‘La agridolce vita’, de Quan Zhou

Editorial: Astiberri.

Guion: Quan Zhou.

Dibujo: Quan Zhou.

Páginas: 152.

Precio: 16 euros.

Presentación: Rústica con solapas.

Publicación: Octubre 2023.

No es la primera vez que lo decimos, pero resulta evidente que está de moda que un autor de cómics hable de su propia vida, que nos embarque en un viaje personal por la razón que considere oportuna y que lo haga siempre en primera persona, sin ocultar el componente autobiográfico detrás de una historia de ficción más o menos aparente. La agridolce vita, no es necesario profundizar mucho en su juego de palabras, es la propuesta que hace en ese sentido Quan Zhou, y es una que, si destaca por algo, es por lo ecléctico de su planteamiento por la gran cantidad de temas que toca. Al principio parece que es una reflexión casi existencial sobre el complicado mundo del cómic que tenemos en España, pero en realidad, y pasando por distintas fases, de lo que se trata aquí es de establecer un cuaderno de viajes espléndido, que no está centrado en un lugar, ni mucho menos, y que por eso se convierte en un crisol multicultural fascinante… que se apoya además en la existencia de Chinatown en distintos lugares del mundo, La clave para disfrutarlo es que ese detalle, siendo recurrente, no es tampoco la razón de ser de La agridolce vita, sino un detalle más de un todo bastante ambicioso pero a la vez muy natural, que no duda en ir introduciendo páginas de consejos para viajeros mientras desgrana su propia experiencia.

Lo curioso del trabajo de Zhou es que no tiene miedo a responder a las preguntas que cualquier lector podría plantear, dudas sobre los viajes y sobre la propia vida de la autora, de su dedicación a los cómics, de lo que es capaz de hacer y de cuánto cuenta en su propia experiencia su procedencia étnica, quedando claro que no es una cuota ni tampoco algo que haya que esconder. Todos estos temas, que en realidad podrían dar vida a historias distintas y más centradas en algún espacio más concreto, aquí funcionan como dinamizadores de algo más amplio y, por esa misma vía, más realista y divertido. Porque al final de lo que se trata es de eso, de salir de cada uno de los trances vitales que describe la autora con una sonrisa en la cara, ya sea por el interés que se pueda tener en lo geográfico, en lo cultural o en lo personal. Zhou, al final, interpreta La agridolce vita como eso mismo, como una tragicomedia en la que se juntas muchas cosas, en la que los personajes secundarios entrar y salen de una manera realista y coherente, en la que las preocupaciones e inquietudes son cambiantes, y que si algo deja claro con el paso de las páginas es que la autora, como reflejo de cualquiera de nosotros, es una persona con una gran capacidad de metamorfosis y adaptación a los cambios que surgen y a los que ella misma provoca.

Zhou no es ninguna novata en este arte de mostrar su propia vida, sus vivencias y sus ideas, pero quizá nunca había sido tan estrictamente protagonista como lo es en La agridolce vita. Si lo pensamos, eso añade cierta gracia a su dibujo, que siempre tiene una dosis de cercanía bastante grande y una idea de plasmar su visión del mundo que lógicamente tiene más sentido si ella misma está en el centro de todo. La artista utiliza muy bien el color para dar vida a sus dibujos, y no tiene problema alguno en usar su estilo para una historia que es eminentemente realista en todos los sentidos, mucho más que el trazo con el que la convierte en realidad. La suya es una forma de dibujar muy cercana y agradable y, por mucho que sea una postal de muchos lugares del mundo, no se resiente de alejarse de la captura fotográfica para mostrarnos los escenarios por los que va pasando o las personas que le van acompañando en sus viajes. Por eso, La agridolce vita tiene tanto sentido, porque es a la vez un tebeo realista y uno que busca ideales, que nos enseña la vida desde un prisma muy personal pero abriéndolo a quien podríamos considerar en este punto como ciudadana del mundo. Zhou no sabe de cuotas, sabe de tebeos y de narrarlos de una manera formidable para complacer necesidades que no sabíamos que teníamos.

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