Cine – ‘Quiero comerme tu páncreas’, de Shin’ichirô Ushijima

Título original: Kimi no Suizō o Tabetai.

Director: Shin’ichirô Ushijima.

Reparto: Mahiro Takasugi, Lynn, Yukiyo Fujii, Yuma Uchida, Jun Fukushima, Emi Wakui.

Guión: Shin’ichirô Ushijima.

Música: Hiroka Sebu.

Distribuidora: Selecta Visión.

Duración: 109 minutos.

Estreno: 1 de septiembre de 2018 (Japón), 12 de abril de 2019 (España).

No hay realmente nada nuevo en la adaptación anime del manga Quiero comerme tu páncreas (aquí, su reseña), y no vamos a encontrar en estas casi dos horas de animación nada que no hayamos visto en las páginas impresas, pero hay algo en el trabajo de Shin’ichirô Ushijima, su director y guionista, que hace que entendamos la película como un notable complemento del tebeo, y es que sabe trasladar ala pantalla las emociones que construye el lector con lo que se le ofrece. En otras palabras, sonidos y encuadres dan vida de una manera bastante natural y fluida a una historia a medio camino entre el amor y la amistad adolescente contada a partir de la anécdota que cuenta la joven Sakura al comienzo del relato, la de que en algunas culturas se comía el órgano que estaba enfermo para sanar de alguna enfermedad. La película, no hay por qué esconderlo, es tremendamente bonita y emocional, como ya lo era el manga, y los dos personajes protagonistas son cercanos y tiernos. Extremos, ella es viva, jovial y alegre, mientras que él es taciturno y poco amigo de las relaciones sociales, y si se quiere por ello algo arquetípicos, incluso podríamos decir que no es una fórmula nueva. Pero es sincera y fresca, maneja muy bien la sensación de realidad y adapta de una manera más que interesante los diseños del manga.

Tiene tanta fidelidad a la historia original que es posible que se le escape ligeramente la duración del metraje, lo que lleva a algún pequeño tiempo muerto en el que realmente no avance con tanta facilidad la relación entre estos dos muchachos que están aprendiendo a vivir y a contar la muerte como algo inevitable en ese proceso. Ella es enferma terminal y él es el único que lo sabe además de su familia. Hablábamos de esa realidad que rodea a la historia, y que se manifiesta en muchos aspectos. Hay algo de despertar sexual, tibio, inocente, y muy tierno, pero sobre todo hay una puesta en escena formidable, en la que los diálogos tienen tanta importancia como la ausencia de ellos y la apuesta por las miradas y los gestos, en la que el ruido ambiental se convierte en un ancla maravilla para entender que esta no es una historia fantástica. Quiero comerme tu páncreas puede no ser un dechado de originalidad, por mucho que en su tramo final quiera añadir algo de fantasía a sus imágenes para dar la sensación de que ofrece algo más de lo que no habíamos visto en la página impresa, pero narrativamente se puede considerar al filme tan acertado como lo era el manga y la anterior novela de los que procede y que sigue, con algunas libertades, casi al pie de la letra, con las mismas escenas, casi los mismos diálogos.

Por eso es tan importante que visualmente la película llegue a convencer con facilidad, porque si no el riesgo de que tengamos siempre la sensación de estar viendo algo fotocopiado es demasiado intensa. Y hasta por esa vía podemos decir que la película de Quiero comerme tu páncreas sale bastante airosa. La animación de los dos muchachos, y no solo de ellos dos, convence bastante pronto, y se hace fácil conectar con ellos dentro de ese descubrimiento personal mutuo que propone el relato. No olvidemos, eso sí, que lo que se potencia es la emoción de lo cotidiano, y en ese sentido es bastante agradable ver cómo está pensada cada secuencia, como las reacciones de Sakura y ese muchacho de nombre casi desconocido van haciendo evolucionar sus respectivas formas de ser, más en la de él, claro, que es el personaje solitario. Quiero comerme tu páncreas sabe jugar las bazas de la emotividad y del drama, porque son sus puntos fuertes, acierta en el retrato adolescente que nos plantea y habla con enorme sinceridad de un tabú social como la muerte, mucho más en edad tan tempranas como las que nos muestra este relato. Pueden parecer valores modestos, pero son grandes aciertos con los que merece la pena disfrutar. Buena adaptación de una buena historia, sin más pegas aparentes que la de su duración y dos buenos personajes a los que seguir.

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