Guion: Ricardo Martínez, Nacho Moreno.
Dibujo: Ricardo Martínez.
Páginas: 300.
Precio: 45 euros.
Presentación: Cartoné.
Publicación: Mayo 2024.
Hace prácticamente nada, tuvimos la ocasión de ver todo lo que se publicó en España de Goomer, la deliciosa aventura espacial juvenil de Ricardo y Nacho, recopilado en dos tomos integrales que se recogían en un estuche (aquí, su reseña). Si ahí está todo, ¿qué aporta entonces Una antología galáctica? Muy sencillo, lo que se denomina la aventura americana de Goomer. El personaje, convertido en protagonista de una tira de prensa. En realidad, muchas de esas tiras son las mismas que pudimos ver aquí en España, adaptadas para que tengan el formato adecuado y con los lógicos retoques culturales o temporales para que se entiendan algunos chistes, pero es el mismo Goomer que conocemos y adoramos, por lo que son páginas que acaban siendo necesarias para cualquier completista que se precie de serlo. Y Goomer, además, sabiendo que no va a tener continuación por la triste pérdida de Nacho, es de estas historias que merecen estar en las estanterías del lector de la manera más completa posible. Quizá se podría haber pensado en un volumen distinto, que encajara en la misma edición del integral, sí, porque al final todo lo anterior ya forma parte del contenido de aquellos dos libros, pero la lectura es tan divertida que a uno se le olvida todo. No es fácil pagar por contenido que ya se tiene, pero lo que no se tiene es también magnífico.
Goomer es muy divertido, es el punto clave de todo esto, lo esencial a la hora de asomarse o de regresar al mundo que idearon Ricardo y Nacho, lo era entonces, cuando se publicó originalmente, y lo sigue siendo ahora, cuando han pasado décadas desde la primera vez que algunos tuvimos la suerte de ver las tiras en los suplementos dominicales. Goomer es el antihéroe perfecto, pero no desde el punto de vista más habitual del cómic, el de la violencia o el de la ambigüedad moral, sino desde el de la mediocridad más absoluta. Goomer es simpático, desde luego, pero no parecer saber hacer nada especial, lo que contrasta con sus anécdotas inventadas junto a Flash Gordon; es un mujeriego en el peor de los sentidos, babeando sin esconderse con la hermana de quien se supone que es su novia; es socialmente torpe, incluso sin tener en cuanto las lógicas diferencias entre la cultura terráquea y la del planeta en el que aterriza. Y podríamos seguir, pero es que nos reímos tanto con cada una de sus peripecias, con ese tenue pero omnipresente análisis social que los autores dejan ver con sus paralelismos entre un mundo y otro, con la forma de comportarse de los personajes, con el humor y los golpes de efecto que persiguen, que casi da igual lo que definamos a priori: lo mejor de Goomer sigue siendo leerlo.
Y, por supuesto, disfrutarlo visualmente. El dibujo de Ricardo es maravilloso. Es pura comedia, pero no desdeña para nada aspectos de la ciencia ficción muy enriquecedores, tanto en la construcción de los personajes como en los escenarios. Además, domina el guiño a otras franquicias, que unos cuantos hay diseminados por estas páginas, y sabe adaptarse al formato que exige cada una de las revistas por las que fue pasando o los cambios en su maquetación, algo más palpable en la última etapa, antes del final definitivo de las aventuras de Goomer. Parece mentira que algo con periodicidad mensual y llamada en teoría a divertir a lectores de corta edad haya tenido la capacidad de perdurar en el tiempo como lo ha hecho la obra de Ricardo y Nacho. Hay, y eso es obvio, un punto de nostalgia en la recomendación que puede hacer de Goomer un lector juvenil de antaño, algo que se reproduce cada vez que los tebeos infantiles y juveniles de los años 80 y 90 regresar a las librerías ahora en un formato mucho más lujoso y duradero que el del suplemento dominical, pero la apuesta es tan atractiva que no hay razones para pensar que quien entre de nuevas en el mundo de Goomer no lo va a disfrutar como lo hicimos entonces. Una antología galáctica funciona muy bien en ese sentido porque es una espléndida selección de páginas, que construyen una cronología firme.
El volumen incluye una selección de las tiras publicadas en El País y El Mundo entre 1988 y 2013. El contenido extra lo forman una presentación de Javier Sierra, ilustraciones, bocetos y textos de Ricardo Martínez, así como unas notas finales de Paloma Puya.
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