Guion: Juan Álvarez.
Dibujo: Juan Álvarez.
Páginas: 136.
Precio: 16 euros.
Presentación: Rústica.
Publicación: Marzo 2020.
A veces se nos olvida que lo que nos pasa en la vida real puede ser la base de una gran historia de ficción. Juan Álvarez ha cogido esa máxima y la ha aplicado sin miedo en Como peces en la red, la historia de dos personas adultas y con muchas piedras en sus mochilas vitales que se encuentran a través de las redes sociales y se enamoran a pesar de la distancia. Es una historia romántica, desde luego que sí, no hay ora forma de entenderlo viendo en la portada sus cuerpos desnudos, en contraposición y mirándose como dos jóvenes enamorados, pero es más que eso. Es un retrato de la vida y, sobre todo, de lo que puede salir mal con los años, de cómo nos afecta en nuestro presente y de la búsqueda de las soluciones necesarias para volver a vivir en plenitud. Y lo destacable del trabajo de Álvarez es que lo hace sin alardear, partiendo de una excepcionalidad en la normalidad, de un mensaje de amor que por lo general tendría que llegar en persona pero que en esta ocasión llega desde la distancia y a través de Internet, con una de las protagonistas, Anna, en Cataluña, y el otro, José, en las Islas Canarias. Ya desde esa confesión y desde el silencio que genera, la historia ha conseguido engancharnos, y la verdad es que resulta difícil soltarse antes de llegar a un final que es cualquier cosa menos eso, porque la vida no se puede acabar cuando en realidad está empezando.
Lo que hace Álvarez en Como peces en la red es contarnos la historia de siempre, pero de otra manera, y eso siempre tiene su gracia. Hay saltos en el tiempo que nos permiten conocer el pasado de sus protagonistas, hay interacciones en las que el ordenador o el teléfono móvil se convierten en un personaje más, y sobre todo hay una intención de que sepamos leer más allá de lo que vemos en cada viñeta. Volvemos al mismo término de antes, la vida, eso es lo que hay que comprender. No es solo la historia de una mujer casada que encuentra el amor en Internet, no, es un intento de comprender por qué esta mujer siente la necesidad de buscar lo que no tiene en su marido y de cómo afecta eso a sus hijos. O por qué él, herido en el corazón por un antiguo amor y lo que sucedió para que ya no esté en su vida, se siente de nuevo con fuerzas para volver a amar. Y ya puestos, Como peces en la red es una hermosa manera de analizar, sin ánimo de teorizar o pontificar, cómo se construyen las relaciones en nuestros tiempos gracias a las nuevas tecnologías, porque ese contraste también está muy bien explicado en sus páginas. Se nota que a Álvarez le tira mucho más el personaje de Anna que el de José, y eso le da al cómic un magnífico toque de reivindicación feminista, pero eso no quiere decir que ponga menos esmero en la construcción biográfica de José.
Sus figuras, sencillas en su planteamiento, y su puesta en escena, a la que se puede aplicar ese mismo adjetivo sin problema, son parte esencial de lo fácil que se conecta con Como peces en la red. La empatía no surge de un dibujo hiperrealista, sino de lo bien que sabe describir emocionalmente a sus personajes con semejante economía de líneas. Tanto es así que Álvarez invita al lector a imaginar sus figuras en movimiento, como si los límites de las viñetas no existieran, y como si su blanco y negro no estuviera allí para recordarnos que no estamos viendo la vida real, por mucho que lo parezca en tantos sentidos. El autor imagina encuentros y luego también los dibuja, entiende las emociones de los protagonistas, de todos ellos, en la narración pasada y sobre todo en la presente, y las lleva a la página con una gran habilidad. Y sin necesidad de recurrir a la épica, solo a la realidad, construye un tebeo muy emocionante y del que resulta difícil despegarse. Anna y José podrían llamarse de cualquier otra forma y estar a nuestro lado. Eso, en un tebeo de esta naturaleza, es el mejor elogio que se le podría dedicar a su autor, que ha sabido encontrar universalidad en una historia muy concreta, y que ha sabido contarnos como si fuera algo excepcional y único lo que seguramente forma parte de millones de vidas.
El contenido extra lo forman sendos prólogos de Rayco Pulido y Jaume Vidal.
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