Guión: Roy Thomas.
Dibujo: Michael T. Gilbert y P. Craig Russell.
Páginas: 64.
Precio: 16 euros.
Presentación: Cartoné.
Publicación: Agosto 2020.
Cuando dos gigantes se unen y el resultado de su trabajo está a la altura de su leyenda, lo único que nos queda a este lado de las viñetas es disfrutar y aplaudir. La saga de Elric que sigue componiendo aquí Roy Thomas, adaptando las novelas de Michael Moorcock, es espléndida, y lo es aún más cuando P. Craig Russell despliega todo su talento para que ese mundo de fantasía nos empape con todas sus características esenciales. La de Elric es una historia trágica, siempre lo ha parecido, siempre lo hemos visto, pero quizá es en La ciudad de los sueños cuando más agudamente se puede entender de esa manera. Y según vamos leyendo nos damos cuenta de que tiene un final inevitable, con la ominosa narración en cartuchos de texto, que es tan narrativa como fiel al original del que parte. Inevitable y abierto, claro está, porque la historia de Elric no solo no ha terminado sino que entra en una nueva y fascinante etapa. Elric de Melniboné (aquí, su reseña) fue una presentación impecable, Marinero de los mares del destino (aquí, su reseña), una gozosa continuación, y La ciudad de los sueños culmina una primera fase en la que Elric pasa de rey a traidor, de traidor a ejecutor de venganza, y de ahí a ser el héroe condenado que se intuía desde el principio que iba ser. No cabe duda, la fantasía oscura es algo fascinante cuando se cuenta tan bien como aquí.
Porque esa es la clave de Elric. ¿Cómo no serlo cuando porta una espada, Tormentosa, que roba almas al tiempo que siega vidas? Thomas no solo entiende al personaje, al que da un aura de figura trágica de una enorme intensidad, sino también al mundo en el que se mueve, que tiene que abrazar su leyenda pero también tener una necesaria humanidad. Elric, pese a todo aquello que nos lleva a un mundo épico, de combates, de luchas por el poderoso reino de Melniboné, es sobre todo un enfrentamiento familiar, el que sostiene con su primo, Yyrkoon, que le ha robado el Trono de Rubí. Solo la mención de estos nombres ya sugiere cuánto hay de mítico en la historia. La elección de Thomas de limitar el diálogo al máximo en muchas escenas para dejar que la historia fluya casi como un relato de transmisión oral es un enorme acierto. Es como si estuviéramos asistiendo a una película a cámara lenta, una en la que la acción y la violencia inherentes a su relato se forma con unos personajes tremendos. No entraremos, porque no tiene demasiado sentido ante la bellísima ejecución de la historia, en si esto es un mérito de Thomas o de Moorcock, sobre todo porque Thomas ya nos ha demostrado en muchas ocasiones lo cómodo que se mueve en este tipo de adaptaciones, y Conan el bárbaro (aquí, reseña de su primer volumen) es la obvia manifestación de este hecho.
Cuando hablamos de la belleza de Elric, no es solo por su tragedia o por su leyenda, sino también y quizá sobre todo por su dibujo. Russell ya nos mostró lo que era capaz de hacer en este universo en el primer libro de la serie, compartiendo tarea con Michael T. Gilbert, que se ocupó en solitario del segundo, pero ahora regresa en solitario y en todo su esplendor. Si no es necesario a estas alturas describir a Thomas, ¿qué decir de Russell? El suyo es un talento especial para construir mundos de fantasía y personajes torturados que convivan en ellos. La misma anatomía de Elric, de piel albina y físico aparentemente más endeble que el de sus compañeros de aventuras o que el de su rival por el Trono de Rubí, ya nos ofrece muchos matices en el trazo, que alcanzan niveles sublimes cuando la fantasía más pura se pone al frente del relato. El color restaurado de esta edición no hace más que potencia todas las virtudes del ilustrador y dota a Elric de esa aura mítica que necesita. Thomas y Russell so, efectivamente, dos monstruos de la narración gráfica, y cuando se unen además para dar forma a un universo de tanta riqueza previa debemos congratularnos de que lo hicieran. Es una saga tremenda, que reúne todos los elementos para ser lo que es, un clásico de la fantasía que da gusto ver en una edición tan cuidada.
Elric: The Dreaming City se publicó originalmente en 1982. El único contenido extra es una introducción de Roy Thomas.
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