Director: Carlos Márquez.
Reparto: Susana Klein, Cecilia Gispert, Nelly Hering, Oscar Silva, Paqui Balaguer, Susana Sisto, María del Pilar Lebrón, Marta Olivan, Haydeé Lesker.
Guion: Alberto Cabado.
Música: Riz Ortolani.
Duración: 82 minutos.
Estreno: 3 de diciembre de 1981 (Argentina), 18 de octubre de 1983 (España).
Es una obviedad decir que en el cómic importan tanto el fondo como la forma, y es igualmente cierto que hay personajes que están asociados a una forma concreta de que sus historias cobren vida. Mafalda es el gag, es el chiste, es el momento que nos hace reírnos. Quino supo hacer de esta niña la mejor juez de la realidad en la que vivimos con diálogos cortantes, casi hirientes si nos encontramos al otro lado de su pensamiento, inteligentes en todo momento. ¿Pero Mafalda habría sido lo que es como protagonista, digamos, de una historia más larga? ¿Eso que llaman novela gráfica se ajustaría a la forma de ser, hablar y actuar de la pequeña creación de Quino? Y cuando la idea es llevar a ese personaje a la gran pantalla, ¿qué tipo de película se puede hacer? Mafalda es un filme animado que opta por ser lo más fiel posible al material de referencia, y eso quiere decir que opta por lo episódico. Sí se puede decir que hay algunos elementos que se extienden a lo largo de la película, como el comienzo del curso o la televisión que Mafalda pide a su padre como regalo, pero en el fondo se trata de acumular gags. Ahí, por supuesto, Mafalda es justo eso, Mafalda, no defrauda y sí impresiona por su inteligencia, como las tiras impresas, aunque es difícil interpretar la película como tal, porque no son 82 que giren en torno a una idea común.
Esa idea, si es que existe, es Mafalda. Y lo decimos en condicional porque la película es más bien una representación de todo el mundo que gira en torno a Mafalda. Porque hay momentos en los que la protagonista sale de la escena para que hablen Felipe, Miguelito o Susanita, y lo hacen con las mismas ganas de interpretar el mundo de los adultos a su manera, que es lo mismo que Quino quiso siempre. La gracia de Mafalda está ahí, en entender que es mucho más sensata la mirada de una niña que la de quienes nos sentimos capaces de explicar la sociedad. A la película se le puede achacar que no encuentra una voz propia, que lleva la fidelidad hasta extremos insospechados, en lo visual por descontado pero también como decimos en el formato, que no deja de ser un volumen de Mafalda pero hecho en animación. Y en eso mismo radica su gracia, por paradójico que resulte, aunque Quino no terminara de conectar con la película porque en su cabeza Mafalda se movía y hablaba de otra manera. Sus palabras, eso sí, se parecen mucho a las de la Mafalda es la misma de la que nos enamoramos todos los lectores que hemos ido descubriendo su inteligencia desde que nació en los años 60. Siendo ese su atractivo, se entiende que la animación no sea en sí mismo un reclamo para el espectador
De ahí su sencillez en todos los extremos, en calcar los diseños del cómic y en que los movimientos sean funcionales y poco más. En ese sentido, Mafalda es una producción modesta. No hay grandes artificios, la música de la película se limita a repetir de manera continua el tema inicial y lo que se busca en calcar a Quino, aunque sea en movimiento. Del cine siempre se puede y se debe esperar algo más, el trabajo de adaptación también se tiene que notar y en este caso no sucede, pero se puede deducir que esta es una elección de sus responsables, empezando por el director, Carlos Márquez. Mafalda, la película, es literalmente como Mafalda, el cómic. Las voces le dan cierta gracia, empezando por la de Susana Klein para la protagonista, y todas encajan bastante bien en las personalidades sobre todo de los niños, con mención especial en este sentido para Cecilia Gispert, que se ocupa de dos de ellas, las de Miguelito y Felipe. Mafalda tiene atractivo y cualquiera que haya leído una sola tira de Quino va a encontrarse en la pantalla con algo parecido a lo que leyó, al recuerdo que tiene sobre el personaje o al análisis más completo que se pueda hacer si se ha leído con frecuencia. Y es que, por muchas limitaciones que tenga, este es un personaje al que resulta muy difícil resistirse, da igual el envoltorio desde el que podamos acceder a su sabiduría infantil.
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