’15’, de David Muñoz y Andrés G. Leiva

Editorial: Astiberri.

Guion: David Muñoz.

Dibujo: Andrés G. Leiva.

Páginas: 128.

Precio: 16 euros.

Presentación: Cartoné.

Publicación: Marzo 2021.

A veces parece algo irreal que de una pequeña anécdota perdida en los libros de historia o en las crónicas de época se pueda sacar una historia fascinante, pero justo eso es lo que hacen David Muñoz y Andrés G. Leiva en 15. No vamos a desvelar lo que significa ese número del título, y nuestra recomendación sería que no lo leyéramos en la contraportada del libro antes de sumergirnos en su historia, porque descubrirlo al mismo tiempo que sus protagonistas es una sensación muy intensa. Sí podemos decir que Muñoz y Leiva nos llevan al Madrid de 1938, uno destruido, fracturado, en el que hay todavía muchos odios sobre la mesa y la irracionalidad que provoca siempre un escenario de guerra civil como el que entonces vivía España, y que de alguna manera no ha dejado todavía de vivir. Porque sí, es una historia concreta en un lugar específico, pero lo que nos cuentan resuena en nuestros días, como tienen que hacer todas las historias brillantes. 15 lo es, por lo bien que sabe construir un universo alrededor de esa anécdota, por la fuerza que tienen todos los personajes y la voz que Muñoz sabe encontrar para cada uno de ellos y por la manera en la que Leiva le da fuerza con un intenso blanco y negro en la que está muy marcado el tono teatral, por el escenario contenido y por el número de personajes.

El primer mérito de Muñoz pasa por lo que hemos dicho. Un pequeño relato periodístico, uno que sucedió de verdad, un tirador oculto y atrincherado que caza milicianos a sangre fría, le da pie a crear algo fascinante. El abanico de temas que toca el escritor es increíblemente intenso. 15 es una historia de transición y perdón, es una de venganza, es una de guerra, es una de odios y miedos. Tiene todo tal intensidad emocional que lo inverosímil es que sea un relato contenido en tan pocas horas y en apenas dos escenarios, la calle y el edificio en el que se oculta ese tirador. Muñoz construye todo desde la base que le dan unos pocos personajes, muy pocos, y en el que el principal artífice de todo esto permanece escondido y sin que le podamos ver. Ese protagonista ausente sirve para despertar todo tipo de emociones, y eso es algo que tiene mucho mérito. No sabemos si hay que odiarle o comprenderle, independientemente de las acciones que le hemos visto hacer y del bando ideológico que ha escogido. No sabemos si la solución es hablar con él, como pretende uno de los milicianos, o descerrajarle cuatro tiros, como desea el otro. 15 es, de esa manera, una confrontación ética de primer nivel, incluso sabiendo que la ética es un buen muy maltratado en tiempos de guerra como el que vemos en estas páginas.

El dibujo de Leiva tiene la difícil misión de llevarnos a dos escenarios diferentes, el temporal, el del Madrid de la Guerra Civil y el de los dilemas a los que tiene que hacer frente el miliciano que coge las riendas de la historia. El retrato de Leiva es brillante, sencillo pero brillante, porque una cosa no está reñida con la otra, y aunque su dibujo huye de artificios excesivamente realistas, tanto para las arquitecturas como para los rasgos humanos, lo cierto es que acaba sirviendo una narración tremendamente cercana que permite que podamos sentirnos dentro de los dos grandes ejes de 15. Eso no tiene precio, porque estamos hablando de un conflicto, la Guerra Civil, bastante explotado en la ficción popular, y sobre todo porque ese tono teatral que mantiene la obra en todo momento tiene que verse muy bien reforzado desde el dibujo para que no nos veamos asfixiados o limitados por los estrechos márgenes que tiene la historia, los temporales, los espaciales y los que se derivan de su corto número de personajes. 15 es uno de esos tebeos que dejan huella, uno de los que merecen que hablemos más de lo que es y de lo que cuenta, uno que nos hace entregarnos al trabajo de sus autores, que han sabido encontrar petróleo en una maraña de historias publicadas y olvidadas. Un espléndido tebeo.

El único contenido extra es un portafolio de bocetos de Andrés G. Leiva.

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