‘Clover’, de Clamp

Editorial: Norma.

Guion: Clamp.

Dibujo: Clamp.

Páginas: 480.

Precio: 24,95 euros.

Presentación: Rústica con sobrecubierta.

Publicación: Junio 2024.

¿Cómo se puede valorar algo como Clover? Por referentes, no, porque es una obra distinta, muy experimental, que no quiere dar demasiada información porque apuesta por el misterio, por ir viendo y sintiendo más que tener todo atado desde el principio. Por su final, tampoco, porque la conclusión acaba siendo casi lo menos importante de todo. En Clover manda el viaje. ¿Y la autoría? Las Clamp son un grupo de artistas, por lo que, sí, viendo un estilo claro también se pueden apreciar sensibilidades distintas pero compatibles. ¿Acaso por lo que nos cuenta Clover en sus dos volúmenes? Complicado también, porque resumirlo y hacer una sinopsis comercial es todo un reto. Basta con dejar claro que el escenario es futurista y distópico, que el centro de la historia pasa por unos muchachos a los que se denomina tréboles y que tienen habilidades especiales. Cada uno de los dos volúmenes juega con esa idea con personajes distintos, dando la sensación de que estamos ante un universo mucho más amplio de lo que realmente se nos explica. Y, ahí está el mérito, tampoco es algo que se eche de menos viendo el brutal carácter inmersivo que tiene un manga pensado para fascinar casi desde sensaciones minimalistas, en la forma y en el fondo, sintiendo más que pensando, asimilando más que procesando.

Si pensamos en las historias de los dos volúmenes, Clover puede entenderse como una suerte de thriller de ciencia ficción, y en cierta manera lo es, sobre todo el primero de los libros, pero da la sensación de que Clamp busca algo distinto, más fresco y sobre todo alternativo, algo que se salga de los cánones, aunque sus personajes puedan formar parte de alguna etiqueta que nos recuerde a otras obras. No en vano la historia arranca con un agente que tiene que proteger a una joven, algo que sirve de base a docenas de historias. Pero aquí todo parece distinto por etéreo, por inexplicado, por abstracto incluso, porque las Clamp vuelcan en su obra más poesía que narración concreta. Más que una historia, Clover parece capturar momentos, incluso dentro de una continuidad que se sigue con bastante facilidad. Lo decíamos, se trata de sentir lo que está pasando, no necesariamente de que podamos interiorizarlo todo ni mucho menos explicarlo. Sin esas necesidades, Clover se convierte en una historia, dos más bien por estar hablando de un cofre integral, que se asoma a lo diferente sin miedo a que el lector pueda estar leyendo desde una cierta incomprensión. Según pasan las páginas queda mucho más claro lo que persiguen sus autoras y, por tanto, el disfrute se acrecienta.

Mientras tiene lugar ese proceso, lo destacable está en lo visual. Desde el primer momento se conjugan una iconografía fascinante y una narrativa de lo más particular, en la que no hay miedo alguno en dejar mucho espacio a los blancos (o a los negros ocasionalmente) para que sean el marco en el que se desarrollan las emociones. Hay mucho primer plano, pero también un juego de detalles fascinante. Incluso podríamos decir que esas sensaciones se acrecientan en el segundo tomo, quizá porque tiene un trasfondo argumental artístico que también se incorpora a la narración visual. Clover tiene, en todo caso, la vocación de entrar por los ojos desde el primer momento, desde el diseño de sus personajes hasta las opciones que maneja para mostrar este futuro distópico, todo tiene una razón de ser que va más allá de la espectacularidad y la dinámica que seguramente habría tenido esta misma historia contada desde una pretensión mucho más vinculada al espíritu del blockbuster. En otras palabras, Clover siempre intriga, mantiene enganchado, deja mucho que ver y en lo que pensar, a veces con la cabeza y en otras ocasiones con el corazón porque no deja de ser una presentación muy emocional en todos los sentidos. Y sí, lo que decíamos, un manga abierta y orgullosamente diferente, con todo lo que eso conlleva.

Kodansha comenzó a publicar Clover Shinsoban en 2008.

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