Guion: David B.
Dibujo: David B.
Páginas: 56.
Precio: 20,50 euros.
Presentación: Cartoné.
Publicación: Noviembre 2021.
Puede que eso sea lo que diferencia a los lectores de los creadores, la capacidad de dar forma a las ideas más locas. Porque puntos de partida rocambolescos para una historia, la verdad, podemos tenerlos todos. Que levante la mano quien no haya imaginado en alguna ocasión el cruce de dos personajes históricos o de ficción pensando que es la ocurrencia más maravillosa que jamás haya podido tener. Y justo es lo que hace David B. en Nick Carter y André Breton, significativamente titulada Una pesquisa surrealista, tanto en el fondo como en la forma. El fondo es imaginativo hasta el exceso, es, efectivamente, una experiencia surrealista de primer nivel en la que es muy sugerente ver metido de lleno a un detective de la ficción más popular junto a un cineasta de élites vanguardistas. Pero es que, además, es formalmente una gozada que David B. nos sirve como una colección de 50 láminas más que ilustraciones en las que da rienda suelta a su imaginación de una forma desbocada. Tiene mérito hacer una honra vanguardista como está, porque parte de una situación en la que el lector está acostumbrado a que se lo expliquen todo y no a que le dejen tantos cebos visuales en los que picar. La apuesta es indudablemente valiente y eso se aprecia desde la primera a la última página, en la que cuenta, sin duda, y en el acabado visual que nos ofrece, además en blanco y negro.
Lo divertido está en que esta es formalmente una historia de Nick Carter, un thriller detectivesco clásico de base, pero que se desarrolla literalmente dentro del mundo de André Breton. Esa fusión del todo improbable da la razón a David B. como autor. Su idea, su loca e imposible idea, es buena en su concepción y mejor aún en su desarrollo. El surrealismo que desprende todo desde sus tintas negras es un caramelo para los amantes de las vanguardias, y una vía abierta para que quiénes no las conozca pueda imaginar cómo son. Tiene mucho de experimental, y eso se ve incluso en la numeración y en el título que David B. da a cada una de sus páginas, como si fuera un contador que nos recuerde ese carácter de rareza que abraza la obra como propio. Y hay mucho de positivo en la manera en la que ese envoltorio honra no solo a quien está más cercano a ese mundo, a Breton, sino a quien se ve envuelto en él como detective de un caso cualquiera, aunque este caso es algo fuera de cualquier normalidad que imaginemos y que acaba convirtiéndose en un viaje tremendo por el mundo, por las ideas, por el sueño y por una galería de personajes reales que solo añade todavía más atrevimiento a una idea formidable. Su rareza es su virtud, su imaginación un arma imbatible y su atractivo, por minoritario que lo pudiéramos considerar de partida, es directamente innegable.
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