Guión: Arata Miyatsuki.
Dibujo: Yuya Kanzaki.
Páginas: 192.
Precio: 8,50 euros.
Presentación: Rústica con sobrecubierta.
Publicación: Agosto 2019.
El segundo volumen de Crimen perfecto se desarrolla siguiendo parámetros bastante cercanos a los del primero (aquí, su reseña). Arata Moyatsuki y Yuya Kankizi nos ponen tras los pasos de Tadashi Usobuki, un asesino que disfruta matando por sugestión, sin necesidad de mancharse las manos, y que tiene una más que curiosa forma de comportarse y de aceptar encargos, le den o no dinero. En esta segunda entrega volvemos a asistir a una serie de asesinatos que nacen de historias peculiares y con una relativa base social, respetando ese espíritu clásico del cómic de terror de las viejas revistas de los años 50, pero poniendo mucho énfasis en la relación entre nuestro protagonista y el agente de policía que le persigue, convencido de que es el responsable de los crímenes que vemos pero sin poder reunir las pruebas necesarias para detenerle. El juego se estira de una forma en la que se esquiva bastante bien la repetición, aunque no haya en realidad demasiado elementos distintivos entre los distintos capítulos más allá de los mismos asesinatos que se van sucediendo y que tienen como objetivo recordarnos lo peor de la naturaleza humana a través de comportamientos que, aunque deriven en algo extremo, en el fondo son bastante cotidianos. Acentuar ese sensación es, quizá, lo mejor que aporta este segundo número de la serie.
Sí se piensa fríamente, Miyatsuki se las está arreglando para mantenernos enganchados a Crimen perfecto con dos elementos que no solo son bastante básicos, sino que además se vienen repitiendo casi de manera compulsiva desde el principio de la serie. El primero es el tono de relato corto e impactante que tan bien ha funcionado desde siempre en cualquier campo narrativo, sea este cómic, literatura o televisión. Una idea ingeniosa sirve para que durante unas cuantas páginas los sintamos dentro de un universo de lo más complejo, y eso sirve para Crimen perfecto con la misma eficacia que veíamos en Creeppy o En los límites de la realidad. O, ya puestos a viajar en el tiempo, hasta en las célebres y maravillosas historias de Edgar Allan Poe. A eso hay que añadir el segundo elemento, el hilo conductor que supone esa partida de ajedrez entre nuestro asesino (qué curioso que podamos referirnos a él con una cercanía ciertamente cariñosa) y el policía que trata de descubrir uno de sus crímenes. La unión de estos dos elementos es lo que da gracia, vida y frescura a la serie, aunque haya un cierto nivel de reiteración en la forma en la que se producen los asesinatos, técnica que eso sí queda atenuada por las características de cada caso concreto. Y cuando la policía no sirve precisamente para proteger al inocente la serie alcanza uno de sus mejores puntos.
Kanzaki, por su parte, cumple también con el guion previsto, y sigue destacando por los mismos puntos fuertes del primer volumen. Esto es, el enorme carisma del que dota al protagonista por encima de todo, haciendo que cada una de sus apariciones tenga una especie de aire sobrenatural con el que sabe jugar a conveniencia. Aunque hay algunas secuencias que apuestan por una puesta en escena impactante, sobre todo cuando se explicitan los asesinatos que sirven de base a cada uno de los relatos, Crimen perfecto se basa principalmente en el retrato y en la conversación, por lo que resulta especialmente importante que Usobuki tenga ese aire invencible y de superioridad que escribe Miyatsuki y que Kanzaki sabe plasmar bastante bien. Igual que los rostros desencajados y desesperados de quienes se ven directamente envueltos en los asesinatos cuando la muerte ronda la escena. Eso es quizá lo más divertido, siempre entre comillas, de esta serie, que sabe generar impacto del momento culminante, aquel en el que Usobuki desvela sus cartas y cuenta cómo ha ejecutado sus finas acciones asesinas. Ahí está lo más característico de una serie que, no lo olvidemos, sigue al malo de la película, y lo cierto es que de momento sigue haciéndolo de una manera sutil cuando lo necesita y más agresiva cuando la historia se desata.
Shueisha comenzó a publicar Funohan en 2013. No tiene contenido extra.

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