Título original: Shingeki no kyojin: Endo obu za wârudo.
Director: Shinji Uguchi.
Reparto: Haruma Miura, Kiko Mizuhara, Kanata Hongô, Satomi Ishihara, Nanami Sakuraba, Takahiro Miura, Hiroki Hasegawa, Pierre Taki, Jun Kunimura, Shû Watanabe, Satoru Matsuo, Haruka Miura.
Guion: Yûsuke Watanabe, Tomohiro Machiyama. Manga: Hajime Isayama.
Música: Shiru Sagisu, Shiru Washizu.
Duración: 87 minutos.
Estreno: 19 de septiembre de 2015 (Japón), 5 de octubre de 2016 (España).
Vivimos en unos tiempos en los que siempre va a haber controversia cuando se adapte al cine un cómic o un manga. Siempre, da igual cuánto cariño se vuelque en la producción o las razones narrativas o técnicas por la que se cambia un elemento u otro de la historia original. Esto es así, y hay que convivir con ello. Ataque a los titanes (aquí, su crítica) no fue una excepción, y a su secuela, en realidad parece una sola película cortada en dos, le pasa lo mismo, porque tiene una continuidad natural con respecto a aquella en todo lo que propone. Dejando claro que esas diferencias entre medios existen, y que de hecho de alguna forma afectan a elementos bastante esenciales sobre la génesis de este mundo de gigantes carnívoros, quizá lo más adecuado es que nos limitemos ya a juzgar lo que aporta la película. En este caso, argumentalmente no es demasiado, porque durante muchos minutos, seguramente demasiados, no actúa más que como un aftermath de la primera película que sirva para resolver los puntos abiertos de aquella. La historia real de esta segunda película no arranca hasta su tercio final, lo que curiosamente nos devuelve al debate original, el que habla del trabajo de adaptación. Cierto que son elementos que hay que introducir en esta versión de imagen real, pero quizá la mejor manera no es la misma serialización que sí permite el manga.
La realidad es que la película de Shinji Uguchi se puede ver, casi podríamos que se debe de ver, justo a continuación de la primera, también de Uguchi, y realmente no pasaría nada. Al contrario, seguramente ambas sacarían elementos positivos de la otra y el conjunto sería algo más sólido, aunque evidentemente su duración sería bastante insostenible para el tipo de producto que quiere ser, uno que presente con acierto este mundo postapocalíptico y, sobre todo, a los titanes que lo pueblan. Y en esta, como en la primera, hay una inmersión bastante aceptable. Cierto que sus efectos especiales no son necesariamente vanguardistas, pero sí son eficaces, no es nada difícil creerse a estos gigantes en movimiento ni en comparación entre ellos mismos ni tampoco cuando hay que hacerla con los personajes humanos. La forma en la que los protagonistas los combaten puede ser algo más digital y, por tanto artificial, pero, sin exigencias demasiado elevadas, es un elemento que no chirría en el marco del filme. Aunque narrativamente no sea seguramente lo más acertado porque hace que el ritmo no sea demasiado alto durante una larga hora, sí ayuda que el mayor espectáculo quede para el final, para su clímax, para cuando realmente una película de estas características se juega el beneplácito de su público.
En Ataque a los Titanes 2. El fin del mundo vamos a encontrar más bien una historia puente que una autoconclusiva. Hemos hablado de los inevitables lazos con la primera película, y es obvio que está planteada también como una introducción a una tercera, aunque esta no llegara. Mismos actores, personajes más o menos estables que destacan o no por las mismas razones ya conocidas y sin grandes arcos dramáticos (aunque aquí sí hay un intento de que se sumen nuevos elementos motivadores para algunos de ellos), la idea es que el aficionado a la franquicia sea parte este mundo y, de momento, no se tenga que enfrentar a cambios demasiado radicales que puedan provocar cierta distancia entre quienes han descubierto este mundo a través del manga y quienes puedan hacer el camino contrario. A pesar de que los primeros minutos de la película son, literalmente, un resumen de la primera entrega, casi como si estuviéramos en el medio televisivo y no en el cinematográfico, es conveniente ver aquella antes de lanzarse que no hay una historia cerrada en sí misma, no es ese el objetivo de esta serie. Aún con sus cambios y su mencionada e inevitable controversia por lo que modifica, aunque sea menos de lo que se propone, funciona relativamente bien como adaptación que no tiene una personalidad demasiado autónoma.
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