‘La oveja samurái. La senda del tatuador’, de Santiago Girón y Fran Carmona

Editorial: Grafito.

Guion: Santiago Girón, Fran Carmona.

Dibujo: Fran Carmona.

Páginas: 88.

Precio: 19 euros.

Presentación: Cartoné.

Publicación: Febrero 2022.

Cuando uno ve un título como el de La oveja samurái, la tentación es la de pensar en Usagi Yojimbo (aquí, reseña de su primer volumen). Es irremediable, porque Stan Sakai creó un camino tan imitado para hacer historias de animales antropomórficos que casi cualquier otra que tenga algunos de sus elementos, aunque sea solo lo más obvio, puede pasar como un homenaje de determinado calibre. Pero sería injusto, muy, muy injusto, limitar el trabajo de Santiago Girón y Fran Carmona a esto, sobre todo porque sus referentes son varios y sus logros personales muy divertidos. Entre los primeros hay que citar La vuelta al mundo de Willy Fog, D’Artacan y los Tres Mosqueperros y esas series que marcaron tanto en su momento a generaciones de chavales en nuestro país, también los cómics de Astérix, de los que coge ese regusto por encontrar nombres divertidísimos para los personajes, y seguramente otras tantas, porque hay cariño por la ficción de todo tipo en estas páginas. Pero cuando todo eso pasa por la batidora de estos dos autores, que trabajan juntos y casi mezclados para dar forma al tebeo que tenemos entre manos, lo que surge es La senda del tatuador, una historia amena, divertida, espectacular y muy bien contada que, además, abre la puerta a que veamos más historias de La oveja samurái. Ojalá sea así y ojalá sean tan completas como esta.

Esta primera, en todo caso, pone toda la carne en el asador de una manera bastante intensa, como si está fuera la única y definitiva historia de La oveja samurái. Mientras insistimos en lo gozoso que sería que hubiera más, lo que nos dejan Girón y Carmona en estas páginas es un guion muy completo que sabe mostrar desde una perspectiva muy moderna, deslizando ácidas y mordaces críticas a nuestra sociedad actual, lo que harás las delicias de un público más adulto, mezclando este toque de humor con una cultura que hemos visto en incontables historias y que siempre exige una reverencia notable. Ese contraste entre la comedia y la solemnidad es lo que hace que La oveja samurái sea tan especial, porque por ninguno de los dos caminos sabemos qué nos vamos a encontrar, incluso aunque se pueda intuir un final amable precisamente por el tono que tiene el cómic en todo momento. Girón y Carmona encuentran un buen ritmo en esta estructura de videojuego de plataformas, con cuatro grandes pruebas, los intentos del protagonista protegido por la oveja samurái de tatuar a los cuatro grandes maestros del país, y una prueba final que da coherencia a todo lo que ha ido colocando a lo largo de sus páginas. Y en cada estadio con escenas hilarantes que mantienen las espadas en todo lo alto desde el punto de vista cómico.

Carmona hace un trabajo espectacular para dar forma a este mundo que, de alguna manera, surge primero en su cabeza. Y en la de quienes admiran su obra, porque La oveja samurái tiene la particularidad de haber contado incluso con la aportación de los lectores, que verán sus personajes insertados en algún momento de la historia después de haber presentado diseños para un concurso. Hasta en eso es La oveja samurái un tebeo muy, muy singular y divertido, su intrahistoria está a la altura de lo que los propios autores nos ofrecen. Carmona, desde luego, realiza un dibujo divertidísimo, entiende la comedia con una facilidad inusitada, y mueve a unos personajes que casi parecen imposibles con una soltura envidiable y un muy buen color de Puzy. Hace que nos creamos que una oveja pueda ser un samurái, con lo que a partir de esa idea todo, absolutamente todo, parece posible. Lo decíamos e insistimos en ello, ojalá La senda del tatuador sea la primera de muchas aventuras de La oveja samurái, porque la misma idea de contarla como si fuera un relato de un mundo mucho más amplio abre la puerta a que la leamos con esa esperanza. Y si no, si no hay más en el futuro, al menos nos queda un cómic de esos que estamos seguros de que de vez en cuando rescataremos de la estantería para reírnos durante un buen rato.

El contenido extra lo forman unas notas finales de Santiago Girón con bocetos de Fran Carmona.

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