‘El gran libro de los perros’, de Karin du Croo y Miguel Gallardo

Editorial: Astiberri.

Guion: Karin du Croo, Miguel Gallardo.

Dibujo: Karin du Croo, Miguel Gallardo.

Páginas: 152.

Precio: 18 euros.

Presentación: Cartoné.

Publicación: Marzo 2022.

El todavía reciente fallecimiento de Miguel Gallardo hace que no podamos mirar a El gran libro de los perros como lo habríamos hecho hace algún tiempo. La mirada habría sido en muchos sentidos igual de amable, pero el cariño crece. Y esa palabra, cariño, es justo lo que desprende el libro. Gallardo y Karin du Croo, que esto es una obra común a todos los niveles, nos abren literalmente la puerta de su casa para explicarnos todo lo que tiene que ver con la adopción de Cala, la perrita que entró en sus vidas y, cómo no, las cambió para siempre. Al final, el libro tiene mucho de experiencia, bastante de manual para quienes todavía no sepan lo que s tener un perro en sus vidas y un toque emocional que resulta difícil resistirse. Es una historia, es un libro de arte y es un cuaderno de bocetos. Es tantas cosas a la vez que, insistimos, hay que valorarlo con el mismo cariño que han puesto Gallardo y Du Croo para realizarlo. Y sí puede ser uno de esos libros que se entiende mejor si uno tiene un perro al lado, pero que igualmente funciona como relato vital, como una historia de descubrimiento y como un complemento a las otras obras en las que Gallardo nos fue contando otros aspectos de su vida. Y eso, sí, le añade más valor, queramos o no, porque a la sinceridad habitual hay que sumar una variedad narrativa elogiable.

Lo que realmente tiene gracia de El gran libro de los perros es que habla de un descubrimiento compartido. Parte del deseo de adoptar un perro… y del de no tenerlo, y de cómo la vida va moldeando esas posturas tan radicales que a veces podemos tener sobre nuestros modelos asentados. Va de cómo la perrita, a la que Gallardo y Du Croo le dan voz sin miedo alguno, se adapta a sus dueños y de cómo estos hacen lo propio con sus rutinas. Y va, por qué no decirlo también, del proceso narrativo de los autores, que no dudan en hacer cosas muy diferentes para que vayamos entendiendo todas las facetas que comprende este enorme cambio en la vida que supone la adopción perruna. Se ve que las intenciones delos autores es la de compartir una experiencia propia, pero a la vez es también uno de esos libros que se nota que se hacen por uno mismo. Es un álbum de recuerdos maravilloso en ese sentido, uno que se asoma a herramientas muy distintas para su construcción y que consigue un nivel de universalidad bastante apreciable desde un enfoque tan íntimo y personal. Y es que adoptar un perro, educarlo y convivir con él no tiene por qué ser siempre como lo cuentan Gallardo y Du Croo, pero desde luego ambos ofrecen unos puntos de vista con los que es muy fácil conectar, con historias, recuerdos, juegos, imaginación y talento.

Todo eso tiene un reflejo en la narrativa visual que tiene El gran libro de los perros. De alguna manera, el libro cobra una fuerza inusual en cuanto nos asomamos a los bocetos, porque eso es lo que demuestra la integración de Cala en la vida de Gallardo y Du Croo, y cómo ambos son capaces de trabajar con y para Cala. Hay páginas más acabadas, casi como si realmente estuviéramos ante ese álbum de fotos que no deja de ser en ningún momento, y otras que nos recuerdan el momento en el que se han hecho, de manera apresurada en un paseo por el parque. La sencillez de Gallardo, también la de Du Croo, se ve en todas las páginas, sin excepción, pero al mismo tiempo hay una ambición gráfica que resulta formidable, porque precisamente encaja con la propia vida, a la que no siempre le podemos dedicar el mismo tiempo o la miramos de la misma manera. Y página a página, El gran libro de los perros se convierte en lo que buscaba desde el principio, un proyecto en el que sus autores han decidido contarnos algo maravilloso, algo que les ha ayudado como personas y ala vez como autores. Parece algo cotidiano, y también lo es, pero es igualmente algo excepcional. Una pequeña gran rareza, una que casi se puede leer mirando a la mascota propia (o a la pareja, si se ha tenido el mismo dilema que los autores) y siempre con una sonrisa en la cara.

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