Título original: Transformers: War for Cybertron – Earthrise.
Director: Takashi Kamei, KOJI, Kazuma Shimizu.
Reparto: Jake Foushee, Jason Marnocha, Kaiser Johnson, Frank Todar, Sophia Isabella, Jessica DiGiovanni, Bill Rogers as Wheeljack, Joe Zieja, Edward Bosco, Todd Haberkorn, Shawn Hawkins, Georgia Reed, Linsay Rousseau, Adin Rudd, Keith Silverstei, Mark Whitten
Guion: Gavin Hignight, Tim Sheridan.
Música: Alexander Bornstein.
Duración: 25 minutos por episodio.
Estreno: 30 de diciembre de 2020 (Estados Unidos / España, televisión).
No se le puede negar a la trilogía de La guerra por Cybertron el esfuerzo renovador que quiere imprimir a la franquicia de los Transformers, sobre todo tras las películas de Michael Bay (aquí, crítica de la primera), que por su grandilocuencia y éxito en taquilla amenazaban con ser la imagen definitiva de los robots transformables, pero su reconstrucción, ya con alguna que otra duda en su arranque, Asedio (aquí, su crítica) tiene más elementos debatibles en su segunda parte, siempre la más complicada. El origen de la Tierra, que así se titula, da la sensación de que nos va a poner en el camino de lo que ya conocíamos, la llegada a nuestro planeta de los Autobos comandados por Optimus Primer y de los Decepcticons liderados por Megatron… pero en realidad no es eso lo que vemos. Aquí es cuando asimilamos todavía con más fuerza que en la primera parte que el objetivo real de esta trilogía es asimilarlos elementos que más fuerza han ido dando a la franquicia, incluso aunque no coincidieran temporalmente, y la presencia de Galvatron, insinuando la amenaza de Unicron, o de los Quintessons va por esa misma vía. ¿Funciona? A medias, porque a la historia le sigue faltando una acción clara, una que se pierde en muchas ocasiones bajo toneladas de una filosofía que por desgracia es más hueca de lo que puede parecer.
Con el paso de los episodios, y sabiendo que esta segunda parte de la trilogía es por fuerza la más complicada por el hecho de tener que aumentar las apuestas con respecto a Asedio y a la vez dejar un escenario apetecible para su conclusión, nos vamos dando cuenta de que el motor real de la historia no es otro que el de ir acumulando personajes a los que ir dando nuevos roles. Sky Lynx o Scorponok pueden ser lo más representativo en este sentido. Y aunque es cierto que esa idea es la base de la misma franquicia, no olvidemos que su salto a la narrativa era sobre todo parte de una estrategia comercial para vender juguetes, no se puede obviar que, a estas alturas, es algo que puede decepcionar. Da la sensación de que Transformers solo puede progresar ya por vías filosóficas y elevadas, al menos en apariencia, y que la misma presencia de los personajes habituales es razón suficiente para comprar cualquier historia que se nos proponga, mucha más una que pretende redefinir la misma franquicia en sus orígenes, pero de esta manera se nos olvida que, en el fondo, para hacer una buena historia de Transformers basta con saber gestionar lo que nos encandiló a todos de su mundo, la guerra entre dos bandos irreconciliables, de la que nunca tuvimos la necesidad real de saber causas, con robots transformables, que era lo que realmente marcaba una diferencia.
Pero en El origen de la Tierra, como ya pasaba en Asedio, los Transformers se transforman poco, pierden así parte de su sentido, y sus combates, menos gigantescos de lo que se asume que se puede conseguir por medio de la animación, son más episódicos y contenidos que realmente trascendentes. El estilo visual, por mucho que nos remita directamente a las primeras imágenes que tuvimos de los personajes en el arte de las cajas de los juguetes de acción, no basta por sí solo para convencer, y la animación, aunque intente progresar con los escenarios casi oníricos que permite la introducción de Galvatron y la espectacularidad que se le supone a los combates con robots más grandes como Scorponok, sigue manteniéndose en los limitados parámetros ya apuntados en el arranque de la trilogía. Al final, su propósito de entretener se cumple con cierta dignidad, pero no da la sensación de que esta, en su parte central, se pueda convertir en la historia definitiva de los Transformers que apunta a ser desde casi todos los puntos de vista. Disfrutable, sí, pero lejos de lo que busca, en lo argumental y en lo visual, aunque en este segundo aspecto sí se pueda decir que llega más o menos hasta el nivel que pretende alcanzar, sea más o menos adecuado para el espectador, en función de lo que le haya convencido desde que la franquicia nació en los años 80.
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