Director: Chloé Zhao.
Reparto: Gemma Chan, Richard Madden, Kumail Nanijani, Lia McHugh, Brian Tyree Henry, Lauren Ridioff, Barry Keoghan, Don Lee, Harish Patel, Kit Harington, Salma Hayek, Angelina Jolie.
Guion: Chloé Zhao, Patrick Burleigh, Ryan Firpo, Kaz Firpo.
Música: Ramin Djawadi.
Duración: 157 minutos.
Distribuidora: Disney.
Estreno: 5 de noviembre de 2021 (Estados Unidos y España).
Quizá lo más sencillo para evaluar Eternals sea empezar por el final, por las sensaciones algo agridulces que deja, por terminar la proyección pensando que la película aspiraba a mucho, con razón, pero se queda bastante lejos de sus objetivos. Eternals debía ser algo distinto, y al final resulta que no lo es. ¿Puede haber sido una sensacional idea de Chloé Zhao que se haya ido viendo rebajada por cada reescritura del guion, por cada imposición desde los despachos superior? Puede, quién sabe. Pero hacer una película sobre los Eternos sin que realmente parezcan del todo los Eternos es un problema. Quizá es que el gran estudio dominador del mercado audiovisual en todo el mundo aún no ha sabido cómo dar ese paso más para introducir cuestiones moral y filosóficamente relevantes a un universo que logra más en esos terrenos cuando apuesta por la esencia de sus superhéroes, más complejos de lo que les gusta reconocer a los detractores del género. O quizá es que no se han dado cuenta de que Eternals no era la película para vender muñequitos, esa era Shang-Chi (aquí, su crítica) o la siguiente entrega de Spider-Man. El caso es que temáticamente queda coja, en su desarrollo se hace bastantes trampas y sus objetivos no se cubren en buena medida.
¿Quiere decir eso que Eternals es un patinazo? La verdad es que se puede responder negativamente a esa pregunta con absoluta rotundidad, aunque el ritmo de su primera mitad invita a pensar que su duración no está justificada. Y si hay elementos satisfactorios en la película es porque sabe entender a unos personajes complejos para plasmarlos en la pantalla, tanto en su personalidad como en su imagen, a pesar de que Jack Kirby (¡qué gozada ver su nombre en los créditos sin estar hilado al de Stan Lee!) no es un autor precisamente fácil de adaptar. Lo que no sabe la película es tratar lo que ya ha sabido conseguir. Ves al reparto y ves a los Eternos. Ves a los Celestiales o a los Desviantes, y te los crees. Eso era lo complicado de esta película. Las escenas de acción son sencillamente maravillosas, porque se ve en acción a unos personajes fantásticos diferentes. No es, como no tenía que serlo, una película de superhéroes al uso. Pero la necesidad de acomodar Eternals al género lleva a dar explicaciones absurdas que rebajan y simplifican sus elevados ideales, o transforman a los personajes en seres que seguramente no podrían llegar a ser con sus miles de años de existencia. Las grandes ideas de fondo, que están y se ven, no terminan de llegar al clímax que la película necesitaba. No era necesario un 2001, pero tampoco vale el humor Ant-Man (aquí, su crítica).
Y como todo lo profundo se va acercando a estándares más normales, tampoco sorprende que Eternals busque, de una manera más o menos forzada, convertirse en la película inclusiva por excelencia del universo Marvel. Razas, condiciones sexuales, hándicaps físicos, cada personaje protagonista va encajando en una etiqueta con el fin de mostrar que los dioses pueden ser terrenales, con el mismo esfuerzo con el que se intenta mostrar que las ideas de Kirby, esas que tanto se discutieron en su momento por salirse del canon Marvel, pueden tener cabida en el universo cinematográfico incluso para tratar de decirle a DC cómo tienen que hacerse las películas del género (las referencias y hasta los chistes sobre Batman o Superman están bastante presentes). Y con un reparto adecuado en el que curiosamente quien más chirría es quien más expectación previa podría haber generado (una Angelina Jolie que se pasa la mitad de sus apariciones en pantalla posando de una manera bastante antinatural, al contrario de lo que resulta su movimiento en combate cuando los gráficos por ordenador toman el mando), se consigue al menos que nos metamos en una película que pellizca poco y de una manera algo forzada en el pasado de la humanidad y de los personajes y que casi genera más entusiasmo con sus dos escenas postcréditos que con sus tres horas de metraje.
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