‘El árbol desnudo’, de Keum Suk Gendry-Kim

Editorial: Ponent Mon / Catarata.

Guion: Keum Suk Gendry-Kim.

Dibujo: Keum Suk Gendry-Kim.

Páginas: 316.

Precio: 24 euros.

Presentación: Cartoné.

Publicación: Junio 2021.

Puede que no haya realmente unas características comunes, pero la narrativa oriental, la de sucesos sacados de la historia, la de esos pequeños relatos de corte intimista, siempre consigue llamar la atención. Es fácil entresacarle un sentido poético, un retrato de la vida cotidiana y un acercamiento a los sentimientos más profundos que se encuentra con menor intensidad en otro tipo de publicaciones. Y sí, siendo conscientes de que generalizar nunca es acertado, ni siquiera cuando se trata de lanzar mensajes positivos, algo así pasa con El árbol desnudo. Hablamos, y seguramente no es casualidad, de una historia que ha pasado por distintas fases. Para empezar, tiene su origen en la vida real, lo que parece evidente que marca el devenir de la historia, que se desarrolla en plena guerra de Corea pero en escenarios muy alejados del frente. No, no es una historia bélica, pero sí sabe retratar a un país en guerra, con todo lo que eso conlleva, sobre todo en cuanto al estado de ánimo. Esa historia real se convirtió en una novela que, con el tiempo, se convirtió en una de culto. Y ahora lo que nos llega es su salto al cómic de la mano de Keum Suk Gendry-Kim, quien abiertamente reconoce un trabajo de adaptación bastante importante en las notas con las que cierra el libro. Un libro, por cierto, muy emotivo y muy bien acabado.

El realismo que tiene El árbol desnudo es tremendo, porque el manga se pasa sus trescientas páginas tratando de hacernos entender a Kyung, una joven de veinte años que vive con su madre y que trabaja en una tienda del ejército americano, y el mundo que tiene a su alrededor, mundo que cambia cuando conoce a un pintor que empieza a trabajar en la misma tienda haciendo retratos. Es cierto que la peculiar relación que se establece entre ambos no es el único tema de El árbol desnudo, pero sí que cobra una importancia gigantesca en el relato. A través de ambos, vemos un país hundido, una sociedad atemorizada, personajes que tienen tanto de pintoresco como ganas de seguir adelante con sus vidas, triquiñuelas de quienes tienen que sacar todo lo posible para subsistir de la mejor manera posible. Y lo reiteramos, no es una historia de guerra, pero su análisis de un país en conflicto, visto además desde un punto de vista sumiso y derrotista, es bastante afilado y nutre el relato tanto como lo puedan hacer sus personajes, que al final son peones que se van moviendo en el tablero que se dispone con este escenario. Hay, lo decíamos, una poesía bella en muchos momentos, en los que casi podemos escuchar sonidos que acompañen a los acontecimientos, y la voz de los personajes es muy acertada para que entendamos la historia a distintos niveles.

Visualmente se puede sacar la misma belleza de sus páginas. En un blanco y negro que está pensado y ejecutado para potenciar la melancolía y la sensación de realidad, hay una sencillez bastante evidente en el trazo que, otro de sus aciertos, no choca en absoluto con la sensación de realismo que se quiere transmitir. Los retratos de los personajes convencen por esa vía, con conexiones cotidianas, cercanas y cálidas, lo cual casi parece una deliciosa contradicción con la aparente frialdad con la que algunos de los personajes se mueven en su imagen social. La poesía se ve en las metáforas, en el simbolismo, en esos momentos en los que los pensamientos de Kyung se funden con la naturaleza o con algún escenario, algún recuerdo concreto, algo que le resulte importante en ese momento y que configure su personalidad. Todo eso funciona francamente bien en El árbol desnudo, porque se nota que es ahí donde el manga tiene un desarrollo personal más evidente. Como siempre, el trabajo de adaptación repartirá méritos entre la novela original y esta versión, pero lo cierto es que el libro que tenemos entre las manos es una espléndida muestra de lo que se tiene que hacer con una historia para encajarla en las necesidades del lenguaje del cómic. Nos mete dentro de su escenario y de su protagonista. No se le puede pedir más.

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