‘Bot-9’, de Derek Laufman

Editorial: Nuevo Nueve.

Guion: Derek Laufman.

Dibujo: Derek Laufman.

Páginas: 72.

Precio: 16 euros.

Presentación: Cartoné.

Publicación: Abril 2022.

Tebeos como Bot-9 demuestran que no se puede desechar ninguna idea, por rara que pueda parecer. Si alguien nos dijera que tenemos entre las manos la historia de un pez que se encuentra a sí mismo encerrado en la cabeza de un robot, como dice la contraportada de esta obra de Derek Laufman, seguramente pensaríamos que es una ida de olla descomunal. Aparte de la gracia visual, ¿dónde podría estar la gracia de un relato así? Y Laufman, además, riza el rizo haciendo que en sus páginas no haya ni un solo diálogo, ni un solo sonido, y nos ofrece una obra completamente muda. Aparentemente, una huida hacia adelante, una reacción continua a los estrambóticos acontecimientos que vamos viendo, pero que nos deja una de esas maravillosas lecciones de vida, la de que todos tenemos un lugar en el que ser felices y solo nos hace falta encontrarlo. Está claro que el viaje de cualquier lector, tenga la edad que edad, no será tan complicado como el de este pececillo asombrado al que seguimos en estas páginas, pero sí reúne un intenso poder metafórico para disfrute de niños y adultos. Puede parecer poca cosa, y más en un mundo audiovisual tan sobreexplicado como solemos tener, pero eso mismo es lo que le da un carácter tan especial a un tebeo ideal para públicos de todas las edades.

Ese es quizá el gran mérito de Laufman, que con muy poco, aparentemente, es capaz de llegar a lectores muy diversos. Solo hay que entrar en su juego, y eso lo hace sencillo desde la secuencia inicial. Arrancan las metáforas con el abusón, con el que se vale de su posición de poder para aterrorizar a los demás. En este caso, un pez grande que se come a los pequeños. Pero uno sobrevive y acaba en las manos de ese ingeniero extraño, que es quien tiene la idea de hacer que su pecera se convierta en el casco de un robot de su invención. Lejos de acabar ahí su viaje, en realidad está empezando. Emprenderlo y culminarlo sin palabras le da un carácter bastante especial y seguramente eleva el nivel de las sorpresas que se guarda en la manga Laufman. Esa es la herramienta del autor para mantenernos enganchados a un relato como este, la capacidad de hacer que no seamos capaces de anticipar lo próximo que va a suceder, quién o qué va a aparecer en la siguiente secuencia para amenazar la paz que busca el pez protagonista, y hasta dónde va a llegar en este viaje sin destino definido. El tono de fábula moderna que tiene hace el resto, porque se le pueden sacar paralelismos, enseñanzas y moralejas, sin que por ello se pierda nada del intenso ritmo que tiene una historia que descansa de manera exclusiva en la expresividad de sus personajes.

Laufman destaca en ese terreno porque el primer paso que da, el del diseño, es irreprochable. Es como si el autor hubiera preparado el storyboard definitivo para una película, con un estilo plástico y juguetón, y le hubiera dado un acabado preciosista y dinámico. Es como llevar un toque que no se aleja demasiado de las pretensiones de Studio Ghibli a las premisas visuales del cómic europeo, y la mezcla es divertida, muy entretenida, y un despliegue de imaginación bastante considerable. ¿De qué otra forma si no se podría dar vida a una historia tan alocada como esta? Bot-9 tiene una coraza de ciencia ficción que no pierde el tiempo con explicaciones innecesarias y, quizás precisamente por eso, no necesita de nada más que el vistazo que nos ofrece Laufman para creernos lo que nos está contando. Con unos colores llamativos que invita a pensar que estamos ante un tebeo infantil, en realidad ese es solo el gancho para que las páginas de Bot-9 lleguen a un nivel más elevado. Para niños, para adultos… Al final eso son solo etiquetas que nos vemos obligados a crear a este lado para asimilar de una manera más sencilla el contenido de una obra. Y esta, al final, es una pequeña gran rareza que se abre camino por su inteligencia y por su imaginación, dando vida a un mundo diferente pero del que, como decíamos, se pueden sacar atractivos paralelismos.

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