comodidad tremenda, expectantes ante lo que estamos viendo, por momentos fascinados por la mitología que construye Martínez. Chernóbil, lo hemos dicho, añade ambición, un claro poso de drama y gravedad, pero el autor sabe incorporar elementos a ambos extremos de la realidad que hacen de Hijos del fuego una aventura distinta, inesperada, muy en la línea de lo que podemos esperar de su creador, pero no por ello cómoda.
Quien haya leído trabajos anteriores de Martínez sabe de ese arrojo narrativo del que estamos hablando. Hijos del fuego no cambia esas inquietudes, al contrario, las potencia un poco más si cabe, y podemos situarla a medio camino entre las dos que hemos citado en muchos sentidos. El escenario real, el de una de las tragedias más potentes de la Europa de los años 80, nos hace conectar con Sarajevo Pain; la parte más mitológica y fantástica con Arconte. Pero a la vez, como nos pasa siempre con el autor, la sensación que flota durante la lectura es la de que estamos ante algo único, cerrado y personal. Eso hace que Martínez maneje distintos registros a lo largo de su obra, cambiando casi radicalmente de tercio en un momento dado para explicar lo que nos está contando, y con un grado de sorpresa admirable. Podemos intuir un alegato ecologista, pero es también una obra que presenta una paradoja fascinante, puesto que trata de personajes inalcanzables con los que parece inevitable sentir una imposible empatía. A ellos llegamos por otros protagonistas que tiene emociones humanas y cercanas, aunque sea más difícil establecer con ellos esa conexión. Más paradojas. Puede que eso sea lo que hace de Hijos del fuego un tebeo atractivo, su capacidad de hacer que nos veamos empujados a sentir contradicciones.
Puede que hasta su potente blanco y negro entre en esa categoría. Insistimos, forma parte del mensaje narrativo de Martínez, el legado que está construyendo con sus obras en conjunto, pero no por eso deja de trasladar emociones distintas a las de Sarajevo Pain o Arconte. De alguna manera, el dibujo de Hijos del fuego tiene una claridad evidente, la sencillez de líneas y formas ayuda mucho en ese sentido, también su apuesta por seres de forma humana, aunque gocen también de una presencia que nos invita a trascender esa realidad de la que forma parte. Hablar de claridad, en todo caso, no limita su valentía narrativa, una en la que la asociación de ideas, la metáfora, la conexión entre lo humano y lo divino, son todos elementos que están presentes. Y sí, añade una paradoja más, porque lo que parece sencillo en realidad no lo es y nos hace regresar a la página que acabamos de leer, conscientes de que necesitamos darle tiempo a Martínez para que su mensaje llegue. Hijos del fuego, en ese sentido, no parece acabar cuando cerramos el libro, no concluye con su lectura lineal y ordenada, porque nos lanza muchas ideas que nos vamos a sentir empujados a corroborar, a sentir, a meditar, regresando de nuevo a sus páginas, pero también por el poso que Martínez siempre deja con cada una de sus obras, lo que sigue confirmándole como un autor de enorme interés.
El único contenido extra es un dosier sobre el proceso de la obra.
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