Título original: Justice League Dark.
Director: Jay Oliva.
Reparto: Matt Ryan, Jason O’Mara, Camilla Luddington, Nicholas Turturro, Ray, Chase, Roger Cross, Colleen Villard, Enrico Colantoni, Jeremy Davies, Jerry O’Connell, Rosario Dawson.
Guión: Ernie Altbacker.
Música: Robert J. Kral.
Duración: 75 minutos.
Distribuidora: Warner.
Estreno: 24 de enero de 2017 (Estados Unidos, digital).
El gran problema que tiene La Liga de la Justicia Oscura es la sensación que deja de ser un equipo de menor entidad que la propia Liga de la Justicia. Superman y Wonder Woman abanderan el comienzo del film, Batman es el padrino inevitable que tiene que dar su visto bueno a estos héroes relacionados con la magia, y es quien valida sus acciones en el epílogo. Y de esta manera tan sutil, quizá pensada para ser gancho pero que al final resulta trascendente, se nos traslada el mensaje de que estamos en otro nivel, no por su magia sino por su categoría. Y eso tiene su peligro, porque de lo que tendría que haberse tratado es de mostrar, en todo su esplendor, el lado más mágico del universo DC, algo que solo se hace a medias. John Constantine, Zatanna, Deadman, Etrigan, la Cosa del Pantano y, de una manera un tanto escasa, Orquidea Negra son quienes forman esta suerte de equipo que se nos presenta. Sorprende la tutela del Caballero Oscuro y sobre todo la forma en la que se plantea, negando por completo la magia en la reunión inicial con la Liga de la Justicia y después siendo su gran abanderado, un cambio muy poco argumentado y que, de hecho, pierde todo el sentido una vez se da por sentada la relación pasada entre Bruce Wayne y Zatanna. Es uno de los agujeros que presenta la trama de una cinta que, eso sí, es muy entretenida.
Lo es porque entra de lleno en la tradición del género, monta batallas similares, apuesta por historias parecidas, solo que cambiando superpoderes por magia. A pesar de la apuesta por Constantine como elemento vertebrador, no es tan macarra como quisiera hacer pensar su primera secuencia con él, una partida de cartas con demonios, ni tampoco acaba siendo tan oscura como seguramente le hubiera gustado, aunque probablemente sea la película menos infantil de esta nueva continuidad del universo DC animado. Lo interesante está en los pequeños detalles, en las relaciones que se entablan entre los distintos personajes, y sobre todo de lo que gira en torno a Constantine, la forma en la que habla con Jason Blood o el pasado que se sugiere con la propia Zatanna, y cabe preguntarse de forma lícita si esta Liga de la Justicia oscura no habría tenido más éxito formándose de esa manera, sin la supervisión de un Batman que, por primera vez en mucho tiempo, parece estar de más en el relato, aunque se introduzcan escenas en las que el propio Constantine agradece su presencia para que nos adentremos en un escenario de confort que sirva tanto para los seguidores de los personajes mágicos del universo DC como para los del propio guardián de Gotham o, ya que estamos, de la Liga de la Justicia original, a la que se da algún protagonismo al final que tampoco va lejos.
Tiene la película, no obstante, muchos momentos disfrutables, empezando por el combate con Felix Faust, la escena más espectacular de la película, porque es ahí donde lo oscuro del título adquiere un mayor protagonismo, sobre todo en la resolución de la escena. Ahí, o incluso en la más pequeña escena del hospital que comparten Constantine y Zatanna, es donde de verdad se entiende el peligro de la magia, más allá del espectáculo de luz y color que la propia Zatanna monta como tapadera del mundo en el que vive. Puede parecer necesario un desahogo cómico, que en este caso le corresponde casi en exclusiva a Deadman, pero también sirve para reducir de forma palpable el hiriente cinismo que caracteriza a Constantine, a quien vemos aquí en una versión algo más blanda de lo que podemos ver en el cómic. El ritmo de la película enmascara muchos de sus problemas, y de hecho puede hacer que algunos de ellos sean prácticamente invisibles hasta un análisis sosegado de lo visto, y eso habla bien de Jay Oliva como director. La Liga de la Justicia oscura no es la mejor de sus películas en este universo animado de DC, pero salva con relativa eficacia una apuesta complicada que sirve más como presentación que como filme definitivo y que apunta tramas que puedan desarrollarse más que dar un final a todas ellas. Promete más de lo que da, pero aprueba.
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