‘El bárbaro’, de Javier Marquina

Editorial: Inuit.

Guion: Javier Marquina.

Dibujo: Daniel Tomás, Rafael Pérez, Arnau López, Carlo Romero, Xavi Juan.

Páginas: 96.

Precio: 11,95 euros.

Presentación: Rústica con solapas.

Publicación: Abril 2024.

Por estos lares sentimos un enorme aprecio por Javier Marquina y llevamos ya muchos cómics hablando muy bien de su trabajo. Spoiler, con El bárbaro no vamos a hacer una excepción. Desde la liberación de los derechos en Europa del Conan de Robert W. Howard hemos visto varias versiones en viñetas del personaje, y seguramente después de El Torres, que hizo un sensacional trabajo con Sangre bárbara (aquí, su reseña), el autor al que muchos señalaríamos como el ideal para el personaje era Marquina. Y sí, El bárbaro cumple con creces con las expectativas que pudiéramos tener a priori, además con un punto de originalidad que da frescura a la propuesta. Quienes esperen de Marquina que se manifieste como un lector del Conan mas clásico van a salir satisfechos, y quienes no quieran ver mas de lo mismo, también. Paradójico, ¿verdad?  Pues muy real, porque lo que nos ofrece El bárbaro es, en realidad, una antología que bien podría haberse escapado de las paginas de La espada salvaje de Conan, cuatro relatos muy distintos entre sí y, además, con ilustradores diferentes para que las sensaciones sean inmejorables. Hay aventura, hay épica y sí, tambien hay algo de homenaje, pero por encima de todo hay un sanísimo entretenimiento, de los que honran el un tanto olvidado genero de la espada y brujería.

Además de ser la historia más larga, La cripta es también la que mejor casa con el concepto que podemos tener de Conan desde el cómic, desde aquellos lejanos tiempos en los que Roy Thomas y Barry Windsor-Smith primero y sobre todo John Buscema después forjaron la icónica imagen del personaje. Marquina sirve a Daniel Tomás, ilustrador de este segmento, una historia sencilla, directa, cargada de adrenalina y de todo lo que cabe esperar del género. Con las justas explicaciones, sin necesidad de perderse en presentaciones, el escritor aventura una incursión del bárbaro de la que no necesitamos saber ni siquiera el fin que tiene. La acción nos gana. Y la forma en la que Tomás nos la sirve en blanco y negro, aprovechando las luces de una tormenta y la oscuridad de una siniestra guarida, crea la ambientación perfecta para que disfrutemos de este Conan incluso sin llegar a saber que estamos viendo a Conan. Es casi un compendio completo de todo aquello que nos hacía disfrutar de La Espada Salvaje más que del Conan original, y de todos los elementos que nos hacían disfrutar solo echamos en falta en estas páginas la presencia de algún personaje femenino, tan característicos del género. Por lo demás, el disfrute es absoluto, es una inmersión tremenda en la situación descrita y tiene un dibujo muy logrado.

Lo más rompedor empieza con El museo, porque Marquina decide tratar ya a Conan como la leyenda que es, rindiendo el homenaje del que hablábamos. En este pequeño relato, el bárbaro es una leyenda histórica, parte de nuestro mundo, vestigio en nuestra actualidad y, como avanza el título, protagonista de un museo. La juguetona idea la dibuja Rafael Pérez con una eficacia distinta a la de Tomás, porque distinta es la historia. En La torre, lo que vemos en un Conan futurista. Frescura, mucha, la que hay en el planteamiento y la que aporta además el dibujo de López. ¿Es lo que uno espera de Conan? Seguramente no, porque Conan es espada y brujería, no aventura espacial, pero el riesgo también hay que valorarlo como algo positivo, más cuando forma parte de un planteamiento global como el que hay en El bárbaro. El cierre del libro, La reina, con dibujo de Carlo Romero y Xavi Juan, recupera un tanto las sensaciones iniciales, las de la primera historia, pero de otra manera, entrando en un atrevido híbrido entre cómic y libro ilustrado, muy bien ejecutado y que supone un cierre interesante a un volumen en el que merece la pena adentrarse. Marquina es un escritor hábil, un firme defensor del género, y parecía lógico pensar que iba a dar la talla. La da, y sus dibujantes también, seamos o no aficionados a Conan o a la espada y brujería.

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