Editorial: Reservoir Books / Penguin.
Guion: Keum Suk Gendry-Kim.
Dibujo: Keum Suk Gendry-Kim.
Páginas: 248.
Precio: 22,90 euros.
Presentación: Rústica con solapas.
Publicación: Marzo 2024.
Perros bien podría haberse titular Cómo aprender a amar a los perros y habría sido más seguramente adecuado para la historia que nos cuenta Krum Suk Gendry-Kim. Y eso es porque lo que cuenta es tan sincero que podríamos pensar que es una historia autobiográfica, aunque en realidad no lo sea. Perros es casi un manual en primera persona sobre la convivencia con estos animales, en plural porque son unos pocos los que desfilan por estas páginas, además por el hecho de que cada uno de ellos tiene una personalidad apreciable y diferente. De eso se trata, de entender que son seres vivos, con necesidades propias, con formas de ser que no son idénticas a las de otros perros. Y es una historia que, aun siendo melancólica, sabe ser alegre a la vez. Es un poco como la misma convivencia con un animal doméstico, llena de momentos maravillosos pero también de sufrimiento por enfermedades o condiciones que afectan a su bienestar. En realidad, no hay más historia en Perros que la del paso del tiempo, el que va marcando la vida de una pareja que decide adoptar un perro cuando fallece la abuela de él, y cómo ese paso lo transforma todo, incluso el escepticismo de ella para acoger a un animal, algo que no quiere hacer al principio. Haya o no un perro en nuestra vida Gendry-Kim consigue que la historia nos emocione.
Es extraño ver que lo más sencillo es a veces lo más efectivo para construir un relato, y en Perros es justo lo que sucede. En realidad, la mayor complicación que vamos a encontrar en estas páginas llega por el hecho de que estamos asistiendo a dos relatos. El primero es el de los perros, el que nos invita a conocer su mundo, sus cuidados, todo lo que es importante, siempre de una forma elegante y empírica, alejándonos de la idea de estar viendo un manual. Y el segundo es el de su dueña, que es quien nos lleva a asumir que uno no sabe hasta dónde está dispuesto a llegar por un perro hasta que no comparte su vida con uno. Puede parecer exagerado decir que esta es una historia de amor, pero lo cierto es que se plantea de esa manera. Gendry-Kim la recrea con mimo, con la misma paciencia que la protagonista humana gasta con los animales. El relato, en ese sentido, fluye con inteligencia, no tiene un final evidente ni tampoco lo necesita durante la lectura, porque todo lo que va sucediendo en caja en este viaje íntimo que se está narrando, con una sensibilidad digna de mención. Qué demonios, el autor consigue lo más difícil, que cojamos cariño a los animales sin más artificio que dejarles que sean ellos mismos, y eso implica también describir los problemas e inconvenientes que tiene convivir con un animal de compañía.
Esa idea, la del realismo, es la dominante también en el dibujo. Y es curioso, porque al final Gendry-Kim no es tan meticulosamente realista como da la sensación de estar buscándolo desde el principio. O, por lo menos, no lo es con los personajes humanos, que por momentos parece que son secundarios, en cuanto a su presencia, más allá de la necesaria narración. Y como la paradoja es continua en este sentido, es con los perros, los que dibuja con más realismo, con los que más licencias visuales se permite. Es como si por esa vía quisiera compensarles la ausencia de diálogos, como si por ese camino quisiera transmitir aquello que para los humanos con perros pueda parecer más obvio que están expresando. Y es verdad que las tintas negras se disparan hasta tal punto que a veces no está del todo claro lo que está sucediendo, pero la sensación que deja la obra en su conjunto es la de haber trasladado muy correctamente a o visual esa intimidad que quiere tener casi desde el primer momento. Perros no es una lectura tan cómoda o agradable como puede parecer en primera instancia, pero en cualquier caso es una que demuestra el enorme cariño que el autor siente o al menos sabe transmitir por los perros, con el mérito de hacerlo con animales que no son precisamente los de las postales más agradables.
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