Antes de empezar a hablar con José Villarrubia, nos da las gracias por pedir una entrevista con él. El colorista no es quien se lleva normalmente los elogios, ni siquiera las críticas, y delante de una eminencia como es Villarrubia entonamos el mea culpa, porque en este espacio somos también culpables de contribuir a invisibilizar en cierta medida su labor. Y el caso es que son profesionales que trabajan en una cadena maravillosa, la de la construcción del cómic, que merecen que nos detengamos en ellos… si queremos hacerlo, como nos dice Villarrubia. En cualquier caso, aprovechamos su presencia en el Heroes Comic Con de Madrid para hablar largo y tendido con él, de sus impresiones sobre la industria, de sus proyectos, de su manera de trabajar y de la inmensa lista de creadores con los que ha colaborado.
Vamos a empezar por un tópico recurrente. ¿Sigue siendo el colorista el gran desconocido para el gran público?
No. Es desconocido para un tipo de lector que se fija mucho más en los personajes y en las historias que en los artistas o en los escritores. Pero yo creo que muchos de los que siguen a un dibujante en particular se fijan en quién está coloreando, porque se fijan más en la parte visual. Creo que hay varios aspectos de la misma sensibilidad, y hay personas que son más propensas a fijarse en la historia y en los personajes, y otras más propensas a fijarse en la parte visual y en los dibujos.
¿Y eso hay forma de cambiarlo? ¿Crees que el público tiene la madurez suficiente como para enseñarles la importancia de estos aspectos?
Sinceramente, nunca he dicho que eso sea importante. Por ejemplo, yo soy un gran aficionado al cine y me fijo muchísimo en la cinematografía, y sigo a determinados cinematógrafos desde hace muchos años. Al gran público no le interesa en absoluto quién se ocupa de la cinematografía. ¿Hay que educarles? Si les interesa, que lo miren. Si no, da igual. Yo me fijo muchísimo en las pelucas de las películas, para mí es un tema fundamental. Una película que tiene malas pelucas ya me la destrozas. Pero eso a la gente… Hay gente que se fija, sí, en esto, en los maquillajes, en los estilismos o en los anacronismos… En el cómic es igual. Si te fijas, bien. Si no te fijas, no pasa nada. Yo lo veo bien.
Si me permites decirlo, me sorprende el mensaje sabiendo que tú eres profesor… ¿Cómo enfocas entonces la enseñanza de estas disciplinas?
A ver, pero es que una cosa es educar artistas y otra cosa es que lo tenga que saber todo el mundo. Si eres artista, sí; pero si no eres artista, ¿para qué? ¿Cuánto sé yo de ciencia? Todos deberíamos saber mucho de la teoría cuántica, pero no tengo ni idea… La gente no tiene por qué saber todo lo que hace el arte en su faceta visual.
¿Cómo es tu rutina de trabajo? Todos sabemos cómo trabaja un guionista o un dibujante, pero ¿cómo afronta un colorista cada proyecto?
La verdad es que depende de cada caso. Cada caso es una situación distinta, cada dibujante es distinta, cada compañía tiene sus cosas, los escritores a veces influyen, los escritores también. La relación de haber trabajado con ellos antes hace mucho para facilitar el proceso. Los editores, si son buenos editores, se comunican bien. El proceso es sencillo, en el sentido de que a mí me llegan las páginas escaneadas en tiff, en modo escala de grises, las coloreo en Photshop, las paso primero a JPG, me las revisan, me pasan las correcciones que haya, a veces muchas, a veces pocas, a veces ninguna, las haga y lo descargo a su servidor. Para hacer los colores sigo las notas que me dan el dibujante, los autores, el guion, por supuesto fundamental, y alguna vez el escritor tiene alguna cosa especial que indicarme.
Casi hasta me sorprende, porque no tenía la impresión de que los guionistas hicieran tantas apreciaciones… Por parte del dibujante parece lógico, ¿pero también los escritores?
Algunos sí, otros no. Hay guionistas a los que parece que no les importa tanto cómo va a ser la visualización, pero muchos guionistas que también son dibujantes como Alan Moore, Neil Gaiman, Grant Morrison…, que todos saben dibujar muy bien, tienen ideas visuales muy concretas. No es sencillamente dibujar como te dé la gana o poner los colores que tú quieras. Depende cómo de visual sea ese escritor, y de cómo sea de controlador, porque por ejemplo cuando trabajo con Paul Pope o Jeff Lemire ellos me dicen “haz lo que quieras”, y yo lo hago. Paul me da como pequeñas guías de inspiración, que las llama postales, que son como para pedirme lo que quiere sin decirme qué colores quieres. Una anécdota que cuento siempre de cuando hacíamos Batman. Año 100 es que en el número 2 o 3 me dijo que la portada quería que fuera como la película Nosferatu, de Murnau, si hubiera sido filmada en color. Y yo le entiendo perfectamente, y así la hice. O me dice que quiere que quede algo como si Toulouse-Lautrec hiciera superhéroes.
Sensaciones, más que una guía técnica.
Exacto. Y me lo paso muy bien. Otras cosas son mucho más minuciosas, pero en la variedad está el gusto y gracias a Dios los coloristas podemos trabajar en varios proyectos a la vez. No suelo hacer uno, que es lo que hacen los dibujantes.
Porque el ritmo de trabajo no tiene nada que ver, claro, hacéis más de una página al día, que es el ritmo de trabajo del ilustrador…
Muchísimas más. Es una cosa muy agradable. A veces tengo total libertad, a veces más o menos y a veces muy poca. En las que tengo muy poca, la verdad es que no son mis trabajos favoritos, los hago porque soy un profesional, pero es que pienso que cuando hay poca libertad, cualquiera lo pueda hacer, cualquiera que sepa un poco de Photoshop y que no dibuje mal.
No te voy a preguntar de qué proyectos hablas, porque no sería correcto, pero sí por la libertad. ¿Es un mito que las grandes editoriales den menos manga ancha que las pequeñas?
Es un mito. Hay editoriales muy pequeñas que pueden ser muy tiquismiquis, y editoriales grandes te pueden dar mucha libertad para determinados proyectos en particular. Depende mucho del editor más que de la compañía. Hay editores que tienen una visión mucho más amplia de cómo es el coloreado en el cómic y otros que son muy literales porque vienen del campo de la escritura. El año pasado tuve el gran placer de trabajar con Karen Berger en un cómic antología, que trabaje con Paul, con Vanesa del Rey y un magnífico grupo de artistas internacionales y cada historia la hice con una idea de color distinta y Karen me potenció para que lo hiciera de forma creativa. Sin embargo, he hecho cómics para niños y el color tiene que ser exactamente el mismo en todas las páginas. Como no son cosas que son eternas, porque las haces una temporada y ya está, pues está bien, y no es mi único trabajo, soy profesor de universidad. Yo tengo mis clases, y no me come tanto lo que hago en cómic. Hago lo que sé y ya está.
Tiro para otro mito, que a lo mejor te parece menos agradable de escuchar… ¿Es el colorista un dibujante frustrado?
¿Frustrado por qué…?
Bueno, quizá por que se ocupa de una faceta gráfica del cómic pero no de la principal…
Yo creo que no. Es posible que otros lo sean, yo no tengo ninguna frustración. Estudié Bellas Artes, yo vengo de ese mundo, y durante muchos años exponía en galerías, primero pintura y luego fotografía artística. Expuse en Baltimore, en Nueva York, en una galería del Soho que me dio bastante visibilidad dentro del campo de la fotografía contemporánea, salgo en libros de Taschen… Se escribió mucho sobre mí en aquellas épocas, y yo estaba acostumbrado a mi estética, mi visión, yo, yo, yo… Pero me cansé de tanto yo. Me gustan mucho las Bellas Artes y seguir a otros artistas, pero mi ego ya se dio un poco de sí. Quería hacer algo que me guste y que no tuviera otro protagonismo. Me encanta darle protagonismo a otra persona, que otros tengan la fama. Pero no por ser frustrado, porque yo puedo pintar y dibujar, y de hecho lo hago cuando quiero, pero lo hago por placer, no comercialmente. Me gusta mucho más que hacer un trabajo comercial. Ese trabajo de color, que no es una inmersión tan grande de mi creatividad, si sale bien, bien, pero no es el mismo tipo de inmersión personal de decir “es que esto es vida o muerte y si no gusta me muero”, no, es una cosa mucho más práctica.
Y dentro de ese ego, ¿qué tebeo es el que más satisfecho te ha dejado, sea por las personas con las que has colaborado o por su resultado final?
En realidad, no es un cómic estrictamente hablando. Es la primera colaboración que hice con Alan Moore, un poema ilustrado que él hizo, en principio iba a ser un cómic pero yo lo adapté para que fuera más como un libro, que se llamaba El espejo del amor. Fue una cosa muy distinta para mí, me esforcé mucho en hacerlo, lo hice como obra de teatro primero y luego como libro y a Alan le encantó. Es narrativo, pero no es un cómic, es una especie de híbrido. A nivel de color, por supuesto colorear a Richard Corben ha sido el sumun de mi ilusión, porque para mí Corben es el mejor artista de cómic que hay. Una vez que se murió Moebius, para mí ya solo hay Corben. Corben ha sido una persona que admiro en todo, a nivel artístico y personal. El año pasado edité un cómic por primera vez, para Image, me lo pidió mi amigo Pornask (Pichetshote), me pidió que colaborara en una historia de una forma muy activa, que buscara un dibujante, que buscara artistas para la portada y que editara todo de una manera muy minuciosa, intrusiva casi. Lo hice, me encantó, el cómic tuvo muy buena acogida, se han comprado los derechos para hacer película en Hollywood y es una gran satisfacción porque es un trabajo muy bien hecho. Tuve que aprender mucho para hacerlo, porque yo no había editado nada en mi vida, y ahora quiero editar más cosas.
Entiendo que cuando coloreaste a Corben, el trabajo era totalmente diferente a como se hace ahora…
No, ya era Photoshop.
¿Y cómo era trabajar antes del digital?
Los primeros cómics los hacía en acuarela y luego los ajustaba en Photoshop. Pero nunca hice la técnica anterior que se usaba en el cómic americano, que era apuntar los códigos de cada color, eso era un horror, eso nunca lo hice. Me interesó desde el principio el color pintado, mis inspiraciones en la época eran Sienkiewicz, Kent Williams, John J. Muth, gente que pintaba.
Viendo la inmensa cantidad de gente con la que has trabajado, todos los que ya has mencionado, más Jae Lee, J. H. Williams III y tantos otros, ¿qué te queda? ¿Hay algún nombre que te haga especial ilusión y con el que te gustaría colaborar en un nuevo proyecto?
Con muchos de ellos volvería a trabajar con mucho gusto. Hay algunos con los que quiero trabajar mucho más que no son tan conocidos, como por ejemplo Andy Clarke, que hace muchas cosas para Valiant, soy un loco de Andy Clarke. O Ryan Sook, que ahora se colorea él mismo. Siempre me hubiera gustado muchísimo colorear a John Paul Leon, pero se colorea a sí mismo. Ningún colorista colorea a los artistas como ellos mismos, eso desde luego, y yo como fan prefiero que se coloreen ellos. ¿Sabes quién? Nunca he coloreado y me gustaría mucho colorear a Mike Kaluta. Tengo muy buena relación con él, me regaló un dibujo precioso, una portada de Hellboy que hizo, la tengo enmarcada, pero trabaja siempre con otro colorista con el que está muy a gusto. Qué le voy a decir yo, ¿quítale a él para ponerme a mí?, no. Pero con Kaluta se podría hacer algo muy guay si él quisiera. Coloreé a (Bernie) Wrightson, le encantó, tenía muy buena relación con él. He coloreado a muchos de mis ídolos y casi siempre les ha gustado.
¿Estás ahora mismo embarcado en algún proyecto?
Estoy haciendo un proyecto con Das Pastoras, que llevo ya unos meses. No es cómic, es un proyecto ilustrado, estoy muy ilusionado. Y luego estoy muy ilusionado con un proyecto que estoy editando. Es que editar no es lo mismo en español que en inglés. Te digo editando en inglés, que es como publicar, que es algo más allá de la dirección editorial. Estoy trabajando en un cómic histórico, estoy colaborando con el escritor y los dibujos los están haciendo dos ex estudiantes míos. Estoy muy, muy, muy ilusionado con ese proyecto, tiene que ver con los años 50, Nueva York, la caza de brujas del mundo del cómic, La seducción del inocente, la vida de un artista que realmente existió y que la gente no conoce pero que tuvo mucho impacto, es una historia con mucho sentimiento, tiene mucha información histórica pero mucho corazón, creo que va a gustar mucho. Espero que la podamos completar para el año que viene. Y el otro día se me ocurrió hacer un proyecto similar con un episodio histórico-artístico de 1915 que creo que puede ser una historia chulísima. Tengo un equipo en mente pero está muy verde. Cuando me metí en el cómic, a Jae Lee, que era mi amigo personal, se le había ocurrido lo de Hellshock pero no tenía ni idea de cómo escribir una historia porque no había escrito ni un párrafo en su vida. Yo le dije que era una chorrada, que era una imitación de lo que había hecho Jim Lee y le hice sugerencias. Estaba haciendo lo que hace un editor, pero sin que se supiera. Ideas no las voy a dejar de tener, y sobre todo si me preguntan y con un cómic a medio hacer. Ideas las tenemos todos, todos los aficionados al cómic tenemos ideas, la cosa es que sepas expresarlas y sepas trabajar con los personajes, y a mí eso es lo que me encanta del cómic, que hay un trabajo en equipo, que hay una negociación para todas las decisiones y no es tú, tú y tú. Todos tenemos que llegar a un punto medio para hacer que la historia salga hacia adelante, y eso es muy bonito. En cierto modo es más difícil que un trabajo en el que lo haces tú todo, pero puede dar muchos mejores resultados porque cosas que tú no puedes ver te las pueden decir tus compañeros.