Guion: Sergio Salma.
Dibujo: Amelia Navarro.
Páginas: 48.
Precio: 15 euros.
Presentación: Cartoné.
Publicación: Abril 2022.
Desde aquí, nunca dejaremos de insistir en lo importante que es para el cómic recordar que tiene la que estar siempre presente para su público objetivo históricamente predilecto: los niños. Y no solo con grandes aventuras que potencien su imaginación y que les ayuden a descubrir otros mundos, sino también explicándoles realidades a las se enfrentan en ocasiones antes de tiempo. Esta segunda vía es la que escoge Mandarina. Una semana sí y otra no, porque Sergio Salma y Amelia Navarro se detienen en la manera en la que una niña, Mandarina, percibe la separación de sus padres. Si esas situaciones pueden suponer problemas y traumas para personas adultas, más aún para los más pequeños, que ni siquiera tienen el control de las mismas, solo muchas preguntas y muchas circunstancias a las tienen que adaptarse quieran o no. El cómic es, efectivamente, una herramienta poderosa y accesible para que jóvenes lectores puedan ver que no están solos, que esa situación es muy común hoy en día y que, si todas las partes colaboran, no tiene por qué ser tan complicado. Ver esa manera de convivir una vez que una pareja se ha roto se convierte en una lección bonita y necesaria para que todos, también quienes no hayan vivido algo así, puedan entender a los niños que tienen a sus padres separados.
A veces tendemos a pensar que lo cotidiano no es algo que sirva para contar historias con tanta efectividad como lo extraordinario, pero de vez en cuando es bueno bajar a la tierra, y más con historias que tienen a los más pequeños como los más claros candidatos a encontrar la empatía necesaria para entenderlas. Mandarina es justamente eso, una pequeña gran lección de realidad, una en la que se rompe la ilusión de tener unos padres perfectos y la niña se ve abocada a entender que ahora va a vivir en dos casas distintas, que su unidad familiar se ha roto en dos ambientes más propios de la personalidad de cada uno de sus padres, y que su mundo infantil, para seguir siéndolo, va a tener que aprender a adaptarse. La lección de Mandarina, como decimos, está cargada de realidad y de una necesaria empatía, adentrándonos en un día a día que supone un reto personal y de madurez, la que se puede y debe tener a cierta edad, sin necesidad de tener que crecer demasiado deprisa, pero no se olvida tampoco de un agradable toque de fantasía para que Mandarina, además de su amiga en el colegio, tenga como confidente de sus dudas a un tejón parlante. Salma logra desde el principio que Mandarina despierte simpatías, y eso es esencial para que aprendamos con ella, para que veamos cómo se transforma su vida.
Navarro entiende la historia igual, con la simpatía como irrenunciable punto de partida y con la cercanía como la mejor herramienta para que no nos despeguemos den la historia. Podríamos argumentar que, en el fondo, el cómic está mostrándonos una separación casi idílica y sin conflictos, una en la que surgen más dudas en la mente de la niña protagonista que problemas reales en la construcción de una nueva vida, pero incluso desde esa perspectiva es importante que el dibujo encuentre la calidez necesaria. Y lo hace, porque los lápices de Navarro tienen el objetivo muy claro y lo consiguen desde el principio sin caer en estereotipos, sin forzar a que la madre o el padre tengan que parecer mejor que el otro a ojos de la narradora o de nosotros mismos como espectadores, dejando que fluyan los acontecimientos y que las preguntas que se va haciendo Mandarina encuentren respuestas naturales. Sin ser una guía para niños de padres divorciados, sí es este uno de esos tebeos que funcionan a la hora de contar una historia y también por su indudable contenido didáctico. El aprendizaje de los más pequeños no se queda en sus libros de texto, hay muchas cosas que tienen que ir aprendiendo de la vida según va pasando el tiempo y que el cómic puede ayudarles a entender. La claridad de Mandarina, y hasta su cierra ingenuidad, son herramientas espléndidas para estos lectores.
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