Guion: Luca Enoch.
Dibujo: Riccardo Crossa.
Páginas: 144.
Precio: 17 euros.
Presentación: Cartoné.
Publicación: Diciembre 2021.
El nombre de Cthulhu vende. Esto es así, da igual el alcance que le demos y que realmente tenga en un mercado en el que hay tantas opciones y tantas referencias en el género fantástico, pero vende. Lo lovecraftiano atrae, da igual el ámbito en el que estemos. Y sí, en Cthulhu. Death May Die. En las fronteras de la locura estamos asomándonos al universo de un juego ce mesa, como ya pasada en Zombicide (aquí. su reseña), y eso hace que nos movamos en un terreno que ya podemos asumir que va a ser movido y trepidante. Lo que seguramente nos pueda pillar por sorpresa es que, más allá de un guion a cargo de Luca Enoch que cumple con sus propósitos y no se sale demasiado de lo esperado, el dibujo de esta historia, de Riccardo Crossa, es espléndido, preciosista en el detalle y con una fidelidad tremenda a los conceptos que dan origen al juego, al relato y a su universo, entrando en los terrenos del terror y de la misma locura de la que habla el título con mucha determinación. Con tinta de Simone Paoloni y color de Paolo Francescutto, es una labor de equipo magnífica que le da al tebeo una ambientación espeluznante y adecuada, todo lo que uno puede esperar cuando abre un cómic que lleva el nombre de Cthulhu en la portada. Y eso, se conozca o no el juego que adapta, es el triunfo fundamental al que se aspira.
No queremos decir con esto que haya defectos en el guion de Enoch, en base al argumento ideado junto a Stefano Vietti, al contrario, es bastante completo en todo lo que se propone. Quiere terror, y lo infunde a los lectores desde las vías más tradicionales de las criaturas de Lovecraft; quiere acción, y sabe introducirla para que no haya ningún problema en asimilarla en este entorno; y quiere, sobre todo, personajes carismáticos, y los va acumulando sin miedo mientras la aventura sigue desarrollándose a un ritmo altísimo, siguiendo principalmente los pasos de una niña que se escapa de un orfanato junto a un demonio atrapado en una linterna. Es un trabajo de aliño que tiene mérito porque, sin necesidad de ser algo especialmente nuevo, se lee con mucho agrado y cierta frescura. Los personajes, como indicábamos, hacen mucho en ese sentido, y por trillados que puedan parecer algunos diálogos o incluso situaciones que vemos en las páginas de En las fronteras de la locura, lo cierto es que el entretenimiento está casi tan asegurado como si estuviéramos con el propio juego de mesa en el que se basa esta aventura. Esa es la mejor manera de valorar que lo que tenemos entre manos cumple eficazmente con su idea, pero no es la única, claro, porque Enoch respeta bastante el género, el origen y la fantasía.
Donde esta entrega de Chtulhu. Death May Die crece, lo decíamos, es en su dibujo. Todo parece correcto en lo visual, desde la interpretación del género hasta el diseño de los personajes. Crossa aporta una base sensacional al tebeo para que tenga la espectacularidad que necesita en lo fantástico y la emoción que se hace imprescindible en lo que sienten los personajes, abraza sin miedo la violencia que forma parte de la historia, y que se siente sobre todo al principio para sentar las bases del relato y al final para ejecutar un clímax espléndido, y destaca por una más que adecuada puesta en escena. Hay muchos acontecimientos que Crossa convierte en creíbles y adecuados, disfruta enormemente con las criaturas y sabe sacar todo el partido a los personajes humanos. Es un gran trabajo, que nos mete de lleno en el relato sin miedo alguno a que este cómic pueda codearse con otras interpretaciones de Lovecraft, sin tener que agachar la cabeza porque su origen esté en un juego de mesa. No hay razón para ello, y menos aún cuando la tarea se toma tan en serio como lo han hecho sus autores. Y, por supuesto, con ese final abierto tan tradicional del género que podría ser, o no, una puerta abierta a que la historia continúe. Si se hace con el mismo cariño, ¿por qué no seguir adentrándonos en este universo de locura?
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