Guión: Arata Miyatsuki.
Dibujo: Yuya Kanzaki.
Páginas: 200 /204.
Precio: 8,50 / 9 euros.
Presentación: Rústica con sobrecubierta.
Publicación: Noviembre 2019 / Enero 2020.
Hay dos aspectos en los que Crimen perfecto se desarrolla con acierto. El primero es, a la vez, el más fácilmente agotable, el que va presentando los asesinatos de nuestro protagonista, recordemos que mata por sugestión, introduciendo víctimas y asesinos que abarcan diferentes estratos de la sociedad. Agotable, como decimos, porque al margen de la imaginación con la que Arata Miyatsuki va encontrando objetivos, las posibilidades son limitadas. Pero el segundo es el que está permitiendo que Crimen perfecto se convierta en algo más que una antología de horror. Miyatsuki ya fraguó en los primeros capítulos una rivalidad entre Usobuki, el asesino, y Taka, un agente de policía que trata por todos los medios de incriminarle en los asesinatos que está seguro de que ha cometido aunque no pueda probarlo. Sherlock Holmes era grande, pero Moriarty le hacía aún más impresionante. Salvando las distancias, por supuesto, esta es la misma sensación que se puede tener leyendo este manga, bien ejecutado desde el dibujo por Yuya Kanzaki. De hecho, los mejores episodios de estos dos volúmenes son los que se centran en el antagonismo entre ambos, porque son los más valientes, atrevidos y certeros de entro todos los que podemos leer. En realidad, de los que hemos leído desde que arrancó la serie (aquí, reseña de su primer volumen).
Una vez que ha acumulado una serie de asesinatos diversos y con enormes dosis de cinismo, Miyatsuki parece haber decidido ese cambio de tercio. Ya no se trata de confrontar a asesino y víctima, sino de forjar un duelo continuo entre asesino y perseguidor. Lo bueno de Crimen perfecto está, sobre todo, en que no es un simple combate de ingenio, sino que se acerca a barreras morales y éticas. El sentido de la justicia de Taka se pone a prueba de manera continua, y es ahí donde el ansia por pasar páginas se convierte en la tónica de la serie. Ese es el escenario perfecto, aquel en el que siempre da la sensación de que Usobuki va a un paso por delante de Taka y este se desespera por alcanzar su ritmo o adelantarle. Y si además Miyatsuki imagina un nuevo personaje que también es capaz de resistirse a la sugestión del asesino, es entonces cuando vemos que Crimen perfecto crece desde lo psicológico. El asesinato impacta, pero al final puede ser más o menos predecible o incluso olvidable; la lucha de ingenios, sin embargo, lleva la serie a sus cotas más intensas e interesantes, y es lo que hace que cada capítulo sirve para romper la rutina, verdadero enemigo de un título planteado como lo está este, siguiendo asesinatos más o menos atractivos. Hay algunos que siguen destacando, como el relato de las chicas de instituto acosadas, pero en general sus reglas son siempre las mismas.
Ahora bien, incluso en lo predecible hay una muy lograda puesta en escena por parte de Kanzaki, con lo cual todo se sobrelleva de una manera mucho más agradecida. El carisma que tienen los personajes es notable desde el principio, y se nota la enorme diferencia que hay entre la frialdad confiada de Usobuki y la continua y creciente desesperación de Taka al ver que no llega a anticiparse a los planes del asesino. La oscuridad que reina cada vez que Miyatsuki da con un cínico final para los asesinatos también es algo que hay que agradecer al dibujo, porque en esos puntos las historias parecen cobrar vida más allá de las dos dimensiones del papel y no es difícil imaginarse la misma escena en movimiento y con música, como parte de una serie de televisión a lo The Twilight Zone o Creepshow. No se ahorra Kanzaki ningún momento de violencia, y hace que la serie sea muy explícita, tanto como sea necesario… y suele serlo en muchos instantes de los relatos que van componiendo este viaje. Crimen perfecto está avanzando así de una manera notable e inteligente, seguramente superando las expectativas que podría haber despertado en su primer volumen, y ahora mismo está en un punto en el que su crecimiento no tiene por qué tener límite si Miyatsuki es capaz de administrarlo con habilidad.
El volumen incluye material de los números 15 a 21 de Shonen Jump y 1 a 18 de Grand Jump, publicado originalmente entre 2014 y 2016. No tiene contenido extra.
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