‘Lo flamenco’, de Nathalie Bellón

Editorial: Dolmen.

Guion: Nathalie Bellón.

Dibujo: Nathalie Bellón.

Páginas: 104.

Precio: 17,90 euros.

Presentación: Rústica con solapas.

Publicación: Junio 2024.

Hay un chiste muy divertido en la cubierta de Lo flamenco, si se sabe entender, que explica muy claramente lo que es la obra. En esa ilustración, la autora y conductora, Nathalie Bellón, camina entre flamencos, móvil en mano, adentrándose en el terreno que apunta desde la contracubierta. Y sí, justo de eso va Lo flamenco, no de flamencos, no de esas espigadas aves de largas patas y alto cuello, sino de lo flamenco, de aquello que define ese arte musical desde sus entrañas, desde lo más profundo, desde su significado mucho más que desde su historia. Identidá, periferia, escena, pensar, cuerpo, palabra y vivir del flamenco son los términos que se asoman a cada uno de los capítulos del libro, y son de alguna manera la presentación espléndida de lo que Bellón nos quiere contar. No vamos a encontrar aquí lo más típico del flamenco, lo que veríamos en la televisión, incluso en libros que exploren su historia o presente, sino que se impone su naturaleza, su búsqueda en realidad porque eso mismo es lo que hace la autora haciendo de este cómic un trabajo documental y, de alguna manera, muy personal, con sus entrevistas, sus paseos, sus descubrimientos. Solo falta la música, una que no escuchamos pero que Bellón acierta a transmitir para que seamos nosotros, los lectores, los que pongamos a la lectura el sonido adecuado.

Lo que brilla es Lo flamenco es la espontaneidad, es un tebeo que se lee con la sensación de descubrimiento continuo, con la ilusión de quien no sabe sobre un tema, pero está escuchando a gente que, sin el carisma de las grandes estrellas de esa materia, sabe perfectamente de lo que está hablando. El mérito de Bellón está en encontrar todo esto lejos de los rincones más previsibles, lo que hace que su trabajo sea una sorpresa continua, por la forma, que no deja de ser la de un documental por capítulos y una óptica muy personal, pero sobre todo por el fondo, porque todo lo que vemos tiene olor a genuino, a auténtico, a esencial. No es el flamenco que veremos en la televisión, no es el de los turistas, es el de verdad. La tipografía escogida para el viaje hace de este una experiencia un tanto más exigente para el lector, pero parece también un camino para que las voces suenen reales. No quiere Bellón dar facilidades obvias, quiere que nos impliquemos, y lo consigue con una enorme naturalidad. Lo flamenco es puro, es vibrante, y a la vez es algo que parece muy distinto. Por eso brilla, porque elude los tópicos, los temáticos y los geográficos, y ofrece mucha información para quienes quieran un punto de partido para comenzar su propia experiencia en el mundo del flamenco.

El dibujo de la obra incide mucho en esa idea documental, realista y natural que quiere transmitir. No es que busque un realismo fotográfico, las distancias se ven sobre todo con el uso del color, con fuertes tonalidades sobre blancos intensos, pero sí que nos sintamos dentro de una realidad identificable, algo que consigue con relativa facilidad por el tono que tiene todo el relato. De hecho, tiene mérito crear un vínculo tan realista con los personajes si vemos la economía de líneas con la que están construidos los rostros, una parte esencial de la información visual que transmite Lo flamenco. Si nos ponemos a buscar capas en estas páginas, hay un aspecto de la obra que resulta muy curioso, y es que actúa también como postal, como capturador de momentos que nos remiten a esa esencial musical que persigue la obra. Es una forma distinta de llegar al mismo punto, y es una forma de dar valor en sí mismo al dibujo de la obra, también de manera autónoma, explicando a la vez que Bellón es una muy buena ilustradora. Lo flamenco, hay que insistir en esta idea, es un viaje lleno de una pasión que se contagia con mucha facilidad, llevando al lector, incluso al que no tenga ningún tipo de conocimiento sobre el flamenco, a sentirse parte de su forma de entender no solo la música sino también la vida.

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