Guion: Johnny The Brain Morales (Juan Rodríguez).
Dibujo: Johnny The Brain Morales (Juan Rodríguez.
Páginas: 86.
Precio: 12 euros.
Presentación: Rústica.
Publicación: Marzo 2022.
El mundo de la lucha libre es ciertamente especial, negarlo no tendría sentido, incluso desde posiciones que no compartan el entusiasmo por estos combates que muchos ven preparados y otros adoran con fervor. Y es precisamente por eso que un cómic como Suplex City no está pensando únicamente para fans. Ni por asomo. Desde luego, a ellos se les escaparán más sonrisas en determinados momentos, es inevitable que el cariño ayude a valorar un trabajo sobre una parcela tan concreta de nuestra realidad. Pero es un retrato tan interesante, tan empático con todos sus actores, desde los combatientes hasta los espectadores, y tan divertido en su conjunto y en cada uno de los pequeños fragmentos que forman parte del tebeo, que es una de esas lecturas que se ganan ese mismo cariño que destilan en su producción. Johnny The Brain Morales disfruta con la lucha libre, su comedia no es una burla, sino una forma muy agradable de ver un mundo muy cambiante. Lo tenemos todo, desde los combates, que dibuja con pasión, hasta las interioridades de la vida de los luchadores, pasando por los impresionables fans o la explicación de cosas que estos dan por sentadas, como algunas de las llaves que hacen los protagonistas en el ring. Sin buscar la etiqueta de obra definitiva sobre la lucha libre, en muchos sentidos podríamos considerarla como tal.
Nadando entre esas dos aguas, las de eruditos y profanos, se entiende bien la estructura de pequeñas píldoras con la que se va conformando el mundo de Suplex City. No es difícil imaginar así que este Suplex City fuera en realidad el primer número de algo más extenso, y que de estas páginas, de entre los incautos desconocedores del mundo de la lucha libre, salieran lectores al menos intrigados por lo que se cuece allí como para acercarse a este mundillo después por otras vías. Podríamos tratar de discernir qué es más divertido de entre todos los estímulos que recibimos, si ver los amoríos que se esconden entre bambalinas de tíos (y tías, que también hay que decirlo) que tienen el aspecto de poder arrancarte la cabeza si quieren o la manera en la que la lucha libre sirve para que sus aficionados canalicen sus frustraciones del día a día, yendo a los combates o con los videojuegos que recrean su mundo, pero al final es fácil ver que todo forma parte de algo más grande. Ninguno de los episodios tendría el mismo sentido sin los demás, y eso genera una sensación de universo bastante notable en lo que nos ofrece Morales, psuedónimo de Juan Rodríguez. Y sí que tiene un cierto tono de parodia, no puede ser de otra manera viendo que hay un personaje que se llama Hulky Logan, pero eso, bien entendido, es que también forma parte de la lucha libre.
El dibujo es tan sencillo como adecuado para reflejar no solo este mundo sino también la realidad paralela que quiere abordar, la de las personas que de una u otra manera forman parte de este circo moderno. Lo que más destaca, eso es desde luego lo qué más tiene que lucir por pura lógica, son los combates. Las coreografías son muy divertidas, están cargadas de la acción y la adrenalina que requiere la lucha libre y desprovistas de la sangre que desvirtuaría estas peleas. No, Suplex City busca otro rollo, y lo encuentra, sabe imprimir a cada luchador el carisma de la realidad, el que tendría un espectáculo televisivo, el que tendría que encontrar una prolongación natural en la industria juguetera, con los cromos, las convenciones y hasta en los sueños de sus seguidores. Todo está dibujado con cariño, en un blanco y negro que le da cierto tono de atemporalidad que solo se rompe cuando, precisamente, se homenajea con los cromos a toda la historia de este deporte espectáculo. Suplex City, más que un lugar, ya se puede considerar como una referencia para la lucha libre en el cómic. Quién sabe si la volveremos a ver, pero después luego queda como uno de esos cómics que invita a conocer más a fondo el mundo que nos muestra. Y eso sí que es algo serio, por muy divertido que sea el material que tenemos entre manos.
El único contenido extra es un prólogo de J. Lynnot.
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