Guion: Steve Darnall.
Dibujo: Alex Ross.
Páginas: 128.
Precio: 20,50 euros.
Presentación: Cartoné.
Publicación: Noviembre 2024.
Parece mentira que El Tío Sam sea un tebeo publicado hace más de un cuarto de siglo, porque este relato de un vagabundo errante que dice ser la personificación de la figura más norteamericana que uno pueda imaginar, porque tiene mucha más actualidad de la que casi podríamos creer. Lo que escribe Steve Darnall, partiendo de un argumento de un Alex Ross que estaba dando sus primeros pasos en el cómic norteamericano, es un recorrido por la historia del país, pero también por su momento actual… y ese momento parece congelado en el tiempo, independientemente de los sucesos que han tenido lugar en los últimos 25 años y que, sin duda, han moldeado la fisionomía de la sociedad americana. Pero Ross, con Darnall, es certero en el análisis. Puede que se desvíe un tanto el foco del análisis social por el misterio que rodea a este Tío Sam, por la duda constante que plantea el cómic, y que conscientemente no termina de resolver, sobre si este es el auténtico o si estamos siguiendo los pasos de un anciano vagabundo, enajenado por motivos que desconocemos. Quizá esa sea la mejor metáfora sobre Estados Unidos, reluciente, brillante y exitoso en su retrato hacia el mundo, pero con incontables cadáveres dentro del armario de puertas hacia dentro, que es donde se ven las miserias de esta sociedad pretendidamente perfecta.
Con todo lo anterior, bien podría entenderse que el cómic de Ross y Darnall es una respuesta a las soflamas de Donald Trump, y por eso hay que insistir en que estas páginas vieron la luz en un año 1997 que, para muchas cosas, parece increíblemente lejano, pero que para otras, como esta historia, da la sensación de ser un tiempo muy cercano. Ese es el gran cierto de El Tío Sam, haber traspasado los umbrales del tiempo sin perder vigencia y a pesar de ser una obra que se antoja adecuada para su momento. Habla de pobreza, de miseria, de guerra, del lado más podrido y mentiroso de la política, habla del desprecio a quien no está en nuestra escala social, habla de la misma esencia de Estados Unidos y del sueño americano. Quizá, por ponernos algo quisquillosos, son demasiadas cosas para una historia que abarca apenas un centenar de páginas, y lo hace además compaginándolo con el ansia de saber la verdad sobre el protagonista al que seguimos en este viaje, a medio camino entre lo realista y lo alucinógeno, sobre todo cuando se trata de mostrar los grandes símbolos del país norteamericano. Esa ambición, en todo caso, hay que considerarla como algo muy positivo, porque es lo que, al final, ha permitido a esta obra vivir mucho más allá de su tiempo y de cualquier coyuntura concreta a la que podamos vincular su nacimiento.
Ross tiene muy buenas ideas, pero parece evidente que lo que más y mejor podemos destacar es su dibujo. Estamos hablando, insistimos, de una historia publicada en 1997, y entonces no teníamos tantas muestras de su arte como las que tenemos ahora, por lo que cada historia es una enorme sorpresa. Su estilo fotorrealista es espectacular, siempre lo ha sido, y destacan esos planos picados, esa puesta en escena tan impresionante, esa forma de captar emociones a través de la expresividad, ese increíble nivel de detalle con el que construye incluso la más pequeña de las viñetas. No vamos ahora a descubrir a Ross, eso es evidente, pero sí vamos a poner esta obra en su más que necesario contexto, porque nos mostraba a un autor en sus primeros años de carrera, con una forma de entender la realidad que no era precisamente la más corriente en el cómic contemporáneo. Podemos pensar que el hecho de usar modelos fotográficos resta algo de valor a su talento, pero el resultado sigue siendo fascinante, genera el impacto que busca y hace que sus figuras sean icónicas, de las que se quedan grabadas en la memoria ya desde la cubierta del libro. Solo el dibujo de Ross ya hace que leer El Tío Sam sea una experiencia formidable, pero eso no resta méritos a su historia, que nos ayuda a entender, con mucha inteligencia, qué es Estados Unidos y que supone en nuestro mundo.
El volumen incluye los dos números de U.S., publicados originalmente por Vertigo en 1997. El contenido extra lo forman una introducción de Greil Marcus, las portadas originales de Alex Ross, un artículo de Steve Darnall sobre el Tío Sam y un portafolio de bocetos e ilustraciones de Ross.
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