‘Viñetas infernales. Cien años de cómic de terror’, de Pedro Porcel

Editorial: Desfiladero.

Autor: Pedro Porcel.

Páginas: 408.

Precio: 29,90 euros.

Presentación: Rústica con solapas.

Publicación: Septiembre 2023.

Lo dice Pedro Porcel en las primeras páginas que escribe para Viñetas infernales, si el terror es un género considerado como menor en ciertos círculos, por desgracia para quien así lo vea, si además hablamos de terror en cómic esa misma apreciación es todavía más baja, a pesar de la inmensa popularidad social de la que gozó en su momento. Y sin embargo, ese escaso reconocimiento no hace más que esconder un género en el que se han movido autores grandes, que ha dejado momentos cumbre y que ha propiciado la aparición de cabeceras que forma parte de la cultura popular más necesaria. Por eso, el trabajo de Porcel en este repaso a Cien años de cómic de terror es necesario, imprescindible nos atreveríamos y nos atrevemos a decir. Lo es desde su misma concepción. Pero es que además de necesario es francamente sobresaliente. La de Porcel es una historia realmente compleja de recopilar precisamente por su misma esencia, porque hablamos de un tipo de cómics que buscaban un público adulto en un nicho cultural que para muchos sólo podía ser infantil, iniciativas de editoriales que hoy no son ya más que un recuerdo con autores que, al final, trabajaban más para otros países que para el siempre exiguo mercado español. Con todos estos condicionantes, en estas páginas hay muchísima información, lo que hace del libro una obra de consulta imprescindible.

Es verdad que esos cien años de los que habla se distribuyen con cierta irregularidad y durante muchas páginas da la sensación de que no vamos a pasar en este repaso de la prolífica década de los años 80, pero lo que en ese punto es un extenso catálogo de publicaciones e historias reseñables, con creadores inolvidable, al llegar a tiempos más contemporáneos el foco se pone en autores concretos como Sergio Bleda o El Torres. No busca Porcel, aunque no lo evite, evaluar el estado actual del género, sino entender la importancia que tuvieron las principales series del género, la aparición de revistas como Vampus, Rufus o Dossier Negro, analizar qué se hacía en nuestro país, que se importaba de editoriales míticas como Warren y qué hacían nuestros autores para otros mercados desde los que se importaba ese producto, después de sentar las bases de la aparición y paulatina expansión del horror como género. Y en todo, quizá sea lo que más se agradece, hay un notable espíritu crítico que acompaña a la ingente labor documental. Lo que es bueno y original se destaca, lo que sacrifica calidad editorial y es un intento descarado de plagio se dice sin miramientos. Por eso, sólo podemos aplaudir el trabajo de Porcel, que sirve al mismo tiempo como reivindicación de un género demasiadas veces denostado, censurado o incluso ignorado sin razones de peso que avalen ese desprecio.