Título original: Dylan Dog: Dead of Night.
Director: Kevin Munroe.
Reparto: Brandon Routh, Anita Briem, Sam Huntington, Taye Diggs, Kurt Angle. Peter Stormare, Kent Jude Bernard, Mitchell Whitfield, Michael Cotter, Laura Spencer, James Hébert, Dan Braverman, Marco St. John, Kyle Russell Clements, Douglas M. Griffin.
Guion: Thomas Dean Donnelly, Joshua Oppenheimer.
Distribuidora: TriPictures.
Duración: 108 minutos.
Estreno: 16 de marzo de 2011 (Italia), 29 de abril de 2011 (Estados Unidos), 29 de junio de 2011 (España).
Cuando Hollywood pone el ojo en un personaje de cómic europeo, hay que asumir que se va a pagar un peaje. Es así, por desgracia, y eso nos priva de películas que, con los medios que se despliegan, podrían ser mucho más notables. Pero el cine americano no tiene interés en trasladar de una manera directa lo que se ve en esas viñetas que llegan del otro lado del Atlántico, sino que busca adaptar algunas de las características de esa propiedad a lo que cree que puede gustar a su público. Vivimos en un mundo universal, pero lo doméstico prima con claridad. Dylan Dog. Los muertos de la noche es, desde su llamativo título, un ejemplo perfecto, porque lo que se convirtió en la primera serie de fantasía oscura y terror de Sergio Bonelli, creada por Tiziano Sclavi, acaba convertido en una suerte de mezcla rebajada de Constantine (aquí, su crítica) y Hellboy (aquí, si crítica), sin destacar realmente ni por su comedia ni tampoco por su historia de fondo, que al contrario de lo que sería deseable va perdiendo trascendencia con el paso de los minutos de metraje. Una pena, porque hay material más que de sobra en los cómics originales para no haber caído en las trampas evidentes que tenía la hollywoodizacion del original, y seguro que una apuesta más atrevida habría tenido más gancho y, seguro, mucho más éxito a todos los niveles del que saboreó la película de Kevin Munroe.
Esta es, por supuesta, la visión más negativa de Dylan Dog. Si se mira desde la parte más positivaa, en realidad es una película sin demasiadas ambiciones, y por eso mismo cumple con lo que promete a quienes se acerquen a ella sin la pasión por el cómic original. Sin alardes, pero cumple. Y lo hace porque no se marca grandes retos. El humor es típico, la fantasía es de lo más tópica, los giros de la historia son tan exagerados que acaban siendo los únicos posibles y hasta el reparto se amolda sin demasiadas fisuras a los arquetipos propuestos, empezando por un Brandon Routh que buscaba alejarse de la alargadísima sombra de Superman. No lo consiguió, poco positivo pudo sacar Routh de esta película, pero en la foto fija sí podría haber encajado en un ideal del personaje de Sclavi. La pena es que la película no quiere ir por esos caminos, sino por el acercamiento más hollywoodiense, y eso no es excesivamente alargador porque no estamos ante una teórica gran producción, no ante una película en la que se permita el acercamiento personal del cineasta. Es, más bien, una historia simple que no quiere complicarse demasiado, que desemboca en lo esperado a todos los niveles y que no llega a sorprender en prácticamente nada aunque quiera hacerlo. Así, lo mejor es dejarse llevar por la fantasía facilona si se quiere sacar algo de esta propuesta.
Por ese camino, Dylan Dog vale como una serie B de esos títulos a los que quiere parecerse. Pero Munroe, que venía de hacer una espléndida revisión animada de las Tortugas Ninja en TMNT (aquí, su crítica), no se desenvuelve con tanta fortuna en la imagen real, y por eso la película deja pasar la oportunidad de convertirse en un título con encanto para ser, simplemente, uno correcto, en el que nada parece torpe pero tampoco espectacular o carismático. Y eso es al final lo que minimiza los logros que pueda tener la película, que ya de por si no son demasiado gloriosos, empezando por un guion flojo y previsible. No hay imágenes especialmente icónicas, criaturas que destaquen por encima de la media entre hombres lobo y muertos vivientes o secuencias, ni siquiera el clímax, que consigan ese algo más que se necesita para ganarse el cariño del aficionado. Lo cierto es que el mismo planteamiento aboca al filme a caer en un terreno bastante inofensivo. No es una de esas películas que pueda horrorizar a un aficionado, no entra en el terreno de la fidelidad literal pero tampoco en el de la irreverencia, y no da la sensación de que pueda atraer lectores para el personaje o seguidores a través de la pantalla para que esto se hubiera convertido en la franquicia con la que seguramente soñaban los productores.
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