Título original: Spider-Man. No Way Home.
Director: Jon Watts.
Reparto: Tom Holland, Zendaya, Benedict Cumberbatch, Jacob Batalon, Jon Favreau, Marisa Tomei, Alfred Molina, Willem Dafoe, Jamie Foxx, Benedict Wong, Tony Revolori.
Guion: Chris McKenna, Eric Sommers.
Música: Michael Giacchino.
Duración: 148 minutos.
Distribuidora: Sony.
Estreno: 17 de diciembre de 2021 (Estados Unidos y España).
Parece difícil que se pueda hacer una película de Spider-Man con más cariño que el que desprende No Way Home, y por tanto, sin que esto implique que las películas anteriores o futuras puedan tener más o menos calidad que esta, ahora mismo se puede ver esta como la definitiva. La tercera propuesta de Jon Watts con el personaje después de Homecoming (aquí, su reseña) y Lejos de casa (aquí, su crítica) es, en realidad, una carta de amor al personaje y a todas las maneras en las que se le ha dado vida en la pantalla hasta este momento. Eso, además, no depende de cameos, sino del concepto mismo de la película. Golpe maestro de Marvel asomarse sin miedo en imagen real al Multiverso que ya había planteado Spider-Man. Un nuevo universo (aquí, su crítica), adelantándose a lo que DC nos quiere ofrecer en la película de Flash y demostrando que, por mucho que haya voces en contra, el cine de superhéroes es algo maravilloso que puede llegar, literalmente, hasta donde quiera. Cariño, respeto e inteligencia. No hace falta más, porque los personajes ya traen consigo un bagaje que demuestra lo bien que pueden funcionar en cualquier escenario. El de No Way Home es, desde luego, sumamente ambicioso dentro de su comercialidad, sin perder en ningún momento de vista que lo suyo es el espectáculo.
Analizar una película como esta sin entrar en las numerosas sorpresas que contiene, sorpresas que por desgracia se han ido apuntando de diversas maneras durante el largo tiempo que hemos tenido que esperar para su estreno (¿algún día llegaremos a ver un rompedor estreno sin adelantos de ningún tipo?), tendría que ser complicado, pero Watts lo pone fácil por una sencilla razón: su objetivo no es la vista, a pesar de haber creado un espectáculo visual formidable, sino el corazón. Pensad en todo lo que hace de Spider-Man un personaje único, todo lo que hemos venido leyendo en los cómics durante décadas, todo lo que configura el alma de héroe siempre trágico, un perdedor en esencia a los que unos poderes asombrosos solo cambian su vida a peor. Pues casi todo está en la película, de una manera o de otra, apuntado, desarrollado o como parte integral de la misma, pero está. Puede faltar un poco del carácter urbano neoyorquino que todavía no hemos visto en la versión de Marvel Studios, a pesar del escenario del clímax, pero el resto está ahí. Lo que no era tan clásico en las dos películas anteriores, de repente aprende a serlo, incluyendo la MJ de Zendaya o la Tía May de Marisa Tomei, y con unos diálogos tremendamente inteligentes y divertidos se convierte en el fan service definitivo que se sostiene por categoría y no solo por los guiños.
Es verdad que la película tiene agujeros, y que incluso la presencia del Doctor Strange sabe más a excusa que a algo elaborado con una precisión argumental máxima, y que hay situaciones que están cogidas con alfileres, pero en el fondo da igual porque la sensación de haber vivido una experiencia irrepetible está por encima de todo. Tom Holland ha conseguido ser el mejor Spider-Man posible sin sentir que esté negando nada de lo anterior, y eso es algo maravilloso que en No Way Home se manifiesta además de manera continua. No hace falta adelantar nada del contenido ni hacer ningún spoiler para saber por dónde van los tiros, los trailers, anuncios y demás parafernalia ya se han encargado de enseñar que esta película es la fusión definitiva entre su universo, el de Sam Raimi y el de Marc Webb, pero lo que es grandioso es que No Way Home sabe aprovechar incluso lo que no se hizo bien entonces, lo cual muestra un cariño gigantesco hacia el personaje, su universo y su trayectoria. Y sí, la escala de la película es gigantesca, con una hora final memorable que, ojalá, no se empeñen en tratar de superaren futuras historias porque parece complicado hacerlo sin caer en el ridículo o en la parodia. No Way Home es una joya que hay que vivir si en algún momento se ha sentido el más mínimo aprecio por Spider-Man.
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