Guion: Enrique Sánchez Abulí.
Dibujo: Leandro Fernández.
Páginas: 64.
Precio: 16 euros.
Presentación: Cartoné.
Publicación: Marzo 2024.
Si hay algo que los grandes personajes del cómic español tienen es que provocan una sonrisa en la cara de los lectores cada vez que vuelven. Pasa, desde luego, con Torpedo, y en este caso incluso hablamos de un regreso doble. Primero por el año que se añade al título, ese 1972 que hace que veamos a un personaje mucho más lejos del momento para el que fue creado por Enrique Sánchez Abulí. Y segundo porque Un hombre llamado capullo es la tercera de las aventuras de su protagonista en este nuevo escenario temporal. ¿Por lo demás? Torpedo puro. Sánchez Abulí, cerca de los 80 años, sigue gastándose la misma mala leche para mirar a la vida desde su creación, y lo hace además encontrando historias en las que necesariamente se encuentra a gusto, con otros personajes que encajan en su vida, con unos diálogos tan afilados como siempre. Podríamos preguntarnos si el público moderno está preparado para la irreverencia de Torpedo, pero sería inútil. Con creaciones así lo mejor es entrar en su universo, por donde sea, y este puede ser un lugar tan válido como cualquier otro para hacerlo, y después empezar a hacernos preguntas que nos lleven a seguir leyendo. No tenemos ya a Jordi Bernet, y Eduardo Risso pasa el testigo después de haberse encargado de los dos libros anteriores, pero Leandro Fernández es toda una garantía.
Vamos primero con la historia, que no es más que la de un golpe maestro. Si conocemos a Torpedo, ya sabremos que lo de maestro es irónico. En esta ocasión, quien dirige las operaciones es un tipo llamado Capullo, con lo que uno se puede imaginar por dónde van a ir algunos diálogos. ¿Qué puede salir mal? Todo, obviamente, porque así imagina Sánchez Abulí un universo del que no piensa retirarse (o eso es lo que queremos entender de la deliciosa frase con la que finaliza este cómic). El escritor encuentra los rincones más míseros del oficio de ladrón, se atreve a asomarse a lo más oscuro de la misma sociedad en la que vivimos para reírse no solo de sus bajos fondos sino también de sus esferas de poder, y encuentra la forma de hacer lo más inverosímil posible la presencia de una mujer desnuda para que añada más motivos de carcajada en una historia truculenta y cínica a partes iguales. Decíamos que puede servir de puerta de entrada a Torpedo, y los puristas y los seguidores habituales llevarán la contraria a este argumento recordando que hay alusiones a su cronología. Cierto, claro, y lo mejor siempre es empezar por el principio, pero no podemos negar que Sánchez Abulí escribe para todo el mundo, para creyentes y para profanos que se den cuenta ahora, ya sea por edad o por oportunidad que estamos ante un thriller urbano patrio de lo más atractivo.
Hablábamos del dibujo de Fernández en términos elogiosos, y es que no se puede entender de ninguna otra manera lo que nos sirve en las páginas de Un hombre llamado Capullo. Venir en la serie de un estilo tan marcado y distintivo como el de Risso es toda una prueba de fuego para cualquier ilustrador que se atreva a coger su relevo, pero Fernández la pasa y con mucha nota. Su protagonista tiene todo el carisma necesario, la puesta en escena y lo bien que utiliza los fondos negros contribuyen a perpetuar lo mejor de la esencia de esta serie, sabe jugar con el cuerpo femenino para que encaje perfectamente en la historia, y la acción se desenvuelve con acierto entre lo cómico y lo dramático, con un uso de las onomatopeyas deliciosamente clásico. Entendemos que Sánchez Abulí ha terminado contento con la colaboración porque, como lectores, solo podemos apreciar lo que consigue en estas páginas de la manera más positiva posible. Si Torpedo 1972 tiene cuerda para rato o si incluso puede haber un número posterior que acompañe al título es algo que solo su escritor será capaz de resolver con el paso del tiempo, pero por ahora lo que hace, junto a un Fernández que ojalá tenga más oportunidad de mostrarnos este universo, es dejarnos otro tebeo magnífico para prolongar la leyenda.
El contenido extra lo forman una introducción de Antoni Guiral y un portafolio de bocetos de Leandro Fernández.
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