‘Apocalipsis Yokai’, de Javier Marquina y UVE

Editorial: Inuit.

Guion: Javier Marquina.

Dibujo: UVE.

Páginas: 184.

Precio: 20 euros.

Presentación: Rústica con solapas.

Publicación: Octubre 2022.

Al margen de que se hiciera después, que en este caso la verdad es que resulta un tanto indiferente, Apocalipsis Yokai es una suerte de prolongación espiritual, que no temática ni narrativa, de Balas de punta hueca (aquí, su reseña). No hace ni falta decir que Javier Marquina y UVE están comodísimos trabajando en este tipo de historias salvajes, llenas de referencias a todo lo que les forjó su conciencia audiovisual en sus años de (más) juventud y sin más pretensiones que las de entretener de manera salvaje, sin límites autoimpuestos ni marcados por un mercado editorial en el que, afortunadamente, siguen teniendo cabida propuestas como esta. Con un título como Apocalipsis Yokai, ¿de verdad hace falta decir algo más? Lo vamos a decir en todo caso, claro, que en eso consiste nuestra labor, pero Marquina y UVE lo dejan todo claro desde el principio, con esas portadas de capítulos que rinden homenaje a elementos muy diversos, desde Dragon Ball a El regreso del Caballero Oscuro (aquí, su reseña), pasando por Mortadelo y Filemón y el Marvel de los denostados años 90, que todo vale para forjar la leyenda de su personaje. Y también, claro está, con la misma historia que nos cuentan, que empiezan con una divertida salvajada y desde ahí no para de crecer en su intensidad y en su nivel de macarrada gigantesca.

Marquina, lo decimos con cada nueva obra que nos llega de su cada vez más prolífica carrera, se maneja muy bien a la hora de construir pequeños universos en los que mover a sus personajes. Puede que los piense para un solo tebeo o que albergue la esperanza de reutilizarlos más adelante, sea en secuelas, en spin-offs o en una suerte de Marquinaverso que se pueda sacar de la manga en el momento menos pensado (y afortunado para el lector), pero el caso es que los moldea siempre a la perfección para darlo todo en las páginas que nos ofrezca. El de Apocalipsis Yokai es de los más sencillos que ha planteado recientemente, pero no por eso es menos eficaz. Lo monta con muy poco, de hecho, con un personaje protagonista, con un antagonista claro, y una búsqueda del sentido de la vida de lo más peculiar. El homenaje continuo que supone Apocalipsis Yoaki al anime que llegó a España en la década de los 90 es evidente y muy logrado, porque al final es lo que da sustento a todo lo que hace de este un tebeo dinámico y entretenido, su lenguaje directo, sus rimbombantes apelaciones a los golpes de cada combate, las mismas peleas que sirven de eje central a este viaje en el que los demonios japoneses se van sucediendo como si estuviéramos en un videojuego de plataformas, otra influencia clara.

Y UVE, que sabe perfectamente lo que motiva a Marquina, le da forma con la contundencia que requiere. Sus combates son muy bestias, los personajes son exageradamente anime cuando despliegan todas sus habilidades físicas, y más allá de lo que pueda resultar evidente para cualquier lector viendo estas páginas, hay un sano ejercicio de diversión descontrolada y sin límites, ni para los desnudos (masculinos y femeninos en este caso, si acaso más exagerados los primeros para variar) ni para la violencia. Es difícil decidir si el ilustrador, con el notable trabajo de color y rotulación en el que participan Héctor Márper y Romina Mollist para darle al tebeo un acabado bastante interesante, se lo ha pasado mejor diseñando este mundo y a sus protagonistas, con esas mencionadas cubiertas que tienen que emular y a la vez homenajear a personajes e instantes míticos de la historia del cómic, o dando rienda suelta a toda la barbarie que estalla en los enfrentamientos físicos que se convierten sin problema en el gran motor del cómic. Aunque, bien pensado, probablemente habría que quedarse con esto último. Apocalipsis Yokai es un chute de adrenalina, una explosión descontrolada, un placer culpable y uno de esos delirios que se leen en un suspiro. Y que dejan con ganas de repetir, por si acaso no hay más apocalipsis en el futuro.

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