Título original: Star Wars: The Bad Batch – Aftermath.
Director: Steward Lee, Saul Ruiz, Nathaniel Villanueva.
Reparto: Dee Bradkley Baker, Archie Panjabi, Michelle Ang, Stephen Stanton, Freddie Prinze Jr., Ian McDiarmid, Bob Bergen, Matthew Wood, Gwendoline Yeo, Tom Kane, Andrew Kishino.
Guion: Jennifer Corbett, Dave Filoni.
Música: Kevin Kiner.
Distribuidora: Disney.
Duración: 75 minutos.
Estreno: 4 de mayo de 2021 (Estados Unidos, España televisión).
Comenzar el análisis de cualquier entrega de Star Wars, en cualquier medio, diciendo que la franquicia galáctica está de moda es una soberana perogrullada. ¿Cuándo ha dejado de estarlo? Desde que en 1977 la primera película de George Lucas (aquí, su crítica) cambió para siempre el destino de la industria audiovisual, cada generación ha tenido rincones propios para disfrutar de lo que sucedía hace mucho tiempo en una galaxia muy, muy lejana. Y ese rincón es, hoy por hoy, el de la televisión. No vamos a entrar en debates sobre los méritos de la última trilogía cinematográfica ni tampoco en los cómics actuales de Marvel, pero en la pequeña pantalla ahora mismo hay una explosión de creatividad en la que hay que detenerse. The Mandalorian es el ejemplo más claro, pero, también con Dave Filoni al frente, Clone Wars realizó buena parte del camino, dando además una vida propia al entorno de las tan criticadas precuelas. Y ahora nos llega una nueva serie desgajada de esta, La remesa mala, de espléndida presentación en un episodio piloto con duración de largometraje que no solo confirma que este, como otros, es un escenario temporal memorable para crear historias originales, sino también puro Star Wars desde rincones que puedan sorprender de la misma manera a un aficionado clásico y a uno que esté dando los primeros pasos en esta franquicia.
La remesa mala es mucho más que un spin-of de Clone Wars, algo que pueda verse como una simple continuación de la serie original o un complemento que funcione solo en ese contexto. Pero mucho más. Para empezar, abre un nuevo escenario, uno que arranca precisamente de acontecimientos que ya hemos visto en el cine, concretamente en La venganza de los Sith (aquí, su crítica), lo que le sirve para demostrarnos hasta qué punto ha progresado ya la animación por ordenador. Nos mete en un contexto Jedi, y después nos saca de allí para adentrarnos de una manera genuina en un escenario de guerra, que es en el que viven los clones, y de política, a través de Palpatine, sobre todo de Tarkin y la jerarquía de Kamino, y también de los primeros ecos de la Rebelión. Decíamos que es más que una continuación de Clone Wars, o de las aventuras de este comando que ya vimos en esa serie, y Filoni, coautor del guion, lo deja claro desde el principio. Primero, con la presentación de los personajes, haciendo así la historia accesible a quienes no hayan llegado a su introducción original, y después con la presencia de Omega, una niña que promete dar muchas sorpresas en la serie, que nace también de la tecnología genética de Kamino y que sirve para volcar en ella el interés y la empatía necesaria entre los espectadores más jóvenes.
Es verdad que la duración del episodio piloto hace que haya algunas secuencias estén incluidas más para destacar el impresionante nivel de animación que se puede llegar a conseguir en nuestros días, y eso pasa por ejemplo con la escena en la que Tarkin pone a prueba las habilidades del equipo, cuando es algo que ya hemos visto en Clone Wars e incluso en el arranque de Posguerra, que así se titula este episodio piloto, pero es tan fácil conectar con los personajes, por tópicos que puedan parecer en un primer vistazo, que al final da igual mientras se les esté viendo hacer lo que saben hacer. Los clones, ya desde la impresionante primera temporada de Las guerras clon originales en animación, las de Genndy Tartakowsky (aquí, su crítica), han sido nuestra vía de entrada al más puro género bélico dentro de Star Wars y el interés de esta vía no solo no ha menguado sino que este comando ha hecho que aumente. Es Star Wars, es Clone Wars y es algo que, desde su arranque, tiene una personalidad propia. Enlaza con ese deseo de cada producto nuevo de rellenar huecos de lo que ya conocemos, jugando con personajes conocidos a los que respeta y honra, pero sin dejar de lado la necesaria creatividad para que la imaginación vuele, cuando los creativos se ponen a trabajar por encima de los estudios de márketing, y cuando el espectador disfruta con lo que ve.
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