Guion: Calo.
Dibujo: Calo.
Páginas: 72.
Precio: 19,90 euros.
Presentación: Cartoné.
Publicación: Febrero 2023.
No es fácil desgranar lo que nos ofrece La chica pérdida sin desvelar sus secretos, pero vamos a intentarlo porque entendemos que es necesario que lo que nos cuenta Calo, pseudónimo de Juan Carlos San Román, necesita ese descubrimiento paulatino para que su historia funcione. Así que no, no hay spoilers en este texto, en el que sí podemos decir que hay muy buenas ideas que, probablemente, necesitarían un espacio mayor para que viéramos plasmado en estas páginas todo el potencial que se intuye. Es importante señalar que lo trascendente no es tanto el escenario o el género, aunque sea el reclamo más sencillo por razones obvias una vez que se descubren en el cómic, sino lo que dice el título. Esto va sobre una chica perdida. Con miedos, con problemas familiares, con un nivel de ira y frustración internas que no sabe cómo canalizar. Y eso funciona bien, aunque Calo juegue con arquetipos bastante reconocibles prácticamente desde la primera escena de su historia. Por eso da la sensación de que un mayor recorrido, más sobre su joven protagonista, habría dado algo más de poder a un relato que, en todo caso, el autor articula con oficio para que el sabor de boca al final sea el adecuado, insistimos, pensando más en el retrato de su protagonista que en el propio marco que escoge el autor para desarrollarlo.
Hay algo ligeramente peculiar en la forma en la que Calo cuenta el relato de La chica perdida y es su forma de hablar. Arranca con cartuchos de texto, después introduce una historia dentro de la historia a modo de cuento y acaba volcándose en diálogos. Quizá, y solo quizá, es mucho cambio para un cómic que apenas supera las 60 páginas, aunque se entienda con claridad el intento de enriquecer el producto final de esta manera. Pero es verdad que el drama de la protagonista es tan universal que eso basta para compensar los altibajos. La adolescencia es una etapa complicada y más cuando se vive sin apoyos reales, y eso es lo que quiere mostrar Calo. La fantasía que añade, suavemente introducida con el formato del cuento, se complementa bien con la soledad de esta chica y el cambio que se produce en su vida. Cierto es que no hay demasiadas sorpresas ni en el desarrollo ni en la resolución de la historia, y por eso la vía emocional es la más conseguida, sobre todo en el tercio final, cuando además se incorpora un ritmo alto como elemento fundamental del libro. El desenlace, el choque entre la luz y la oscuridad como reflejo de todo lo que nos anima a seguir adelante, es de hecho el mejor momento del libro, el que da sentido además a todo, a lo más tangible, a lo más íntimo y a lo más fantástico.
Hay, de hecho, temas bastante adultos en La chica perdida, en contraste con el estilo de dibujo de Calo, que parece mismo más sencillo, incluso abiertamente juvenil. El reto lo tiene en la fantasía, porque ahí se ve obligado a confrontar con una lata tradición, con una rica imaginería, y no es fácil que esta revisión encuentre el lugar al que podría aspirar. Pero lo íntimo es sobresaliente, porque Calo tiene una puesta en escena interesante, y logra que se entienda el estado emocional de la protagonista sin mirar siquiera al texto que acompaña a las ilustraciones. Hay que insistir en el título, La chica perdida, y en eso es donde el triunfo es más evidente. Tampoco está nada mal el pasaje de la fábula, en el que se mantiene un color oscurecido, apostando también ahí por la idea del contraste. No es fácil alcanzar la iconicidad, más aún cuando nos asomamos a terrenos ya transitados en muchas ocasiones, no vamos a desvelarlos tampoco aquí, y quizá sea ahí donde el listón está demasiado elevado para ser superado. Pero con sus ideas de fantasía, y hasta de fantasía oscura si queremos verlas así, es la idea de un drama adolescente lo que da fuerza al conjunto. Y lo que, de alguna manera, nos invita a seguir imaginando el pasado, el presente y el futuro de su joven protagonista, al menos hasta que Calo se decida a continuar la historia, si es que algún día lo hace.
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