‘El amor de Mobuko’ 8, de Akane Tamura

Editorial: Kitsune.

Guion: Akane Tamura.

Dibujo: Akane Tamura.

Páginas: 160.

Precio: 9,95 euros.

Presentación: Rústica con sobrecubierta.

Publicación: Abril2024.

Cuando una historia que tiene el constante peligro de quedarse en una situación de cierta inmovilidad logra superar ese obstáculo y cualquier posibilidad de que el ritmo pese en la narración, entonces podemos decir que hay un trabajo bien hecho. Llevamos tiempo diciendo que El amor de Mobuko (aquí, reseña de su primer volumen) es una serie que tiene un ritmo muy lento, podríamos decir incluso que exageradamente lento, pero Akane Tamura lleva ya nada menos que ocho volúmenes interesándonos por la más pausada historia de amor que podamos imaginar. Y lo es con causa, porque esta es la única que encajaría con la personalidad de los dos protagonistas, dos muchachos jóvenes de una enorme ingenuidad y un profundo desconocimiento de las relaciones de pareja, lo que hace que cada pequeño paso sea un triunfo absoluto en la consolidación de su amor. Cada volumen, al final, se caracteriza por un evento concreto, y en este octavo libro Tamura se centra en el segundo beso. Pocas parejas lo considerarán un hito en sus historias en común, pero aquí es significativo, tiene sentido. E insistimos de nuevo que contra todo pronóstico, aquí funciona. Si lo hace es porque El amor de Mobuko logra algo esencial que en otras historias se consigue por vías distintas, el cariño que se siente por sus actores principales.

El anterior comentario, visto fríamente, es un poco injusto, porque da la sensación de que lo único que se busca en esta entrega es propiciar ese segundo beso, de alguna manera justificarlo, pero en lo que verdaderamente muestra maestría Tamura es la construcción de ese momento buscado. Esa es la clave de la serie, y este volumen es de los que más claramente nuestra ese ejercicio narrativo. Cada encuentro y los lugares en los que se producen son elementos esenciales para llegar al instante buscado. Y todo esto está contado con un mimo exquisito, haciendo que los lectores entendamos las potentes emociones que se esconden detrás de esos pequeños pasos. Cuando los protagonistas hablan de cómo les late el corazón por los nervios, se entiende y se empatiza con ellos. Cuando están a solas y se plantean miedos y dudas, también. Y para esto el ritmo es clave. El amor de Mobuko avanza, pero a su manera. Es verdad que llevando ya tantas páginas de la serie no es una sorpresa decirlo, pero es importante que lo recordemos porque Tamura lo ejecuta cada vez con más fluidez. Es difícil decir hasta donde va a llevar la historia, qué barreras va a romper y qué nuevos pasos van a dar sus protagonistas, pero caben pocas dudas de lo bien justificados qué estarán, como lo han estado todos hasta ahora.

Las mismas líneas de análisis se pueden tocar en el dibujo, porque hay una sintonía deliciosa con el guion en los objetivos que se persiguen. Si lo importante son las emociones, pero a la vez sus personajes tienen un carácter tan hermético y reservado, entenderles por esta vía visual es todo un reto. Tamura lo supera, y además con un elemento que los seguidores de la serie apreciarán, porque hay una evolución patente. En la expresividad de los rostros está toda la magia de está serie, no sólo por su capacidad de transmitir lo que sucede en casa momento sino sobre todo por los cambios que se están produciendo en los dos. Se ve una mayor seguridad cuando se hablan, se nota la calidez de la valentía para sentirse a gusto con el otro, y por eso el ritmo funciona, porque esos pequeños pasos de los que no paramos de hablar no sólo nos los están contando, sino que los estamos viendo. El diseño de los personajes, motor de simpatía y empatía, hace el resto, aunque eso es algo que en realidad funciona desde la primera entrega. El amor de Mobuko, que ya hemos dicho que en realidad podría tener los dos nombres de sus actores principales para ser del todo justo, sigue mostrándose como una serie atractiva, incluso podríamos decir que atrevida aunque sus acontecimientos y su ritmo nos inviten a pensar lo contrario, pero sobre todo muy, muy bonita.

Coamix comenzó a publicar originalmente Mobuko no koi en 2017.